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– Nuevos métodos… para un arte muy antiguo -dijo el médico, mirando con una sonrisa a Audrey y al pequeñuelo-. Lo ha hecho usted muy bien, señora Parker-Scott. El doctor Dick-Red estaría muy orgulloso de usted.

El médico llevaba algún tiempo utilizando con enorme éxito los métodos de aquel investigador.

Audrey les dirigió una radiante sonrisa de felicidad mientras Charlie le acercaba el niño al pecho para que empezara a mamar. Una hora más tarde, Audrey ya estaba limpia, peinada y arreglada en la cama, mientras Charlie, sentado a su lado, contemplaba el milagro que acababa de nacerles. El niño tenía un suave cabello rojizo, muy parecido al de su madre, y unos ojos enormes, pero, en conjunto, se parecía más bien a Charlie. La escena era tan tierna que Vi prefirió retirarse discretamente. Casi no podía soportar verles tan encariñados…, ahora que James estaba ausente. Se avergonzó inmediatamente de pensarlo porque se alegraba mucho por ellos. Eran las seis de la mañana de un azul y soleado día de julio en el que los pájaros del jardín parecían cantar con más entusiasmo que nunca.

Vi salió por la puerta de la cocina y vio alejarse el automóvil

del médico. Después observó que se acercaba un viejo vehículo con un hombre al volante. Se preguntó quién sería y, de repente, le dio un vuelco el corazón. ¡No era posible! ¡No era posible! Audrey y Charlie la oyeron gritar desde el dormitorio. Charles bajó a toda prisa para ver qué ocurría. Vio la puerta de la cocina abierta y descubrió a Violet inmóvil en el jardín, tapándose la boca con una mano mientras James descendía del automóvil y se la quedaba mirando como si fuera una aparición…, la mujer con la que había soñado durante tres meses cuando consiguió huir de Francia con la ayuda de la Resistencia. Lloró sin poderlo evitar mientras se acercaba a ella renqueando. Había perdido un brazo, pero a ninguno de los dos le importaba. ¡Estaba vivo! ¡Vivo!

Charlie contempló la escena en silencio y dio media vuelta para regresar junto a Audrey. Entró en la habitación con los ojos llenos de lágrimas y ella intuyó en el acto que había ocurrido algo.

– Charlie, ¿qué ha pasado? -preguntó, incorporándose en la cama.

Charles no tenía palabras para expresarlo. Su hijo y su amigo más querido habían llegado casi al mismo tiempo.

– Es James… -dijo llorando de emoción-. Está aquí.

Audrey apoyó la cabeza en la almohada y empezó a sollozar muy quedo, sosteniendo al niño en los brazos. Sus plegarias habían sido escuchadas. Vi tenía razón. James estaba vivo… y había vuelto a casa.

– Gracias a Dios -dijo, tomando una mano de Charles mientras ambos agradecían en silencio los dones recibidos.

James tardó un buen rato en subir a verles. Los cuatro rieron y lloraron a la vez en medio de una emoción indescriptible. Más tarde, despertaron a los niños y éstos lloraron, brincaron y gritaron alrededor de James mientras el pequeño James y Alexandra abrazaban a su padre, y Molly danzaba a su alrededor y miraba después a hurtadillas a su hermanito recién nacido. Fue un día inolvidable para todos en el que Charles y Audrey decidieron añadir un nuevo nombre a su hijo. Era un niño precioso… y se iba a llamar James Edward Anthony Charles Parker-Scott.

CAPITULO XLV

Charlie aún tardó un mes en recuperarse por completo de sus heridas e inmediatamente se presentó en el Home Office. Aún experimentaba algunas molestias de vez en cuando, pero ya no aguantaba más estar en casa sin hacer nada. Llevaba unos ocho meses de baja y deseaba volver a entrar en acción. Sus jefes tenían nuevos planes para él; querían que regresara al Norte de África, pero esta vez a Casablanca. Allí tendría muchas cosas que hacer. Audrey le miró casi con envidia cuando se fue. Envidiaba las emociones que viviría allí… y se sentiría desesperadamente sola sin él. Iría de nuevo como corresponsal, pero le habían destinado en secreto a la que se llamaba Operación Antorcha. Era un esfuerzo conjunto británico-norteamericano en el que se consideraba el desembarco de las fuerzas aliadas en el Norte de África, en otoño, con el fin de controlar el Mediterráneo. Era exactamente el tipo de trabajo que Charles deseaba. Más adelante, incluso participaría en las reuniones con el general Eisenhower. Le enviaban a Casablanca para que obtuviera información previamente al desembarco de las tropas aliadas en otoño. Casablanca, al contrario que Egipto, no se encontraba en manos aliadas, sino que pertenecía técnicamente al gobierno francés de Vichy, junto con Argel y Oran; pero las intrigas eran constantes. Había también alemanes, aunque no de manera organizada, franceses de la Resistencia, británicos y norteamericanos, y todos se vendían información mutuamente, robaban muías y vendían droga. Era un lugar extraordinario en el que podían ocurrir las cosas más imprevisibles. Lo más curioso era que los alemanes se encontraban demasiado ocupados más hacia el este y no prestaban una excesiva atención a aquellas ciudades, por cuyo motivo el desembarco tenía muchas posibilidades de alcanzar el éxito. Audrey escuchó las explicaciones de Charles con gran inte-

res, pero ahora no tenía más remedio que quedarse en casa con el niño y pagarle a Vi todo cuanto había hecho por ella. Ahora ambas habían intercambiado los papeles. Audrey se pasaba casi todo el rato cuidando de los cuatro niños y Vi salía a dar largos paseos con James a pie y en automóvil, saboreando cada momento. Audrey compartía con ellos las cartas que recibía de Charles. Casablanca debía de ser una ciudad fascinante y Charles se sentía muy a gusto en ella.

A juzgar por lo que escribía, era un lugar rebosante de intrigas, confusión y decadencia, un poco como el Shangai que ellos habían conocido. No distaba mucho de El Cairo y, sin embargo, no se le parecía en absoluto. Había suciedad y mugre por doquier y a Audrey se le puso la piel de gallina cuando leyó la descripción de la habitación del hotel en el que se hospedaba su marido. Sin embargo, lo más importante era que el desembarco de las tropas aliadas en el Norte de África dependería en buena parte de él. Claro que Charlie no mencionaba eso en sus cartas, por lo que Audrey se moría de deseos de saber lo que ocurría.

No ignoraba que la Resistencia se hallaba fuertemente atrincherada allí, aunque el gobierno de Vichy ostentara oficialmente el poder. Los funcionarios gubernamentales se pasaban el rato bebiendo o visitando a las prostitutas, sin importarles lo más mínimo lo que ocurría ante sus mismas narices. Italianos, alemanes, británicos y norteamericanos recorrían las calles, comprando y vendiendo sus mercancías. Charlie escribió varios reportajes interesantes y le envió a Audrey fotografías de niños vendiendo cigarrillos y de prostitutas callejeras haciendo tratos con los soldados. Viajó también varias veces a Oran, Rabat y Argel, aunque Casablanca era el centro neurálgico de la zona.

En septiembre, octubre y noviembre, las fuerzas de desembarco se adentraron en el Mediterráneo. Los alemanes tenían conocimiento de la presencia de las mismas, pero no imaginaban qué se proponían. Aún estaban ocupados en Libia y Egipto, y todos se llevaron una sorpresa cuando los aliados desembarcaron simultáneamente en Casablanca, Oran y Argel el 7 y el 8 de noviembre de 1942. Hubo unas pequeñas escaramuzas entre los británicos y las guarniciones de Vichy que rápidamente quedaron neutralizadas. Poco después, los hombres de Eisenhower ocuparon la zona. La ciudad no sufrió ninguna alteración. Rebosaba todavía de actividad, intriga y misterio entre los distintos bandos y era una especie de centro de distribución para la Francia Libre que pasaba información entre las fuerzas de la Resistencia y la Francia ocupada, y viceversa.

En enero, Churchill, Roosevelt y los generales Giraud y De Gaulle llegaron a Casablanca para participar en una célebre conferencia en cuyo transcurso Eisenhower fue nombrado jefe de las Fuerzas Aliadas en el Norte de África. Poco después, Trípoli cayó en poder de los británicos. A partir de aquel instante, Charlie dependió directamente de los norteamericanos, tal como le explicó a Audrey en una de sus cartas. Ésta comunicó a su vez la noticia a Vi y James. No sabía hablar de otra cosa más que de Charlie y sus misiones en el Norte de África.