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Caroline bajó la cabeza para evitar su penetrante mirada. Una cosa era permanecer en un salón atestado y admitir en broma que había en Londres quien creía que era un vampiro, otra cosa era estar en un camino desierto con sus dientes blancos brillando a la luz de la luna y confesar, que en algún rincón de su imaginación comenzaba a preguntarse si no tenían razón.

– Ha habido rumores, -murmuró ella.

– ¿Siempre los hay, no es así?

Tragó con fuerza, deseando desesperadamente ser tan buena mentirosa como Portia.

– Estos rumores me dieron motivos para dudar de su fidelidad a mi hermana. Le seguí esta noche porque creí que podría estar involucrado en una cita con otra mujer.

– Estoy involucrado en una cita con otra mujer. -Levantó su barbilla con dos dedos, no permitiéndole evitar su mirada por más tiempo.- Con usted.

El franco desafío en sus ojos la hizo asombrarse de lo que podría haber sucedido encontrándose en esos oscuros y secretos senderos en otras circunstancias, en otra vida.

Encontró su mirada con audacia, la mentira y las verdades a medias fluyendo de sus labios con más facilidad.

– Ahora comprendo qué tonta he sido al escuchar las habladurías. Nunca debería haber dudado de su devoción por mi hermana. Y ciertamente nunca debería haber arriesgado mi reputación para espiarle.

Su boca expresiva se endureció en una línea severa.

– Si yo no me hubiera vuelto para seguirla, aquellos malvados sinvergüenzas se habrían ocupado de que perdiera algo más que su reputación.

Pudo sentir el calor que se eleva en sus mejillas.

– No podemos estar seguros. Con más tiempo, estoy completamente segura de que podría haber razonado con ellos. Después de todo, no eran gamberros comunes, sino caballeros.

– Quizás es hora de que aprenda, señorita Cabot, que bajo el chaleco de seda de cada caballero late el corazón de una bestia.

Con él surgiendo hacia la luz de la luna, con su voz como un ronco gruñido, aquella reivindicación no era difícil de creer.

– ¿Incluso bajo el suyo, Lord Trevelyan?

Él se inclinó aún más cerca, su aliento perfumado de brandy rozando sus labios.

– Especialmente bajo el mío.

Podría haberse inclinado más cerca aún si un trío de familiares voces femeninas no hubiera llegado a la deriva a través de los árboles. ¿Debemos continuar? Estas malditas zapatillas han formado ampollas en mis talones.

– ¡Pobre tiíta! No entiendo. Estaba completamente segura de que vio al vizconde ir por este camino.

– No puedes saberlo todo. Intenté deciros que lo descubrí cerca del Paseo del Ermitaño hace casi un cuarto de hora.

– ¿Por qué deberíamos confiar en ti? Una vez juraste que viste un cocodrilo en el ático de Edgeleaf. ¿Y qué hay sobre todos esos años insistiendo sobre un bebé bajo una hoja de col en el jardín de mamá?

– ¡Oh, no!-susurró Caroline horrorizada. -¡Son la tía Marietta y mis hermanas!

Kane le frunció el ceño.

– ¿Hay alguien más de su familia acechándome esta noche? ¿Un tambaleante tío abuelo o un primo lejano de tercera generación quizás?

Ella agarró su brazo sin darse cuenta.

– Shhhh…si permanecemos muy callados, tal vez den la vuelta y regresen por donde vinieron.

Las voces avanzaron, acercándose a la curva del camino. Parecía que no habría vuelta atrás. Para ninguno de ellos.

– ¿Estás totalmente segura de que este es el camino correcto? -La malhumorada tía Marietta se quejó avisándoles que sería sólo un problema segundos antes de que avanzara vacilando alrededor de la esquina sobre sus tacones de satén, con las hermanas de Caroline a remolque discutiendo.

– ¿Quiere ser usted quien explique a su hermana por qué disfrutamos de una cita en el Paseo de los Amantes? -murmuró Kane, con expresión severa.- ¿O lo hago yo?

De repente Caroline recordó otra cita y una mirada de ojos negros tan llena de placer y pasión que la había hecho correr a toda prisa como un conejo asustado. En el momento en que el desarreglado pecho de su tía apareció, agarró el frente del abrigo de Kane y lo impulsó hacia atrás bajo el velo de sombras de los árboles.

Mirándole fijamente con ojos suplicantes, susurró con urgencia, -¡Hágame el amor!

CAPÍTULO 7

– ¿Perdón?-murmuró Kane roncamente, mientras Caroline se apretaba a él frenéticamente, enterrando las uñas en su chaqueta.

– Si piensan que somos amantes, hay una oportunidad que pasen sin reconocernos.¡Tiene que pretender hacerme el amor!

Kane agitó su cabeza, su respiración se hizo dura y rápida.

– Srta. Cabot, realmente pienso que no es lo más sabio…

Sabiendo que no había tiempo para pensar, Caroline tomó una respiración profunda para darse valor, subió en la punta de sus pies y apretó sus labios contra los de él.

Por varios latidos del corazón se mantuvo de pie tan rígido como una piedra, resistiéndose a su torpe abrazo. Entonces murmuró un juramento y sus brazos la envolvieron. La línea prohibitiva de su boca se ablandó contra la de ella, mientras apretaba el abrazo. Repentinamente ninguno de ellos fingía.

A través de la niebla de esa sensación deliciosa, oyó a Vivienne hablar bruscamente.

– Oh!-exclamó chasqueando la lengua.

– Portia, cubra sus ojos inmediatamente! ¡Y deje de atisbar a través de sus dedos!

El grito asustado de Portia fue seguido por el inconfundible sonido que hace un aficionado cuando encuentra la más sorprendente oferta.

– ¡Oh!-Portia se lamentó. -¡No me cubra los ojos! ¡No puedo ver donde piso!

Entonces, la lengua de Kane dio un golpeo suave encima de los labios de Caroline, persuadiéndola a abrirlos, y al hacerlo, aceleró el pulso de ella ahogándola en un placer profundo pulsando en sus venas y precipitando los erráticos latidos de su corazón.

Cuando el primo Cecil había intentado penetrar sus defensas, ella había cerrado firmemente sus labios y solo había sentido repulsión. Pero Kane tocó las mismas puertas con una dulzura irresistible, seduciéndola. Podía no saber besar, pero él era un maestro más que dispuesto a enseñar. Él frotó sus labios hacia adelante y hacia atrás a través de los suyos, creando una chispa en la fricción que amenazó encenderlos a ambos. Su lengua cavó más profundo en el dulzor virginal de su boca, arremolinándose y acariciando y rogando a su propia lengua para probar su sabor.

Cuando ella se acercó, sus brazos se apretaron acomodándola hasta que la suavidad dolorida de sus pechos se aplastó contra su pecho. Él ahondó su beso bebiendo de sus labios como si no se satisficiera hasta haber consumido su esencia. Caroline se aferró a él sintiendo crecer su deseo.

Apoyados el uno en el otro cuan largos eran sus cuerpos, ella se sentía completamente maravillosa, simplemente sintiendo su calor y su fuerza. Sin incluso comprenderlo, suspiró en su boca, un sonido dulce de abandono.

Él se estremeció contra su boca, al mirarla vio que sus ojos brillaban con hambre primitiva, al instante comprendió que su tía y hermana hace ya mucho tiempo los habían dejado solos en este paraíso a la luz de la luna.

Por primera vez en su vida Caroline entendió por qué hombres y mujeres buscaban la soledad, escapando de la sociedad que siempre estaba acechando, la necesidad de esconderse en las sombras y explorar el señuelo atormentando de lo prohibido. Ella se habría rendido con un solo beso. ¿Qué estaría dispuesta a sacrificar por otro y que más haría por los más provocativos placeres? ¿Su propio respeto? ¿La felicidad de su hermana? ¿Si permaneciera más tiempo en los brazos de este hombre que podría ocurrir?, tuvo miedo de averiguarlo.

Bajó sus ojos y empujó su pecho.

– Creo que se han ido. Podemos dejar de fingir.