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Julian parpadeó ante él.

– Si no soy un monstruo, ¿Entonces que soy?.

– Eres lo que siempre has sido y lo que siempre serás -Adrian apoyó su frente contra la de Julian y cerró los ojos, pero no antes de que Caroline pudiera ver las lágrimas brillando en ellos – Mi hermano.

– ¿Cómo está? -susurró Caroline, quedándose en el umbral de la torre sur varias horas después.

Adrian estaba recostado en una silla al lado de la cama en mangas de camisa y pantalón, sus largas piernas extendidas frente a él y su barbilla apoyada sobre su palma. Aunque sus ojos se le cerraban de agotamiento, el brillo de la vela revelaba que no habían perdido nada de su vigilante brillo.

Había insistido en subir a Julian él mismo por esos cinco pisos de escaleras e instalarle en su propia cama. El amanecer se estaba acercando y las pesadas cortinas de terciopelo de la torre habían sido corridas para asegurarse que no había riesgo de que un simple rayo de luz de sol se colara en la habitación.

– Está descansando bien -dijo Adrian cuando Caroline se acercó a la cama. Su cariñosa mirada descendió sobre el dormido rostro de su hermano.- Volverá a criticarme por llevar las corbatas torcidas y me dará una paliza al ajedrez en no mucho tiempo.

Los labios de Julian habían perdido su tono azulado y el color estaba regresando lentamente a sus mejillas. Caroline apartó sus ojos de la copa que descansaba sobre la mesa al lado de la cama, sabiendo que no tenía que preguntar si contenía vino tinto.

– ¿Cómo está Portia? -Preguntó Adrian.

– Positivamente insufrible -le aseguró Caroline.-Continúa exigiendo vasos de agua fresca y pastel de riñones y regodeándose, en que ella y el Dr. Polidori tenían razón, todo este tiempo, acerca de la existencia de los vampiros. Vivienne insistió en hacerse cargo de Portia por un ratito, y no osé negarme.-Hizo una mueca ante el destrozado dobladillo del vestido de Eloisa. – Además, no podía esperar para quitarme este vestido y pedir un baño de vapor.

– ¿Estás segura que no quieres que llame al Dr. Kidwell para que la examine? Puedo encargarme de algunas preguntas embarazosas si tengo que hacerlo. Especialmente con Alastair de mi lado. Las autoridades locales probablemente estarían bastante impresionadas con un policía londinense.

– No, gracias -replicó ella estremeciéndose.- El doctor probablemente solo querría sangrarla.

Adrian vaciló.

– ¿Portia ha hablado acerca de lo que sucedió en la cripta?

Caroline negó con la cabeza antes de decir suavemente.

– No creo que vaya a hacerlo nunca. -Estudió la atractiva cara de Julian, pensando en lo infantil e inocente que parecía en reposo.- Venera el suelo por el que anda. Habría hecho cualquier cosa por él.

Caroline descansó su mano sobre el hombro de Adrian, recordando ese terrible momento cuando éste creyó haber observado como su hermano había asesinado a su hermana…y cualquier esperanza de futuro que quizás hubiesen compartido.

Esperó que Adrian cubriese su mano con la suya. Pero en cambio se levantó de la silla, dejando que su mano pendiese torpemente en el aire.

Caminó hacia las puertas francesas y apartó a un lado las pesadas cortinas, observando en el interior de la menguante noche.

– ¿Qué hay acerca de Duvalier? -preguntó, el nombre un venenoso juramento en sus labios.- ¿Qué ha dicho Portia acerca de él?

Caroline sintió como se le endurecían los rasgos.

– Me dijo que la había raptado antes incluso de que pudiese llegar a la fiesta, que la mantuvo atada en alguna cueva toda la noche, que la arrojó a aquella cripta con Julian como si no fuese nada más que una pedazo de carne cruda.

Adrian soltó un juramento.

– Desde que empezó todo esto, ese bastardo, no se ha atrevido ni una sola vez a enfrentarse conmigo cara a cara. Debería haber sabido que esta vez no sería diferente. Probablemente ahora mismo esté a millas de aquí.

– El día de ajustar cuentas llegará, Adrian. Responderá por cada vida que ha destruido, cada preciosa alma que ha robado, incluyendo la de Julian. Juntos, nos aseguraremos de eso.

Adrian continuó observando la noche.

– Tan pronto como Portia esté lo bastante fuerte para viajar, quiero que la cojas a ella y a Vivianne y dejéis este lugar.

– Estoy segura que el Policía Larkin estaría más que dispuesto a ver a mis hermanas volviendo a la seguridad de la casa de la Tía Marietta.

– Alastair ya ha acordado escoltaros a vosotras tres a Londres.

Caroline sonrió.

– Así que los dos habéis estado conspirando a nuestras espaldas ¿eh? Eso no es muy deportivo de tu parte. Simplemente tendrías que haberle dicho al bueno del policía que no voy a ir a ningún lado sin ti.

– Sí, lo harás. Vas a volver a Londres y vas a pretender que los últimos quince días nunca sucedieron.

Su sonrisa decayó.

– No puedes pedirme eso.

– No te lo estoy pidiendo.-Adrian se volvió para enfrentarla, sus ojos se encontraron con los de ella por primera vez desde que había entrado en la torre. Lo que vio en sus desoladas profundidades la estremeció hasta el hueso.

A pesar de su creciente aprensión, consiguió reírse débilmente.

– Pensaba que ya habíamos aclarado que no tienes derecho a darme órdenes. Eso solo puedes conseguirlo con una licencia especial del Arzobispo.

Él sacudió la cabeza antes de decir suavemente.

– Me temo que no pueda permitirme adquirir esa licencia. No cuando esto podría costarnos tanto a los dos.

– Ese es un precio al que estoy más que dispuesta a pagar.

– Pero yo no. Cuando Julian salió tambaleándose de esa cripta con Portia en sus brazos, ambos medio muertos, me di cuenta que había sido un tonto en creer que yo podría protegeros a alguno de vosotros. Eso es por lo que tienes que irte ahora… antes de que sea demasiado tarde.

– ¿Cómo puedes admitir que me quieres, y al siguiente aliento pedirme que te deje?.

Indicó con un dedo la forma inmóvil de Julian.

– Porque podrías ser tú la que estuviese tendida en esa cama ahora mismo. O peor aún, tendida en tu tumba. Nadie a quien ame estará a salvo hasta que Duvalier esté destruido. Y hasta ese día, no puedo afrontar ninguna distracción más.

– ¿Eso es todo lo que soy para ti?-murmuró Caroline-¿Una distracción?

Avanzó hacia ella, su cara tensa con la angustia.

– Si digo que sí, ¿Te irás? ¿Qué pasa si te digo que la noche que pasamos juntos no fue más que una agradable diversión pasajera? ¿Que eres más fácil de seducir que la mayoría? ¿Que encuentro tu falta de experiencia aburrida y que prefiero mucho más las expertas caricias de una prostituta y bailarinas de ópera que tus torpes manoseos y sobreexcitadas declaraciones de amor?.

Caroline le dio la espalda alejándose de él, incapaz de dejar de estremecerse bajo el látigo cruel de sus palabras.

La cogió por los hombros, sacudiéndola.

– ¿Es eso lo que quieres oír de mis labios? ¿Si te digo que mi única intención desde el principio era seducirte, después descartarte, me odiarías lo bastante para dejarme?.

– No -susurró, mirándolo a través de un velo de lágrimas.- Eso solo me haría amarte más, por que sabría que me amas lo bastante para poner tu propia alma en peligro por decir tan descarada mentira.

Conteniendo un inarticulado juramento, Adrian la liberó y se apartó unos cuantos pasos.

– Quizás tú estés dispuesta a arriesgar tu propia vida para quedarte conmigo, ¿Pero que pasaría si traemos un niño al interior de toda esta locura? ¿Estarías dispuesta a arriesgar su vida, su alma, también?

Caroline se llevó una mano a su estómago.

– ¿Has olvidado que podría ya estar llevando a tu hijo?

Adrian quizás fuese capaz de ocultar su amor por ella detrás de una máscara de decisión, pero no podía disfrazar el desesperado anhelo en sus ojos cuando miró su vientre. Sólo entonces ella se dio cuenta de que había cometido un error táctico.