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Tan pronto como Kane bajó la mano de Vivienne, se giró para mirarla, incluso Caroline tenía que admirar su aplomo.

– Raramente lo hago a menos que haya algo interesante, tal como mimarse en la compañía de cuatro encantadoras señoras. El movimiento de su mano incluyó a tía Marietta. Ella rió disimuladamente, como una colegiala, haciendo que Caroline se desanimara.

Él estaba cogiendo su sombrero y abrigo de la doncella, cuando Caroline inocentemente dijo:

– Espero que el abrigo no esté demasiado caliente para usted, milord. Mientras me vestía podría haber jurado que ví al sol asomándose de detrás de una nube.

Por un largo momento, Kane se quedó completamente inmóvil, nada se movía excepto un músculo en su mejilla. Luego, sin esperar a la doncella, cruzó de una zancada hacia la puerta abriéndola de par en par. La lluvia seguía cayendo torrencialmente.

El giró su imponente silueta contra la cortina de lluvia y ofreció a Caroline una tierna sonrisa.

– Aprecio su preocupación, señorita Cabot, pero parece que la lluvia llegó para quedarse.

Adrián llegó a su casa de la ciudad como una tempestad, golpeando la puerta, cerrándola detrás de él. No había ningún lacayo para darle la bienvenida, ni doncella que se precipitara y sacudiera su sombrero y su abrigo que goteaban. Los sirvientes no estaban acostumbrados a la llegada de nadie durante el día. Muchos de ellos probablemente se habían ido a sus camas o escapado para una tarde en el pueblo. Cada tapiz y postigo de la casa habían sido dibujados minuciosamente de acuerdo a las instrucciones del amo. Incluso el lacayo más humilde y la criada de trascocina sabían que una simple infracción a esa regla en particular, conduciría al despido inmediato.

Por un momento traidor, Adrián se permitió preguntar lo que sería tener a una esposa esperando por él. Alguna criatura amorosa que viniera alborotando las sombras para ayudarlo con sus ropas mojadas y ofrecerle una taza de té caliente y un tierno beso, mientras lo regañaba por aventurarse a salir en un día tan espantoso. Pero cuando esa criatura se materializó como una delgada, niña de ojos grises con una cascada lisa de pelo rubio que caía en su espalda, él implacablemente ganó la partida a su imaginación.

Acostumbrado a andar en la penumbra, se quitó de los hombros el mojado abrigo y lo lanzó junto con su sombrero sobre el mueble del recibidor. Estaba pasando una mano a través de su húmedo cabello cuando llegó Julián tropezándose en las escaleras, sus morenos rizos estaban igual que cuando eran unos niños y Adrián se levantaba para encontrar a un aterrado Julián parado al pie de su cama. Aunque le hubiera refunfuñado y regañado, Adrián siempre había terminado saliendo fuera de su caliente cama, para así poder matar al monstruo imaginario que merodeaba debajo de la de Julián.

– ¡Buen Dios, hombre! -exclamó Julián dando un tirón al nudo del cinturón de su bata negra de terciopelo.- ¿Por qué todo este jaleo? Eres bastante ruidoso como para despertar a los muertos.

Adrián le lanzó una oscura mirada antes de cruzar hacia el aparador de mármol y echarse un chorro de brandy. Miró con el ceño fruncido a la botella casi vacía en tanto la colocaba en su lugar. Habría jurado que el mayordomo la había rellenado tan sólo ayer.

Su hermano se dejó caer en el último peldaño, bostezó y se frotó los ojos. Abrió la boca cuando notó el charco de lluvia alrededor de la pata del mueble del recibidor. Miró incrédulo hacia la ventana. Un inconfundible haz de luz del día se asomó a través de la grieta de las pesadas cortinas.

– ¿Has estado fuera?

Adrián se volvió para apoyarse contra el aparador. Se frotó la parte de atrás del cuello. Tratando de pensar sobre cuántas horas habían pasado desde que se durmiera.

– Si, estuve.

– ¿Y que se apoderó de ti para que salieras de casa a esta hora impía? ¿Tuviste una mala noche? ¿Tu cacería fue sin éxito?

– ¡Oh no, al contrario, mi cacería fue muy exitosa! -Adrián tomó un trago de brandy, recordando la exuberante textura de Caroline en sus brazos.- Acabo de atrapar algo que no me esperaba.

Julián lo miró irónicamente.

– Conociendo tu devoción al deber, estoy seguro que no fue viruela francesa. Aunque pasar unas horas en uno de aquellos burdeles que hay en los callejones que frecuentas podrían mejorar tu temperamento.

Por alguna razón el pensamiento de una efímera liberación en las manos de alguna ramera no tuvo su encanto en Adrián. No con el dulzor irresistible de la boca de Caroline todavía tan fresco en su memoria.

Se bebió el resto de brandy de un solo trago, pero ni su calor pudo quitar completamente el sabor de ella en sus labios.

– La única cosa que mejoraría mi temperamento en este momento sería el rápido regreso de la señorita Cabot a su casa en Surrey.

– Deduzco por tu semblante severo que el regreso de la señorita Cabot al campo no es inminente.

– Al contrario. Parece que ella y sus queridas hermanas nos acompañarán a Wiltshire esta semana.

Julián se sentó derecho, entrecerrando sus oscuros ojos.

– ¿Esta semana? ¿Estás seguro que no es muy pronto? Pensé que no iríamos hasta la siguiente semana. ¿Qué pasa con Duvalier? ¿Cómo puedes estar seguro que nos seguirá?

– Oh, yo diría que hemos logrado satisfactoriamente picar su interés -Adrián encontró los ojos de su hermano directamente, negándose a sentirse mal por el golpe que su noticia le iba a dar.-Estaba ahí esta noche, en Vauxhall.

Julián estaba tan silencioso, que sus labios apenas se movieron cuando murmuró:

– ¿Lo viste?

Recordó su reciente pánico. Había sentido a través de la noche el acecho de Duvalier a una inconsciente Caroline. Sacudió su cabeza.

– No tuve que hacerlo. Lo palpaba. Podía sentirlo. Pero en el momento en el que me acercaba al bastardo, él se fundió en las sombras.

Adrián no se había dado cuenta hasta más tarde que la desaparición de Duvalier había sido una bendición. Si Duvalier hubiera sido testigo de que había besado a Caroline con una innegable pasión, podría haber estropeado todos sus planes.

– Me temo que no tenemos más opción que dejar Londres lo antes posible -dijo Adrián severamente.- Duvalier no era el único en Vauxhall esta noche. Larkin se está volviendo más persistente. Si no le lanzo nuestro aroma, ambos terminaremos en Newgate antes del baile. No tengo que decirte qué desastre podría ser -él puso su cansada mano sobre la mandíbula.-Tengo un asunto que atender en Wilshire también. Recibí noticias de Wilbury esta mañana. Alguien -o algo- ha estado aterrorizando a los aldeanos y matando el ganado en Nettlesham -dijo, refiriéndose a una pequeña aldea cerca de su pueblo.

– No fui yo -bromeó Julián.-Nunca he desarrollado el gusto por la carne de oveja -él desvió sus ojos pero no antes de que Adrián pudiera vislumbrar una sombra de duda en ellos.

– Sé qué difícil puede ser para ti. Pero no desistirás, ¿verdad? -preguntó, manteniendo el tono ligero de su voz para ocultar la importancia de la pregunta.

Adrián se dirigió a las escaleras. Aunque su primera intención era acariciar los oscuros rizos de su hermano, puso una mano en el hombro de Julián apretándole suavemente hasta que éste se forzó a buscar su mirada.

– No, no me daré por vencido, Jules, por ti. Y que Dios ayude a cualquiera que trate de ponerse en mi camino.

Julián alzó su ceja

– ¿Incluyendo a la señorita Caroline Cabot?

Ignorando la afilada puñalada de remordimiento, Adrián contestó:

– Especialmente la señorita Caroline Cabot.

CAPÍTULO 9

La lluvia azotaba los cristales de las ventanillas, oscureciéndolo todo, reflexionó Caroline. Intentó, entrecerrando los ojos, mirar a través de la oscuridad y dar una ojeada al campo de Wiltshire, pero no le resultó. Lo que la lluvia no cubría, lo hacía la noche.