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– ¿Para qué?

– Para ir al pueblo. -La miró con seriedad a los ojos-. Pensé que si venías conmigo a caballo, podríamos de esa manera deshacernos de nuestros malos recuerdos a la vez. Y crear unos recuerdos nuevos y felices, juntos.

Ella pasó la mirada de él a su caballo y viceversa.

– Como matar dos pájaros de un tiro.

– Exactamente.

Ella se humedeció los labios repentinamente secos.

– Hace mucho que no me subo a un caballo.

– Hace mucho que no voy al pueblo. -Él le tendió la mano libre-. Te rodearé con mis brazos todo el tiempo.

– Eso me ayudará.

– Tenerte conmigo, me ayudará también.

Sarah inspiró profundamente; luego, lentamente, le tomó la mano.

– Creemos unos recuerdos nuevos y felices, juntos.

La sonrisa de Matthew le derritió el corazón. Montó en el caballo con la facilidad de un jinete experto, luego extendió la mano hacia ella. Después de tomar aliento para darse valor, metió el pie lentamente en el estribo y al segundo siguiente estaba sentada de lado delante de él con su brazo fuerte y musculoso rodeándole la cintura.

– ¿Estás bien? -La pregunta sonó justo en su oído y sintió el roce de los labios de Matthew contra la sien.

– De… de maravilla. -Y se dio cuenta de que así era. Estaba un poco nerviosa, pero con su cuerpo rodeando el suyo, era como si no pudiera pasarle nada malo. Supo que podía hacerlo. Que podían hacerlo, juntos.

Matthew puso a Apolo a un trote suave y se dirigieron fuera de la hacienda.

– Mientras estemos en el pueblo podemos comprar un regalo de bodas -dijo Matthew.

– ¿Del uno para el otro?

– No, para Paul. Le ha propuesto matrimonio a una de las criadas del piso de arriba, una joven llamada Mary.

Sarah sonrió.

– ¿De veras? Mary es la criada que me dijo cuál era tu dormitorio la noche que cogí prestada tu camisa.

– Recuérdame que le duplique el sueldo. Paul me contó hoy sus planes. Al parecer casi los atrapé juntos en su casa el día que le pedí que hiciera los arreglos con flores de lavanda. Me dijo que fue lo que le dio el empujón final, no quería tener que encontrarse a escondidas durante más tiempo.

– Me alegro por ellos. -Ella se acurrucó más contra él-. Te das cuenta de que cuando lleguemos al pueblo en un solo caballo daremos que hablar a la gente -dijo.

– Sin duda alguna se armará un buen revuelo. Lo podemos llamar «el escándalo de Kent». Y cuando vayamos a Londres, oiremos hablar de este pueblo.

– Y lo llamaremos «el escándalo de Mayfair».

Él se rió.

– Exacto. Como sabes, tengo un pequeño jardín y un invernadero en la casa de Londres que se encuentra bastante abandonado debido a mis problemas financieros. Van a requerir una buena dosis de trabajo y cariño.

– Me encantará proporcionárselos.

– Excelente. -Él se inclinó un poco hacia delante y le mordisqueó el lóbulo de su oreja, enviándole un estremecimiento de placer por la espalda-. Yo también requeriré una buena dosis de trabajo y cariño.

Ella sonrió.

– Me encantará proporcionártelos. ¿Puedo suponer que no hay rosas en la casa de Londres?

Él puso cara de horror y ella se rió.

– Dios mío, no. Siento que voy a estornudar sólo de pensarlo.

– Esos estornudos son una buena manera de saber dónde estás -bromeó Sarah.

Ella sintió que se le aceleraba el corazón cuando Matthew la atrajo más hacia sí y la besó suavemente en los labios.

– Nunca necesitarás preguntarte dónde estoy, cariño. Siempre estaré aquí. Justo a tu lado.

– Lo que te hace absolutamente perfecto.

Jacquie D’Alesandro

Jacquie se crió en Long Island (Estados Unidos). Se educó en un ambiente familiar, en el que sus padres alimentaron en ella su pasión por la lectura. Su hermana también le prestaba sus libros de Nancy Drew. Más tarde, adquirió cierta predilección por las novelas de corte sentimental y aventuras.

Tras graduarse se casó con Joe, y el matrimonio que ha tenido un hijo, Christopher, alias "Júnior", con quien residen junto a su gato en Atlanta, estado de Georgia. A principios de los 90, el matrimonio adquirió un ordenador, por lo que se animó a escribir todas las historias que pasaban por su mente, y lógicamente se decantó por el género romántico.

Logró publicar su primer libro en 1999. Escribe tanto novelas situadas en la Regencia como romance contemporaneo para Harlequin. Dueña de un estilo elegante no exento de cierto toque humorístico, y con un hábil dominio de la técnica narrativa, Jacquie es una de las autoras más sobresalientes del género. También puede destacarse que en sus novelas ha abordado temas de denuncia social, como la violencia de género.

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