– ¿Por qué no vais vosotros dos? -dice ella-. Yo no me siento con ganas.
– ¿Estás segura? Sería una pena perder una semana.
Ella no contesta. Prefiere ocultar la cara, y él sabe por qué. Es por la desgracia. Es por la vergüenza. Eso es lo que han conseguido los visitantes; eso es lo que le han hecho a esa mujer tan segura de sí, tan moderna, tan joven. Como una mancha, la historia se extiende por toda la provincia. No es la historia de Lucy la que se extiende, sino la de ellos: ellos son sus dueños. Así la han puesto en su sitio, así le han enseñado para qué sirve una mujer.
Con su único ojo y con el cuero cabelludo completamente blanco, él también sufre un considerable grado de timidez a la hora de mostrarse en público. Sin embargo, por Lucy accede a pasar por todo lo relacionado con el mercado, sentarse junto a Petrus en el puesto, soportar las miradas de los curiosos, responder con la elemental cortesía a los amigos de Lucy que optan por mostrar su conmiseración.
– Sí, nos han robado un coche -dice-. Y acabaron con los perros, claro, con todos menos uno. No, mi hija está bien, lo que pasa es que hoy no se sentía con ganas. No, no tenemos esperanzas, la policía tiene demasiados asuntos por resolver, estoy seguro de que puede usted imaginárselo. Sí, descuide; desde luego que se lo diré.
Lee toda la historia tal como se cuenta en las páginas del Herald. Agresores desconocidos, así se tilda a los hombres. «Tres agresores desconocidos han atacado a la señorita Lucy Lurie y a su anciano padre cuando estaban en su pequeña casa a las afueras de Salem. Les robaron ropa, aparatos electrónicos y un arma de fuego. En un arranque inesperado, incomprensible, mataron a tiros a seis perros de vigilancia antes de darse a la fuga en un Toyota Corolla de 1993, con matrícula CA 507644. El señor Lurie, que sufrió heridas leves en el transcurso de la agresión, fue tratado en el Hospital de los Colonos y dado de alta.»
Se alegra de que no se haga la conexión de turno entre el anciano padre de la señorita Lurie y David Lurie, discípulo de William Wordsworth, el poeta de la naturaleza, hasta hace poco tiempo profesor en la Universidad Técnica de Ciudad del Cabo.
En cuanto al comercio, poco es lo que ha de hacer. Petrus es el que se encarga de colocar los productos en venta con destreza y con eficacia, el que conoce el precio de cada uno, el que recibe el dinero y da el cambio. De hecho, Petrus es el que trabaja mientras él permanece sentado, frotándose las manos. Como en los viejos tiempos: baas en Klaas. No obstante, no finge ser el que da las órdenes a Petrus. Petrus hace lo que hay que hacer, eso es todo.
Sin embargo, las ganancias del día van a la baja: no llegan a trescientos rands. La única razón que lo explica es la ausencia de Lucy, de eso no cabe duda. Al terminar, hay que volver a cargar en la furgoneta cajas de flores, bolsas de verdura. Petrus menea la cabeza.
– No ha ido nada bien -dice.
Por el momento, Petrus no ha dado ninguna explicación de su ausencia. Petrus tiene todo el derecho de ir y venir como le plazca; ha hecho uso de ese derecho; tiene derecho a permanecer en silencio. Pero hay preguntas no resueltas. ¿Sabe Petrus quiénes eran los desconocidos? ¿Fue tal vez debida su visita a algo que Petrus pudo decir? ¿Por eso hicieron de Lucy su objetivo, en vez de fijarse por ejemplo en Ettinger? ¿Estaba Petrus al corriente, con antelación, de lo que estaba tramándose?
En los viejos tiempos podría haberlo puesto en claro con Petrus. En los viejos tiempos, podría haberlo puesto en claro hasta el extremo de perder los estribos y ordenarle que hiciera las maletas, que se largase, que ya encontraría a otro que se ocupara de sus labores. Sin embargo, aunque a Petrus se le paga un salario, Petrus ha dejado de ser, en términos estrictos, un contratado. En términos igual de estrictos, es difícil precisar qué es Petrus exactamente. La palabra que mejor se pliega a la realidad, no obstante, es vecino. Petrus es un vecino que, en la actualidad, trabaja a cambio de un dinero porque eso es lo que le viene mejor. Vende su trabajo de acuerdo con un contrato, y ese contrato no contempla su despedida so capa de una simple sospecha. Viven en un mundo nuevo, él y Lucy y Petrus. Petrus lo sabe, y él lo sabe, y Petrus sabe que él lo sabe.
A pesar de todo, se siente cómodo con Petrus, y está incluso dispuesto, aunque sea con reparos, a tomarle aprecio. Petrus es un hombre de su generación. No cabe duda de que Petrus ha tenido que pasar por infinidad de cosas, no cabe duda de que tiene una historia que contar. No le importaría nada conocer un día la historia de Petrus de sus propios labios. A ser posible, sin que esa historia sea reducida al inglés. Cada vez está más convencido de que el inglés es un medio inadecuado para plasmar la verdad de Sudáfrica. Hay trechos del código lingüístico inglés, frases enteras que hace tiempo se han atrofiado, han perdido sus articulaciones, su capacidad articulatoria, sus posibilidades de articularse. Como un dinosaurio que expira hundido en el fango, la lengua se ha quedado envarada. Comprimida en el molde del inglés, la historia de Petrus saldría artrítica, antañona.
Lo que le atrae de Petrus es su rostro, su rostro y sus manos. Si de veras existe algo que pueda llamarse una tarea honesta, Petrus ostenta las huellas. Un hombre paciente, lleno de energía, de flexibilidad. Un campesino, un paisano, un hombre del campo. También un maleante, un truhán, sin duda un mentiroso redomado, como los campesinos del mundo entero. Una tarea honesta, honestidad en la astucia.
Alberga sus propias sospechas acerca de lo que trama Petrus, al menos a la larga. Petrus no se dará por contento si ha de arar eternamente su terruño, una hectárea y media. Puede que Lucy haya aguantado más que sus amigos los hippies, los gitanos, pero para Petrus, Lucy sigue siendo pan comido: una mera aficionada, una entusiasta de la vida en el campo, no una granjera de verdad. A Petrus le gustaría adueñarse de las tierras que posee Lucy. Luego, seguramente también querrá apoderarse de las tierras de Ettinger, o al menos de una tajada de tierra suficiente para que paste su rebaño. Ettinger será un hueso más duro de roer. Lucy es tan solo una transeúnte; Ettinger es otro campesino, un hombre de la tierra, tenaz, eingewurzelt. Sin embargo, Ettinger se morirá el día menos pensado, y el hijo de Ettinger ya ha escapado de allí. En ese sentido, Ettinger ha sido un perfecto idiota. Un buen paisano se cuida bien de tener muchos hijos.
Petrus tiene una visión del futuro, y en ella no tienen cabida las personas como Lucy. Pero eso no tiene por qué convertir a Petrus en un enemigo. La vida en el campo siempre ha sido cuestión de que unos vecinos tramen sus planes para fastidiar a otros y viceversa, y por eso se desean los unos a los otros todo tipo de plagas, malas cosechas, ruinas financieras, y a pesar de todo en plena crisis se echan una mano.
Lo peor, la interpretación más siniestra, sería dar en pensar que Petrus ha querido que esos tres desconocidos diesen a Lucy una lección, y que en efecto les haya pagado con todo el botín que pudieran llevarse. Pero él no alcanza a creer que eso sea cierto, en parte porque sería demasiado simple. La auténtica verdad, según sospecha, es algo mucho más -tarda un rato en encontrar la palabra idónea- antropológico, algo a cuyo fondo tardaría meses enteros en llegar, meses de conversaciones pacientes, sin prisas, con docenas de personas, por no hablar de los buenos oficios de un intérprete.
Por otra parte, cree que Petrus sabía lo que se avecinaba: cree que Petrus podría haber avisado a Lucy. Por eso no está dispuesto a dar por zanjado el asunto. Por eso sigue dando la lata a Petrus.
Petrus ha vaciado la represa de cemento, donde se almacena la reserva de agua excedente, y está limpiándola de algas. Es un trabajo desagradable. No obstante, se ofrece a echarle una mano. Con los pies embutidos a duras penas en las botas de agua de Lucy, baja al interior de la represa y anda con cuidado, pues el fondo está resbaladizo. Durante un rato, Petrus y él trabajan en concierto frotando, restregando, sacando a paletadas el limo del fondo. Entonces hace un alto.