Выбрать главу

En el transcurso de algunos meses, los tanquistas republicanos de España han experimentado sobre sí toda la suma de los recursos de fuego antitanque de que dispone hoy la técnica militar.

—¿Y qué efecto les producen los ataques de la aviación?

—Por suerte, casi no nos producen ningún efecto. Las tres cuartas partes del miedo que provoca a los soldados en el combate, para nosotros no existen. A la aviación no la vemos, y cuando nuestro motor está en marcha, no la oímos. Los cascotes de las bombas no atraviesan nuestro blindaje. La bomba en sí, naturalmente, hace daño, mas para esto primero ha de hacer blanco, lo cual, en toda la guerra, ha sucedido sólo una o dos veces. Con frecuencia nos atacan cazas fascistas. Notas que por la tapa de hierro parece como si cayera granizo. En general, esto resulta perfectamente aceptable...

Durante largo tiempo, los tanquistas, en son de broma, también denominaron antitanque a su propia infantería: no había modo de coordinar la acción con ella. En los ataques, las unidades de infantería a menudo se rezagaban, no era raro que llegaran incluso a perder de vista el tanque. No sabían fortificarse en los lugares donde los tanques habían abierto brecha, no comprendían el sentido de la movilidad y de la capacidad de maniobra de la máquina, y la entendían sólo como batería que iba con ella, con la infantería: a donde iba la máquina, allí debían ir los infantes. Si una sección de tanques o incluso una sola máquina volvía a la retaguardia para repostar gasolina o municiones, se tomaba eso por una retirada, y la infantería marchaba animosa siguiendo al tanque, hacia atrás. El tanque repostaba, y la infantería otra vez le seguía animosa hacia adelante...

Ahora la situación ha cambiado, si no totalmente, por lo menos de manera radical. En los combates y en los ejercicios tácticos, cuando hay un respiro, infantes y tanquistas se han hablado y se han comprendido. Ahora, en las operaciones de tanques, la infantería a menudo va pegada a las máquinas.

Los tanquistas hablan de sus preocupaciones y necesidades medio en broma, como si se tratara de las diversiones más inocentes. En realidad, estos héroes han vivido decenas y centenares de horas de peligro mortal. Después de penetrar en la profundidad del dispositivo fascista, con el riesgo de quedar cercados a cada instante o simplemente de atascarse en algún obstáculo natural, embotellados en su caja metálica, los tanquistas regresan a su punto de partida sanos y salvos (por desgracia no siempre) sólo merced a su valentía sin límites, a su sangre fría y a su ingenio. Hay momentos en cada combate en que al soldado o al jefe no pueden acudirle en ayuda ni las instrucciones ni las indicaciones ni los reglamentos ni las enseñanzas. Son, sólo, el propio arrojo y entendimiento lo único que pueden asegurar el éxito del ataque o sacar al combatiente, a sus camaradas o a la máquina, de un mal paso. Y en estos momentos, se muestra la naturaleza del hombre, su fidelidad a la causa por la que lucha, su educación revolucionaria.

Se han distinguido muy brillantemente los tanquistas republicanos, en un aspecto, al parecer secundario, como es el de sacar y restablecer las máquinas que quedan fuera de combate. Combatientes y jefes valoran y tienen en mucha estima su parte material, sus preciosas máquinas, creadas con tanto trabajo en las condiciones de la guerra y del bloqueo fascista. Si en el campo de batalla se atasca un tanque o queda averiado por el fuego de artillería, los combatientes se esfuerzan por sacarlo, cueste lo que cueste. El enemigo mantiene bajo su puntería, inmediatamente, todo tanque que se para. Por esto el mejor tiempo para sacarlo es, desde luego, el atardecer o la noche. Los tanquistas tienen un grupo permanente de cazadores. Éstos se arrastran imperceptiblemente desde centenares de metros hasta el tanque. Colocan la cadena que ha saltado, reparan, a ser posible sin hacer ruido, la avería del motor, otros en seguida empuñan el cañón o la ametralladora para responder al fuego del enemigo en el momento en que el tanque regresa.

Pero no siempre es posible esperar a que llegue la noche para efectuar esta operación. Y entonces, arriesgándose diez veces más, los tanquistas se arrastran hacia el tanque en pleno día. A veces, después de invertir horas enteras en su lento avance, logran penetrar en la máquina, y entonces el lagarto de acero totalmente muerto por su aspecto, de súbito revive. Los fascistas le acribillan furiosamente, pero el tanque, respondiendo, llega hasta sus líneas para lanzarse de nuevo al ataque, al día siguiente, después de la reparación.

El pueblo español, su ejército, respetan y quieren a sus tanquistas, estiman en mucho su trabajo, atormentadoramente difícil y heroicamente arrojado. Con todo, los tanquistas son más modestos que la modestia. Es probable que la tensión misma, la seriedad y la dureza habitual de la lucha, eche a un lado todo pensamiento de afectación, el griterío y la jactancia. Cuando esos días habituales quedan interrumpidos por raros días de descanso entre las operaciones, los tanquistas se alegran y divierten con modestia y sencillez, como niños.

En un prado, bajo plátanos enormes, ante largas mesas, están cenando parlanchines y alegres. Muchos de los combatientes tienen sus pupilos gorrones. El de uno es un gato, el de otro es un conejo, el de un tercero es un perro de impresionantes dimensiones. La amistad queda consagrada por el peligro. Los cuadrúpedos educados viajan junto con los tanquistas en las máquinas y los acompañan al combate. Después de la cena, se organiza una competición en cantos y danzas. Las donosas cancioncitas madrileñas alternan con el impetuoso bolero andaluz y con la vigorosa y rauda jota aragonesa. En esta armonía animosa e indestructible de las audaces voces juveniles, se percibe la condena indiscutible, irrevocable y aniquiladora del enemigo, que no podrá escapar a su perdición, más tarde o más temprano.

19 de agosto

Se ha dado un nuevo e importante paso en el camino de la unión de la clase obrera y de todos los trabajadores de España. Se ha firmado y publicado un importantísimo documento político: el programa de acción conjunta entre los partidos Socialista y Comunista. El documento ha sido elaborado por el comité nacional de enlace entre ambos partidos.

El primer punto del programa común reclama que se intensifique la capacidad combativa del Ejército Popular republicano, que se establezca una disciplina de hierro, que se efectúe una enérgica limpieza en el ejército y se expulse a los elementos hostiles, que se ayude práctica y moralmente a los comisarios de guerra, que se organice la instrucción militar de los jóvenes antes de que entren en quintas y que se creen potentes reservas de tropas.

En los siguientes puntos, el programa exige la nacionalización de la industria de guerra, que se ponga orden en el transporte automóvil y ferroviario, que se creen unidades de zapadores y antiaéreas modelo en el frente y en la retaguardia.