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—Nosotros somos la Ucrania española —ha dicho un catalán, procurando hacerse más comprensible al huésped—. De nuestro destino dependen muchas cosas. Si los provocadores crean una situación terrorista, será inevitable la intervención, y no sólo la de Italia y Alemania. Es necesario poner todos los nervios en tensión, dominarse cuanto haga falta para evitar el desorden en Barcelona.

Sólo muy entrada la noche he enviado los primeros telegramas a Pravda.Hay aquí una censura muy difícil, no por su rigor, sino por su aspecto técnico. Ha sido necesario traducir todo el texto del ruso al francés y pedir a un agente especial que lo traduzca del francés al catalán.

Hasta hoy no ha llegado aquí la noticia de que los obreros soviéticos han dado ya a la España antifascista treinta y seis millones de francos. La han publicado los diarios de la noche y se ha transmitido por radio. La muchedumbre, que permanece en vela sin cesar, aplaudía entusiasmada junto a los altavoces. Grandes exclamaciones: Visca Rússia!(¡Viva Rusia!), la Internacionaly canciones anarquistas.

10 de agosto

Por la mañana hemos recorrido en coche los barrios obreros y el puerto. En todas partes la misma miseria desnuda, salvaje, que, en Europa, sólo se encuentra en los Balcanes y aquí. Toda la vida está al descubierto: la mitad, en la calle; el resto, por las puertas y ventanas abiertas. Nubes de criaturas se arrastran por el asfalto, juegan con las basuras, se pegan y cantan. Las amas de casa preparan la comida, aceitunas, judías y unas sopas escuálidas de judías y aceite de oliva. Las patatas son más caras, las comen menos. La carne, apenas la prueban, es cara. En su lugar, comen bacalao seco, de importación, a menudo corrompido. Excesiva abundancia de alcohol, aparte del vino, que se bebe mucho; lo beben todos, hasta los niños más pequeños, lo beben como parte de la comida; los obreros, empujándose ante las barras de los bares, además del vino sorben a vasitos mezclas alcohólicas tóxicas, aperitivos mal olientes de botellas con etiquetas chillonas. Muchos orinan en las inmediaciones de los bares y todo se funde en un hedor acre y penoso. Los pequeños artesanos, los que trabajan en sus casas, se cobijan y laboran en torno a enormes fábricas modernas; un abuelo medio ciego cose con tosco bramante una media suela desprendida a un obrero de una espléndida fábrica de calzado mecanizada. Con un hornillo de petróleo estañan viejos utensilios de cocina, rotos. Se trafica con harapos sucios, recosidos, ahí, a la vera misma de gigantescas fábricas y tiendas de ropa hecha, barata, con la que Barcelona surte a toda España, en parte a Francia e incluso a Inglaterra.

Pero un viento primaveral ha recorrido ahora esos tristes barrios. Ahora están conmovidos, vivificados. En las ventanas de las casas, poco menos que sobre cada uno de los portales, se ven banderas, con la hoz y el martillo unas, rojinegras, anarquistas, otras, o con las franjas de la bandera catalana, o bien banderas republicanas, oficiales. Todo está lleno de carteles, de octavillas, de periódicos; los leen, los discuten. Unas muchachas, sentadas en grupo, aprenden a coro, con las notas delante, canciones revolucionarias. En las librerías hay una enorme cantidad de libros nuevos, muchos de ellos soviéticos.

Una columna de jóvenes obreros se dirige al frente. Salen del edificio de un sindicato, acompañados de tambores, en filas de a cuatro; los dieciséis primeros llevan fusil, luego hay dos con pistola, y los demás simplemente mueven los brazos al compás del redoble de los tambores. Las madres, novias y hermanitos los acompañan, marcan el paso como ellos, en las filas, los abrazan. Un mozo toma en brazos a su madre pequeñita, de pelo blanco, magra, y la lleva, rojo por el esfuerzo, sonriendo algo confuso.

Las noticias de la guerra son buenas, pero imprecisas. La expedición valenciana ha partido en el barco de guerra Almirante Miranda,según parece, con siete hidroaviones a bordo y mil doscientos milicianos. El crucero se dirige a la isla de Menorca. Al mismo tiempo, se ha efectuado un desembarco en Ibiza, que en la víspera había pasado a manos de las fuerzas gubernamentales. Se espera que el asalto a Zaragoza tenga lugar dentro de un día o dos.

Al descender del avión, a mi llegada, estaba, como el halcón, solo con las plumas; pero hoyya dispongo de ciertos elementos auxiliares. Valdés me ha proporcionado una traductora al francés, Marina Ginesta, de las Juventudes catalanas, que no suelta ni por un instante su enorme fusil de fabricación antigua. Tengo un automóvil, un largo Chevrolet descapotable, con el guardabarros abollado, recubierto de inscripciones e iniciales de entidades que me son desconocidas.

He renunciado a la guardia personal y al chófer, mejor será que los utilicen en el destacamento. Por de pronto, es posible obtener bencina en todas partes, contra vales, por dinero o, si se pide bien, hasta gratis. Dispongo, además, de una máquina de escribir portátil y de un aparato fotográfico FED, como quien dice, ¡una sección entera de Pravdal

Al mediodía he visitado a García Oliver. De él dependen, ahora, todas las unidades de milicias catalanas. El Estado Mayor lo tiene instalado en el edificio del Museo Marítimo. Edificio espléndido, con amplias galerías y salas, techos de cristal, enormes modelos de barcos antiguos artísticamente ejecutados; mucha gente, armas, cajas de cartuchos.

El propio Oliver está en un lujoso despacho, entre tapices y estatuas; en seguida me ha ofrecido un enorme habano, coñac. Moreno, guapo, con una cicatriz en la cara, cinematográfico, hosco, con una inmensa parabellum al cinto. Al principio callaba y se mostraba taciturno, mas de pronto ha soltado un largo y apasionado monólogo, que revelaba al orador experimentado, tesonero, hábil. Prolongadas alabanzas a la valentía precisamente de los trabajadores anarquistas; asegura que han sido precisamente ellos quienes han salvado la situación en los combates callejeros de Barcelona. Que son precisamente ellos quienes constituyen ahora la vanguardia de la milicia antifascista. Los anarquistas han dado y están dispuestos a seguir dando la vida por la revolución. Están dispuestos a hacer más que dar la vida: están dispuestos a colaborar incluso con el gobierno burgués antifascista. Le resulta difícil a él, a Oliver, convencer a la masa anarquista de que ha de ser así, pero tanto él como sus camaradas hacen cuanto pueden para disciplinarla, para colocarla bajo la dirección de todo el Frente Popular, y lo lograrán. El caso es que a él, a Oliver, en los mítines ya le han acusado de oportunista y de que traiciona los principios anarquistas. Que los comunistas tengan en cuenta todo esto y no tiren demasiado de la cuerda. Los comunistas se comen las manos tras el poder. Si siguen así, la CNTy la FAI no responden de las consecuencias. Luego, nerviosamente, parece que con nerviosismo excesivo, comienza a desmentir. No es cierto que los anarquistas hayan escondido muchas armas. No es cierto que los anarquistas sean partidarios sólo de las milicias y sean contrarios al ejército regular. No es cierto que los anarquistas trabajen con el POUM. No es cierto que los grupos anarquistas desvalijen tiendas y viviendas; quizá se trata sólo de gente del hampa que utiliza la bandera rojinegra. No es cierto que los anarquistas estén contra el Frente Popular; su lealtad está probada con palabras y hechos. No es cierto que los anarquistas estén contra la Unión Soviética. Ellos respetan y quieren a los obreros rusos, no dudaban de que los obreros rusos acudirían en ayuda de España. Y si es preciso, los anarquistas ayudarán a la Unión Soviética. Que la Unión Soviética, en sus cálculos, no desdeñe una fuerza como la de los obreros anarquistas españoles. No es cierto que en otros países no exista movimiento anarquista, pero, desde luego, su centro es España. ¿Por qué en Rusia desdeñan a Bakunin? España honrará a Bakunin como se merece, lo hará por sí y por Rusia. No es cierto que los anarquistas no reconozcan a Marx... Me aconseja hablar con su amigo Durruti; si bien Durruti está en el frente. Se encuentra a las puertas de Zaragoza. ¿Tengo intenciones de visitar el frente?