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– Asi que por eso duermes durante el día. De esa manera puedes salir a cazar vampiros por la noche.

– Eso me temo, ellos no son muy aficionados al sol.

Él casi podía ver los complejos y entramados engranajes de su retorcido cerebro.

– Supongo que no compartes sus otras características. Como, ah… ¿la inmortalidad, por ejemplo?

Él arqueó una ceja.

– ¿Esto es por la galería de retratos otra vez?

Ella asintió con la cabeza.

Él cruzó sus brazos sobre su pecho, apremiado por recordar la ultima vez que se habían sentido tan vacíos.

– Yo no te mentí sobre el fuerte parecido de mi familia. Mi tatara-tartara-tatara-tío una vez engendró a un niño con la criada de su esposa. Fue capaz de negar que el niño era suyo hasta el día que nació con aquella marca reveladora encima de su ojo izquierdo.

– ¿Qué pasó entonces? -preguntó ella, despacio, pero retirándose.

– Mi tatara-tartara-tatara-tía le disparó. Por suerte para mí y el resto de sus descendientes, ella tenía muy mala puntería y sólo logró pegarle un tiro en la espinilla. Él continuó engendrando a más de quince niños, siete de esos en mi tía. Ella estuvo obligada a pegarle un tiro dos veces más antes de que finalmente muriera en su cama a la madura edad de noventa y dos años.

Caroline ladeó su cabeza.

– ¿Y los espejos? ¿Si eres un cazador de vampiro en vez de un vampiro, entonces por qué eres tan contrario a vislumbrar tu reflejo?

Adrian suspiró y pusó una mano sobre su mandíbula. Esta era la pregunta que mas había estado temiendo.

– Si debes saber, él se deshizo de los espejos por mi -Julian arrastró las palabras cuando llegó saliendo de las sombras detrás de ella.

Al mismo tiempo, Adrian soltó un juramento, Caroline colocó una mano sobre su corazón y se giró para afrontar a su hermano.

– ¿Por qué eres contrario a vislumbrar tu reflejo?

– No -Julian contestó, dando otro paso hacia ella- Porque ya no lo tengo.

Caroline se quedo en silencio durante un largo momento antes de hacer silenciosamente una pregunta.

– ¿Y supongo que ya no tienes un alma tampoco?

Julian acarició los bolsillos de su chaleco desdeñosamente correcto, luego sacudió su cabeza tristemente

– No para mí, me temo.

Caroline despacio se volvió hacia atrás a Adrian, el calor de sus ojos enfriandose hasta helarse.

– ¿Cuánto te llevó a ti y a tu hermano para venir con esta pequeña broma cruel y pesada? ¿Pensaste que esto sería una gran diversión para engañar a la muchacha crédula del lugar? ¿Planeastes todo el asunto con una agradable botella en el puerto y algunos puros finos? -Ella levantó su barbilla, pero no podía esconder completamente su temblor- Parece que me equivoqué contigo después de todo, milord. Usted es tan despiadado como quiso que yo creyera que era.

Adrian dió un paso indefenso hacia ella.

– Si sólo me escucharas, Caroline.

– Ah, no -dijo ella, sacudiendo su cabeza- Creo que he oído bastante por una noche. Ahora si ambos están entreteniéndose a mis expensas, creo que volveré a mi cámara.

Con sus hombros delgados, rígidos bajo la capa de Adrian, Caroline comenzó andar hacia el final del puente bloqueado por Julian.

Demasiado tarde, Adrian comprendió lo que su hermano iba a hacer.

Cuando Caroline se acercó a él, un gruñido inhumano salió de la garganta de Julian. Él enseñó los dientes, los fondos de oscuridad en sus ojos se ahuecaron para aparecer los blancos.

Caroline jadeó y fue tropezando hacia atrás. Julian siguió paso a paso, la luz de la luna brillando en las curvas letales de sus colmillos. Él no retrocedería hasta que ella se hubiera apoyado directamente en los brazos de Adrian.

Adrian juntó su cuerpo tembloroso contra el suyo y fulminó con la mirada a su hermano por encima de su cabeza.

– ¡Maldito, Julian! No eres muy oportuno.

Julian se encogió de hombros, su semblante angelical volvió a la expresión arrepentida que siempre le permitía hacer la peor travesura.

– No soy oportuno quizás, pero completamente eficiente.

Adrian tuvo que confesar que no era ningún gran sacrificio tener a Caroline en sus brazos. Todavía fulminando a dagas con la mirada a Julian, él acarició la blandura de su pelo.

– Esta bien, amor. No dejaré que te haga daño ese muchacho repugnante.

Como Caroline siguió boquiabierta de asombro, Julian le ofrecio la clase de sonrisa que uno podía ofrecer a una niña después de cogerla por la barbilla y asegurarle que el monstruo de debajo de la cama habia sido vencido y no habia peligro.

– No hay ninguna necesidad de que esté aterrorizada, señorita Cabot. Puede ser un bocado delicioso, pero a diferencia de mi querido hermano aquí, soy capaz de controlar mis apetitos.

Cuando él miró vió la fija mirada indolente de su hermano a cada detalle indiscutible de su abrazo, incluso Caroline con el pelo caído y con los labios madurados por besos, Adrian dijo.

– Sé lo que piensas, pero eso no es lo que quiero.

– ¡Ah, por el bien de la compasión, no lo hagas! -respondió Julian- Puedes mentirle, puedes mentirte hasta a ti si quieres. Pero no me mientas. Ella es exactamente lo que quieres.

– Hágalo otra vez -mandó Caroline de repente- Aquella cosa que hicistes. Con los ojos. Y el… -Un frío estremecimiento bajó por ella, cuando Adrian suavemente frotó su pequeña espalda- dientes de… de.

– No hago por lo general un bis, pero para usted… -Julian contempló a su hermano para que lo aprobara.

Aunque supiera que probablemente tendría que lamentarlo más tarde, Adrian suspiró y asintió con la cabeza.

Esta vez no podría culpar a la transformación de Julian a una broma pesada o una broma de la luz de la luna. Cuando la oscuridad llegó a sus ojos, convirtiéndolo en algo tanto menos que humano, era todo lo que Adrian podía hacer para no retroceder. Entonces, como rápidamente, la oscuridad se hundió y su hermano pequeño no estaba de pie allí antes de ellos.

– ¿Ah, querido Señor, es verdadero, verdad? realmente es un vampiro -respiró Caroline. Aunque hubiera asegurado una vez a Adrian que no era la clase de mujer que se desmayaría en sus brazos, pareció estar en el peligro de hacer eso.

– Eso creo -murmuró él, sosteniendola estable hasta que dejó de balancearse a sus pies.

Ella no podía arrancar su fija mirada de Julian.

– ¿…usted…? -privada de la coherencia, hizo pequeños movimientos agitando sus manos- ¿…se volvió usted mismo en un murciélago y voló hasta aquí?

Julian retrocedió.

– ¡Dios mío! mujer, ¿has estado escuchando las tontería de Portia otra vez? realmente debería supervisar los hábitos de lectura de la niña con más cuidado. Si sigue llenando su cabeza de las tonterías del doctor Polidori, verá a vampiros detrás de cada cortina y palma en conserva. Puedo dormir bien en un ataúd, pero puedo asegurarle que nunca tengo…

– ¿Realmente duerme en un ataúd? -soltó Caroline, con la curiosidad que empezaba a vencer su shock.

Adrian puso sus ojos en blanco.

– Tendrá que perdonar a mi hermano. Siempre tuvo una notable aptitud para el drama, incluso antes de hacerse un vampiro.

– No entiendo -susurró Caroline, dandose la vuelta para mirar fijamente la cara de Adrian- ¿Si Julian es vampiro, entonces por qué deja creer a todos que lo es usted?

– Es el camino más fácil -explicó Adrian- pueden sospechar, pero nunca podrán demostrar nada.

Julian extiendió sus brazos en un elocuente encogimiento.

– ¿Y mientras desdeño el sol, visto todo de negro, y arrojo poesía abominable sobre sangre y muerte en cada velada musical y cena de medianoche, cómo es posible que alguien pueda tomarme en serio?

Devolviéndole una mirada cautelosa.

– ¿Y las misteriosas desapariciones en Charing Cross? ¿Es responsable de ellas?