Todo esto es muy agradable. Pero al mismo tiempo, los fascistas —y de ello no se habla en el parte— han hecho retroceder a las unidades republicanas en Navalmoral de la Mata y se dirigen hacia Oropesa. En cinco días han avanzado en esta parte unos cien kilómetros. He tomado una regla, un mapa a buena escala y he hecho cálculos sobre esta dirección de Extremadura. Por carretera, de Navalmoral a Madrid hay 179 kilómetros (desde Mérida hay 354; desde Badajoz, 415). Pero la cuestión no está, en este caso, en los kilómetros, sino en que esta línea y la que le es paralela, Mérida-Navahermosa-Toledo-Getafe, sirven de pasos naturales hacia Madrid entre cadenas montañosas por el valle del Tajo. Sólo en Talavera, el lugar más estrecho del valle, se encuentra un obstáculo serio. Desde Talavera hasta Madrid, la franja llana alcanza una anchura de cincuenta o sesenta kilómetros y permite al ejército deslizarse hacia la capital sin tener que vencer ningún obstáculo natural. En ese frente, las tropas gubernamentales o, mejor dicho, las unidades de milicias, son muy escasas, en parte porque ahí, al suroeste de Madrid, exclusión hecha de Toledo y de Talavera, no hay ciudades grandes ni pequeñas. Pero los obreros toledanos están sujetos por el asedio del Alcázar —nido fascista en el centro de la ciudad—. Mientras no acaben con él, no pueden salir al encuentro del enemigo. En Talavera hay ferroviarios y obreros de las fábricas de cerámica, pero nadie los organiza. Es más, aunque estuvieran en condiciones de pelear, sólo podrían contener temporalmente, hasta la llegada de las fuerzas principales, la ofensiva del ejército fascista, con su aviación, su artillería, sus legionarios y sus marroquíes.
Todo esto, debido a Badajoz. Tomado por los facciosos, se ha convertido para ellos no sólo en entrada de Portugal, sino, además, en anillo de unión entre sus fuerzas del norte y del sur. Con la pérdida de Badajoz, la guerra civil ha entrado en una nueva fase. Hasta ahora las acciones militares estaban divididas en zonas separadas, en focos. En algunos lugares, las partes contendientes se hallaban dispuestas hasta en círculos concéntricos, por ejemplo en la provincia de Córdoba, donde la provincia, republicana, asedia la propia ciudad de Córdoba, mientras que en el interior de la ciudad, a su vez, los barrios obreros, fieles al gobierno, están sitiados por los sublevados. Lo mismo ocurre en Asturias, en Toledo, en las islas Baleares. Ahora ha comenzado la unión de las manchas separadas en macizos continuos. Si Extremadura es ocupada, los territorios de los facciosos se unirán y rodearán a la capital por el norte, por el oeste y por el suroeste. ¡He aquí las consecuencias de la criminal falta de atención de Madrid por la defensa de Badajoz!
El sector de Extremadura inquieta no por el peligro mismo que representa, sino, precisamente, porque a ese sector todavía no se le concede atención operativa. El día 20, por la noche, cuando los fascistas tomaron Mérida, telegrafié a Pravda:«Al suroeste de Madrid se crea una nueva zona de combate, mucho más seria que la zona del Guadarrama, la cual, si bien se halla más próxima, está bien defendida por las montañas y por las tropas. El general Mola ha dirigido un imponente grupo de tropas por la línea Mérida-Toledo, topográficamente cómoda vía hacia Madrid.»
Para la una de la tarde, me ha concedido una entrevista don Manuel Azaña. En el patio del ex palacio real hay mucha animación, muchos automóviles, algunos de ellos con el barro de caminos vecinales pegado en el guardabarros. Llegan a toda velocidad motoristas del servicio militar. Entre los tapices y gobelinos del palacio, hay también muchos oficiales, mapas, máquinas de escribir, aparatos de telégrafo. Parece que es aquí donde se encuentra el Estado Mayor que no está aún en el Ministerio de la Guerra.
El propio Azaña, reposado, caviloso, ha envejecido sensiblemente en estos cinco años.
En España, país de suntuoso lujo nobiliario y suma ignorancia rural, el pueblo honra bondadosa y fielmente a la intelectualidad. Los testimonios del pensamiento humano, a veces cuanto más abstractos tanto más seductores, están rodeados de una atmósfera de admiración y reverencia. Azaña, filósofo esteta, publicista al nivel de los elegidos, autor de primorosas novelas psicológicas, presidente del Ateneo, club de intelectuales, se ha visto llamado a presidir la tronante y bullente España popular del año 36. A él, crítico literario, cuya fina espada estilística buscaba las formas más elegantes de traspasar las corazas medievales de los místicos religiosos, le ha sido dado convertirse en centro vivo de unión política, en dirigente de la lucha parlamentaria y de masas, primero contra la monarquía y la dictadura de militares y terratenientes, después, contra la reacción fascista.
La victoria electoral del Frente Popular ha situado a Azaña en el Palacio Nacional, como jefe del Estado. Su viveza y dinamismo personales no le han permitido convertirse en una figura puramente representativa. Al contrario, para amigos y enemigos, el nombre de Azaña ha pasado a ser el símbolo de la defensa activa de la República democrática contra el fascismo. Por esto el viejo palacio real está ahora más animado que nunca en toda su existencia.
Azaña habla emocionado del heroísmo y de la cohesión del pueblo español que, con las armas en la mano, defiende el régimen democrático.
—Pese a la provocación del fascismo o, quizá como consecuencia de ella, nuestro pueblo ha dado muestras de su conciencia, de su voluntad y de su firmeza en defensa de sus derechos.
Tiene muchas palabras de alabanza para el Partido Comunista, por su organización y disciplina en los días de combate, habla de la enorme autoridad del Partido entre amplias masas del pueblo.
Habla largo rato de las dificultades con el armamento, de las posíbilidades de su compra y envío, caracteriza la personalidad y las cualidades de los pocos militares profesionales que han permanecido fieles al gobierno... Pero, en general, las fuerzas republicanas casi carecen de mandos. Hay que forjarlos sobre la marcha, y esto no es cuestión de un día.
Habla con cariño de nuestro país. Pregunta con detalle qué formas y manifestaciones ha tenido entre nosotros la simpatía por el pueblo español.
—Transmita a su pueblo, que su simpatía, su imponente ayuda, nos han conmovido hondamente, pero no nos han sorprendido. Para mí siempre ha estado claro que la gran democracia soviética tenía que mostrarse solidaria con la democracia española. Nada divide a la Rusia actual y a la España de hoy. Al contrario, hay y habrá mucho de común y que nos aproxima. Tengo la esperanza de que se reforzarán y se profundizarán las relaciones económicas y culturales entre ambos países.
Yergue la cabeza; su faz redonda, dulce, un poco como la de una vieja dama, se vuelve más severa y dura.
—El pueblo español, su presidente, su gobierno legal, continúan defendiendo su maravilloso país, su libertad, su valiosa cultura. Nuestra victoria será un gran éxito para la cultura, el progreso y la democracia, un éxito de toda la humanidad en la lucha contra las fuerzas oscuras del pasado que está en vías de desaparecer. Indalecio Prieto no ocupa ningún puesto oficial. No obstante, se le han asignado un enorme y lujoso despacho y una secretaría en el Ministerio de Marina.