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En Madrid han sido detenidos más de doscientos miembros de la organización. Entre ellos hay oficiales del Estado Mayor del frente, oficiales de artillería, de las unidades blindadas y del servicio de intendencia. La organización poseía sus agentes en la sección de información del Ministerio de la Guerra y de Marina.

En la organización de espionaje, junto con los miembros de la antigua aristocracia reaccionaria y de la Falange Española, trabajaban los dirigentes del POUM. Aparte del trabajo de espionaje, se trataba, también, de preparar para un determinado momento una sublevación fascista armada en las calles de Madrid.

Se ha logrado capturar a los espías repentinamente. Se les han encontrado documentos que los desenmascaran. Ello ha obligado a los detenidos a confesar. A uno de los espías se le ha hallado un plano de Madrid, y en su reverso la policía ha descubierto un documento escrito con tinta simpática. Han revelado la tinta; el texto es el siguiente:

«Al Generalísimo, personalmente. Comunico: ahora estamos en condiciones de comunicarle todo lo que sabemos acerca de los desplazamientos de las unidades rojas. Los últimos datos, enviados por nuestro transmisor, demuestran la seria mejora de nuestro servicio de información.»

Sigue la parte cifrada del documento. No había modo de descifrarla. La policía vagaba en las tinieblas. El juez de instrucción ha tenido la idea de dirigirse al Estado Mayor Central. Allí se han encontrado códigos cifrados captados a los franquistas. Uno de ellos conviene con toda exactitud a la carta. La continuación de la carta dice:

«La agrupación y acumulación de fuerzas para el movimiento en la retaguardia va con cierta lentitud. Ahora tenemos unos 400 hombres dispuestos a actuar. Estando bien armados, en condiciones favorables, pueden servir como fuerza de choque para el movimiento. Su orden acerca de la infiltración de nuestros hombres en las filas de los extremistas y del POUM se cumple con éxito. Nos falta un dirigente de la propaganda que comience este trabajo independientemente de nosotros para actuar con menos riesgo. En cumplimiento de su orden, he estado en Barcelona para entrevistarme con N, miembro dirigente del POUM. Le he dado cuenta de sus indicaciones. La falta de enlace entre ustedes y él se explica por unas averías en su emisora, que empezó a funcionar de nuevo estando yo allí. Usted, probablemente, ha recibido su contestación en lo tocante al problema fundamental. N pide con la mayor insistencia a usted y a los amigos extranjeros que yo sea el único individuo que mantenga enlace con él. Me ha prometido enviar a Madrid nueva gente para activar el trabajo del POUM. Gracias a estas medidas, el POUM se convertirá en Madrid, lo mismo que en Barcelona, en un punto de apoyo real de nuestro movimiento. Los datos enviados a través de B han perdido actualidad. Dentro de poco, le comunicaremos nuevos datos. Se acelera la organización de grupos de apoyo. El problema de las operaciones organizadas en el sur permanece sin aclarar.»

27 de junio

En todos los frentes hay una calma total, sólo se observa cierta agitación en el Jarama. Los republicanos preparan un gran golpe en las inmediaciones de Madrid. Ahí se concentran las mejores unidades de choque, las divisiones de Líster, de Walter, mucha artillería y aviación. Pero la preparación aún se efectúa muy lentamente. La ofensiva empezará no antes de los primeros días de julio, si el enemigo no se adelanta.

Por la noche es imposible conciliar el sueño en Valencia. El calor no deja respirar. Por la ventana abierta penetra el escándalo de los gallos. Los valencianos, en todas las casas, se han dedicado a la cría de gallos y gallinas, los tienen en los balcones, a los que han puesto enrejados de madera; en todos los patios, se elevan de cinco a ocho pisos de gallineros. Yo voy a pasar la noche en Perelló, pueblecito de pescadores. La carretera pasa entre canales de regadío y campos de arroz; tibias emanaciones huelen a podredumbre y a malaria; flores enormes, inverosímiles, gente con grandes sombreros cónicos de paja, altos puentes semicirculares despiertan en la imaginación la idea de China, quizá la de Brasil...

Perelló se levanta al lado mismo del mar, está bañado por las tibias salpicaduras de las olas que se deshacen al chocar contra la costa, con callejuelas de casas blancas y de color, muchas de ellas cerradas a cal y canto, mientras que en las demás viven viejos, mujeres y niños.

El kulak del pueblo posee una casa de dos plantas en una encrucijada. Es el ejemplo corriente del rico de pueblo, tal como se encuentra en todo el mundo. En la planta baja, está la vivienda del dueño, dos pequeñas habitaciones; la taberna: el mostrador, barriles de vino, un hogar, mesas ennegrecidas por el hollín y la grasa; la tienda tras el mostrador, comercian la mujer y la hija, en las estanterías, alpargatas, tubos de quinqué, licores, sombreros de paja, perfumes madrileños, papel de fumar, retratos de estrellas cinematográficas. Ya no hay productos alimenticios de mayor consumo, sólo aceite de oliva del que se da un litro por persona, en cola. En el piso superior, habitaciones para los viajeros, seis habitaciones con mosquiteros. En el patio, un depósito de maíz con la inscripción: «Garaje para los señores hospedados en el hotel.»

El dueño vaga sin cesar por la casa, de un piso a otro; es un hombre de increíble gordura, con tres nucas y tres sotabarbas, vestido con ropa de campesino, de satén negro, parecida a nuestra camisa rusa. Por el ecuador del vientre, le pasa una amplia faja de pringosa materia negra. En esta faja, su dueño lleva cerillas, velas, jabón, libros de contabilidad y llaves; podría colocar ahí un corderito entero. Ayer por la noche, cuando Soria y yo llegamos, se había perdido la llave de mi habitación. El dueño estuvo largo rato forcejeando en la cerradura, resoplaba, pues tiene asma. Luego, de súbito, se volvió y empujó levemente con su enorme trasero. La puerta saltó de sus goznes, como abatida. Soria reía estrepitosamente, todos reíamos a carcajadas, despertamos a la casa entera, y el que más reía era el propio dueño, que se sentía halagado. Desde entonces, al encontrarse con Soria o conmigo, se ríe desde lejos, recordando el caso de la noche.

De todos modos, en las habitaciones del kulak hace un calor sofocante. Dorado me ha buscado un sitio para dormir al otro lado de la calle, en casa de un chófer del pueblo, Ramón, que ahora no trabaja. Ramón es un mozo alto, pesadote, de pobladas cejas, bizco. Hace poco que se ha casado. Su padre, pescador, viudo, se ahogó en el mar el pasado invierno. Ramón vive con su joven mujer en la casita del padre. Sólo tienen un cuarto, con suelo de arcilla, el hogar y un alto montón de olorosas hierbas. Me han separado con unas esteras un rincón junto a la ventana, allí me han puesto la cama de soltero de Ramón; él duerme, con su mujer, en la gran cama del padre.

Pero ellos no duermen. Y yo tampoco puedo conciliar el sueño, por culpa de ellos. Hasta bien tarde, de madrugada, no cesan los cuchicheos y los gemidos.

—¡Ramón, mi amor! ¡Oh, qué delicia, Ramón!

—Estoy un poco cansado, Matilde.

—Ramón, sólo estás un poco cansado, ¿verdad? No te duermas, Ramón. No te dejaré dormir. Mira con qué fuerza te abrazo. ¡Duerme, Ramón! De todos modos yo no dormiré, me quedaré contemplándote, amor mío.