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Se preguntó si hubiera debido decírselo antes de que se fuera, pero no le parecía justo hacerlo. Pensó en el engaño del que Charlotte se había valido para obligarle a casarse con ella… Y ahora que era verdad, ella no le decía nada. De repente, se quedó paralizada por el miedo. ¿Y si le mataran? El terror le atenazó la garganta hasta casi ahogarla. Tardó unas horas en calmarse y aún estaba trastornada cuando, aquella noche, fue a cenar a casa de Violet. Se llevó a Molly consigo porque temía que otras personas no la llevaran a tiempo al refugio antiaéreo en caso necesario.

– ¿Cómo lo soportas? -le preguntó Audrey a lady Vi mientras los niños jugaban en el piso de arriba.

La joven tenía una mirada más inquieta y preocupada que la víspera. El embarazo no estaba muy adelantado, pero ella se emocionó tanto cuando lo supo que hubiera querido regresar corriendo a casa para comunicárselo a Charles, aunque después decidió esperar un momento más oportuno. No quiso preocuparle. Y ahora…

– Cómo soporto, ¿qué? -le preguntó Vi sonriendo-. ¿Las incursiones aéreas? Una acaba acostumbrándose a ellas. Los niños, desde luego, ya lo habían hecho y seguían jugando en el refugio a pesar de los bombazos. Audrey se ponía siempre muy nerviosa cuando los contemplaba. Qué triste manera de crecer. Sacudió la cabeza y miró a Vi.

– No me refiero a las incursiones aéreas, sino a la preocupación. ¿No te vuelves loca, pensando en James?

– Pienso constantemente en él -contestó Violet, muy seria-. Creo que no dejo de hacerlo ni un solo instante. Pero, qué remedio nos queda.

Audrey la miró con los ojos llenos de lágrimas y, de repente, no pudo resistirlo más. Tenía que decírselo a alguien.

– Oh, Vi, voy a tener un hijo… y Charlie no lo sabe -dijo mientras Vi la rodeaba con sus brazos-. Pensaba decírselo antes de que se fuera, pero no quería inquietarle. ¿Y si…?

– ¡Cálmate! -Vi le oprimió los hombros con fuerza, medio alegrándose y medio entristeciéndose por ella. Era terrible estar sola y embarazada en aquellas circunstancias. Sin embargo, sabía lo mucho que Charlie deseaba tener un hijo-. Es una noticia maravillosa, Aud. Debes cuidarte mucho, comer todo lo que puedas a pesar del racionamiento y descansar.

Ambas pensaron en las incursiones aéreas de todas las noches.

– ¿Crees que hubiera sido mejor decírselo antes de que se fuera?

– Hiciste lo que debías -contestó lady Vi-. Se volvería loco pensando en ti y no prestaría atención a lo que hace. Yo hago lo mismo con James. Le digo que todo va bien para que, cuando esté arriba, con el avión, se pueda concentrar en lo que hace y vuelva a casa sano y salvo. No pueden permitirse el lujo de distraerse.

«Les podría costar la vida», pensó Violet, aunque no se lo dijo a su amiga. Ambas se pasaron un buen rato hablando hasta que, al fin, Audrey se tranquilizó un poco. Violet no se sorprendió del embarazo, sino de que éste no se hubiera producido antes. Se preguntaba si, dadas las circunstancias, Charles volvería a presionar a Charlotte. No había tenido ocasión de hablar con él antes de que se fuera, pero había oído ciertos rumores sobre ella, aunque prefería no decirle nada a Audrey.

Cuando ésta se despidió, llevando a la pequeña Molly dormida en los brazos, la alarma antiaérea empezó a sonar y Violet tuvo que subir corriendo a recoger a Alexandra y a James y reunir a la servidumbre para irse todos juntos al refugio. Después tomó a Audrey del brazo para que no tropezara con los adoquines sueltos. Tenían que proteger a aquella criatura que aún no había nacido y cuya existencia sólo ellas conocían.

– Me alegro de habértelo dicho, Vi.

– Y yo, de que me lo hayas dicho.

Ambas amigas se tomaron de la mano y se miraron sonriendo mientras las bombas estallaban a su alrededor.

CAPITULO XXXV

Transcurrió casi una semana antes de que Audrey y Molly volvieran a ver a Violet. Ésta parecía muy preocupada. Mientras los niños se entretenían jugando, Violet le reveló a Audrey que la RAF efectuaba bombardeos nocturnos sobre Alemania. James realizaba constantes incursiones y, aunque había producido un elevado número de bajas entre las filas del enemigo, Violet se moría de miedo. Audrey trató de animarla y observó que su amiga había adelgazado mucho últimamente. De una vida cómoda y regalada había pasado de golpe a luchar contra el temor de las realidades cotidianas, sabiendo que no podía hacer nada para proteger a James como no fuera rezar.

– No le ocurrirá nada, Vi -dijo Audrey, confiando en que James tuviera suerte.

Violet la miró llorando. Esta vez era ella quien necesitaba el consuelo de Audrey.

– No podría vivir sin él, Aud.

Ambas amigas permanecieron largo rato abrazadas hasta que, al final, Vi se tranquilizó un poco y preguntó sonriendo:

– ¿Cómo te encuentras?

– Muy bien -contestó Audrey.

Se mareaba constantemente, pero no se quejaba. Deseaba darle la noticia a Charlie cuando volviera. El niño nacería en marzo y ella sólo estaba embarazada de dos meses. Aún no se notaba nada, claro, pero le parecía que tenía el vientre un poco más abultado y, además, se cansaba mucho, aunque esto también podía deberse a la falta de sueño. Se pasaban casi todas las noches en el refugio, y las bombas no cesaban de llover sobre el barrio. Varias casas habían resultado destruidas y los objetos se caían de los estantes cuando estallaban las bombas. Todo el mundo estaba desquiciado, pero Audrey parecía resentirse más

que nadie de la situación y a Violet no le gustaban las pronunciadas ojeras que le rodeaban los ojos.

– Procura cuidarte. Charlie se disgustaría mucho si te viera con esta cara.

– ¿Tan mala pinta tengo? -preguntó Audrey, sonriendo. Tenía más náuseas que nunca, pero lo peor era la falta de sueño.

– Se te ve cansada -contestó Violet, sin añadir que estaba muy pálida-. ¿Descansas por las tardes?

– Siempre que puedo -contestó Audrey. Pero Molly era una niña muy traviesa y a ella le gustaba trabajar de vez en cuando en el cuarto de revelado. Todavía no le había dicho nada a Molly sobre el hermanito que iba a tener, pero pensaba decírselo en cuanto se empezara a notar.

Por la noche, en la cama, solía apoyar una mano sobre el leve bulto y sonreía para sus adentros, pensando en su dulce secreto. La espera se le haría interminable. Ahora miró sonriendo a lady Vi y le preguntó:

– ¿Es tan terrible como dicen? Me refiero a tener un hijo.

Lady Vi se encogió de hombros como para quitarle importancia al asunto. Ella lo había pasado muy mal, pero no quería asustar a Audrey. A Vi, cuando nació Alexandra tuvieron que hacerle cesárea y por esta razón ya no podían tener más hijos, pero les bastaba con dos.

– No es tan terrible. La gente exagera mucho, pero después una se olvida de todo.

Audrey la miró a los ojos y vio en ellos algo que la asustó. Sin embargo, era demasiado pronto para preocuparse. Por muy espantoso que fuera, merecería la pena tener aquel hijo. Sin saber cómo, acudió a su mente el recuerdo de Ling Hwei, cuando estaba en Harbin. Sin embargo, en aquellos instantes tenía otras cosas en que pensar y, por otra parte, aún le faltaban más de seis meses.