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Tiernamente acariciando el corpiño del traje de noche, Portia le echó a Caroline una mirada suplicante.

– Especialmente cuando la vean llevando puesta esto en la mascarada de mañana por la noche.

Examinando las caras esperanzadas de sus hermanas, Caroline suspiró. Su afrenta había sido barrida por una emoción más oscura y aún más peligrosa.

– No puedo pelear con ambas. Mientras nadie averigüe que el traje fue un regalo del vizconde, supongo que no habrá ningún daño.

Repentinamente estaba ansiosa de escapar de la compañía de Vivienne como Larkin había hecho, comenzó a retroceder hacia la casa.

– Creo que volveré corriendo a la casa y me aseguraré de que el alguacil recuerde llamar por una bandeja de té fresco.

Muy al tanto de la mirada fija de Portia, volvió hacia el refugio de la casa, las suelas de sus zapatos crujían sobre la porcelana china quebrada.

Caroline no perdió el tiempo una vez que alcanzó su cámara. Caminó a grandes pasos hacia la cama, se arrodilló al lado de ella, y extrajo la maleta brocada que había guardado cuidadosamente su primera noche en el castillo. Apoyándola sobre la cama, extrajo una pequeña botella de cristal de su interior revestido en seda y la sostuvo a la luz del sol.

– ¿Qué es esto? ¿Has estado guardando licor?

Caroline se giró rápidamente para encontrar a Portia de pie en el portal.

– ¿Alguna vez llamas la puerta? -demandó Caroline.

– No cuando la puerta está ya abierta -señaló Portia, cruzando el cuarto- Estaba preocupada por ti -se excusó- Te comportabas de manera tan rara allá abajo. No tenía idea de que subías aquí para echar un pequeño trago de algo que calme tus nervios.

Antes de que Caroline pudiera protestar, su hermana había extraído la botella de su mano y había sacado el corcho. Dio un olfateo tentativo a su contenido antes de atraer la botella hacia sus labios.

– ¡No lo hagas! -gritó Caroline, arrebatándole la botella.

Portia se congeló, sus labios ya mojados con el líquido claro. Echando a Caroline una mirada herida, se lamió una de las gotas.

– No hay necesidad de sobresaltarme hasta medio morir. Es sólo agua.

A pesar del fisgoneo desvergonzado de Portia, Caroline podía sentir un rubor culpable avanzando a rastras desde su garganta.

Los ojos de su hermana se estrecharon lentamente.

– ¿O no lo es?

Reponiendo cuidadosamente el tapón de la botella y dejándola a un lado, Portia se acercó a la maleta y sacó una cadena de plata. Un llamativo crucifijo de plata colgaba al final, destellando al sol.

– Qué interesante -comentó Portia, mirando a Caroline con ojos brillantes- Antes de que dejásemos Edgeleaf, ¿informaste por casualidad al vicario del pueblo de que creías estar convirtiéndote en una papista?

– Encontré la cadena -contestó Caroline débilmente.

– ¿Y qué tenemos aquí? -alcanzando de nuevo la maleta, Portia extrajo un trozo de madera largo, redondo, suave, esculpido con una punta letal al final- ¿Estabas haciendo planes para ponerte al día con tu costura?

Caroline se sobresaltó anticipadamente mientras el artículo más irrebatible de todos emergía del interior de la maleta, era una copia muy usada de la Nueva Revista Mensual de abril de 1819, la misma que contenía una controvertida historia del Dr. Polidori, "El Vampiro".

– ¡Porque, pequeña acusona miserable! -Portia la miró mientras examinaba rápidamente las páginas de la revista- ¡He estado buscando esto toda la semana! ¿Fuiste tú quien robó pequeñas cantidades de dinero de debajo de mi colchón en casa de Tía Marietta, no es cierto?

Caroline suspiró e inclinó la cabeza, sabiendo que el tiempo para las negaciones y las excusas había pasado.

Portia lanzó la revista a la cama con el resto de su botín mal adquirido, luego apoyó sus manos sobre sus caderas.

– ¡No seas ridícula, Portia! No hay cosas como vampiros -imitó, perfectamente, a Caroline en su tono más imperioso- U hombres lobos. O fantasmas. O sirenas en el huerto. O príncipes bien parecidos que te rescatarán de cada peligro antes de llevarte a su castillo y vivir felizmente desde entonces.

Ella sacudió un dedo hacia Caroline.

– ¡No eres sino un fraude, Caroline Marie Cabot! ¡Deberías tener vergüenza de ti misma!

– No sabes ni la mitad -masculló Caroline, apartándose del camino de su hermana para poner de un tirón el agua bendita, el crucifijo, y la revista de vuelta al saco.

– Pensé que eras la práctica.

– ¿No es prepararse para cada eventualidad ser práctico? -replicó Caroline. Después de vacilar un momento, guardó la estaca en el bolsillo de su falda.

Portia siguió el movimiento, sus ojos ampliándose.

– ¿Qué tienes intención de hacer?

Caroline tanteó brevemente la idea de mentir, pero su hermana ya había probado ser un aliado excelente cuando estaban en materia de subterfugio. De cara a Portia, dijo:

– Voy a registrar cada cámara de este castillo hasta que encuentre al vizconde. Si le puedo encontrar antes de la puesta del sol, quizá pueda echar al olvido todos nuestros miedos.

– Una elección más bien desafortunada de palabras, ¿no crees?

– Si Kane verdaderamente tiene la intención de declararse a Vivienne mañana por la noche durante el baile, entonces ésta podría ser mi última oportunidad para probar que él es simplemente un hombre, un mero mortal como el resto de nosotros. -Ignorando la estrechez sofocante de su garganta, Caroline añadió- Si puedo hacer eso, entonces estaré en libertad para darle a él y a Vivienne mi bendición.

– ¿Estás completamente segura de que quieres hacerlo? -preguntó Portia, escogiendo explícitamente sus palabras con cuidado.

– ¿Qué quieres decir?

Portia mordisqueó su labio inferior un momento antes de contestar.

– Vi tu cara en el huerto cuándo Vivienne mencionó el hecho de convertirse en la esposa de Lord Trevelyan. Tuve miedo de que comenzaras a tener sentimientos hacia él.

– Por supuesto que tengo sentimientos hacia él -dijo Caroline enérgicamente- El tipo de sentimientos que se espera que tenga hacia un hombre que muy bien puede terminar por salvar a tu familia de la ruina.

Reconociendo el destello de luz en los ojos de Caroline, Portia suspiró derrotada.

– ¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que vaya detrás de ti, ondeando el crucifijo y rociando con agua bendita?

– Solamente mantén a Vivienne ocupada y fuera de mi camino.

– Deberías haber dado esa tarea al alguacil Larkin. Dudo que una manada de hombres lobos aulladores le pudieran apartar de su lado. Supongo que debería estar agradecida de que al menos Julian no esté enamorado de ella, también -El casual encogimiento de hombros de Portia realmente no pudo encubrir el dolor que oscurecía sus ojos- Por supuesto, él ha dejado perfectamente claro que no está enamorado de mí tampoco.

Caroline negó con la cabeza impotentemente, deseando tener el poder de desenredar las cadenas que amarraban sus corazones.

– No creo que encuentres al alguacil asociándose con Vivienne esta tarde. Por lo que necesito que conserves un ojo en ella hasta que regrese.

Cuando Caroline pasó rozándola, Portia agarró su brazo.

– ¿Tendrás cuidado, verdad, Caro? Aun si el vizconde no resulta ser un vampiro, todavía podría ser peligroso.

Para ser un lugar con tantos secretos, Trevelyan Castle tenía notablemente pocas puertas cerradas. Caroline vagó por los huecos de la sinuosa escalera y los corredores por lo que pareció una eternidad, sintiéndose un poco como una princesa en uno de los amados cuentos de hadas de Portia. Pero estaba por verse si este castillo estaba encantado o maldecido. O si su invisible captor era un príncipe o una bestia.

El castillo ya estaba agitándose con sirvientes que preparaban sus innumerables cuartos para el flujo de invitados que empezarían a llegar en la mañana. Algunos de los invitados del vizconde se quedarían en posadas cercanas, pero muchos de ellos pasarían la noche en el castillo. Pasando fácilmente entre los sirvientes distraídos, Caroline registró cada piso con precisión metódica, encontrando varias cámaras que ella y Portia habían pasado por alto cuando andaban buscando espejos. Después de una búsqueda fútil de los pisos altos, se encontró de pie ante la puerta de la galería del retrato.