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Su invitación podría ser la de un amigo, así que, una vez más, acepto su propuesta. Lo que en realidad pretende Jaime es hacerme bajar la guardia, intentando una relación amistosa, ya que cada vez que nos hemos visto en su empresa, yo he sido muy distante.

Paga las dos copas y nos vamos andando hasta el restaurante, que se encuentra a unos quinientos metros del Maremágnum, en dirección a la Villa Olímpica. El propietario del local, que parece conocerle, le saluda calurosamente y nos encuentra rápidamente una mesa, a pesar de lo repleto que está el sitio. Nos ofrece un aperitivo, y Jaime me pide permiso para pedir una mariscada.

– Una mariscada para dos, para levantar los ánimos, ¿te apetece?

Me encanta el marisco y me parece una óptima idea. Tenemos aparentemente los mismos gustos. Pide una botella de champán del mejorcito y se pone a brindar por la amistad. En realidad, parece estar cortejándome, y lo hace intentando impresionarme. Nos ponemos a hablar de trivialidades, hasta que empieza a hacerme más preguntas personales.

– ¿Realmente te molestó que te preguntara el otro día si tenías

novio?

– Me chocó un poco -soy muy sincera-. Que esté casada o no, lo puedo entender. Pero que tenga novio, ¿qué más da?

– Para mí era muy importante saberlo.

– Ya lo sé. Me explicaste que querías que la persona que contratases estuviera libre. Si ésos son tus requisitos, dudo que la encuentres.

– No, la verdad es que no fue por eso.

Bajo el tenedor antes de que llegue a mi boca.

– ¿Cómo que no? ¿Y por qué fue entonces?

– Fue para ver si podía salir contigo esta noche -contesta, mientras sigue comiendo-. Si me hubieses dicho que tenías novio, habría buscado otra estrategia.

– ¿Cómo?

No puedo reaccionar. Esta revelación me ha dejado sin poder articular palabra.

– Pues sí. Si hubieses tenido novio, habría ido a por ti hasta las últimas consecuencias.

Hemos bebido bastante y achaco su comentario al alcohol. Los nervios empiezan a traicionarme y me pongo a reír de inmediato.

– ¿No te hubiese molestado que tuviera novio?

– Al contrario, habría hecho todo lo posible para que lo dejaras -dice, con la seguridad que mostró durante nuestra primera

entrevista.

– Pero ¿qué dices? -prosigo, sin poder quitarme la risa nerviosa-. ¿No me acabas de contar que estás enamorado de una mujer?

Como no estoy entendiendo nada, empiezo a pensar que este tipo está completamente loco.

– Sí, y es verdad. Estoy loco por una mujer. -Ya veo -digo, perdiéndole un poco el respeto-. Estás enamorado y vas ligando por ahí. Se pone a reír a carcajadas.

– ¡Qué tonta eres! -exclama con cariño-. ¡No entiendes nada!

– Pues no. No te entiendo. Eres como todos. Tienes a una mujer, de la cual estás enamorado, y sigues mirando a las demás. No te entiendo.

Me da igual lo que piense de mí. Después de esa conversación, he decidido que nunca lo volveré a ver en la vida. Es un presumido de mucho cuidado. Jaime se pone de repente serio, llama al camarero y pide otra botella de champán. No abre la boca hasta que están nuevamente llenas nuestras dos copas. Levanta la suya y anuncia: -Brindo por ti, Val, la mujer de la cual estoy enamoradísimo. Mira mi copa y espera que yo la levante también para acompañarle en el brindis. Pero estoy paralizada y me he quedado sin habla. No me esperaba nada de eso y soy la primera sorprendida. Me invita nuevamente a coger la copa y brindar, lo que hago al final de manera automática.

– Es lo que te quería decir. Por eso te invité a cenar. Estoy loco por ti -murmura estirando el cuello, para acercarse a mi rostro-. Tú eres la mujer de quien estoy enamorado.

Me estoy quedando boquiabierta, mientras él se bebe la copa entera. Yo, en cambio, no puedo tragar nada.

– ¡Ya está! -dice aliviado-. Ya lo he soltado. Tenías razón.

Debía hablar contigo. Me acabo de quitar un gran peso de encima.

No consigo creer lo que estoy escuchando y me quedo con la copa llena en la mano, medio temblando, mirando las burbujas subiendo hasta la superficie.

Jaime se pone triste de repente y comenta:

– Lo siento. No quería que te sintieras incómoda. Lo siento de verdad.

Pide inmediatamente la cuenta. Me siento rara porque no estoy acostumbrada a que alguien, casi un desconocido, me declare su amor de esta manera. Paga y salimos en silencio.

– Te acompaño a tu casa. Espero que no te moleste. Cuando salgo con una persona, siempre me gusta acompañarla a su casa.

La cabeza me empieza a doler. He bebido demasiado y no sé qué decirle. Pero decido dejar que me lleve. Cuando estamos delante de la puerta de mi edificio, me sorprende dándome las buenas noches y marchándose sin más. No pienso hacer nada para impedirle que se vaya porque estoy asombrada con su repentina declaración de amor y necesito un tiempo para digerirlo y reponerme.

20 de junio de 1998

Ha pasado casi un mes hasta que empezamos a salir juntos. Desde aquella declaración, Jaime no volvió a llamarme, excepto una vez para decirme que si lo quería, el puesto que me ofreció era mío, sin compromiso amoroso con él. Lo rechacé, porque después de aquella cena quedó claro que no iba a trabajar en su empresa, y porque voy a buscar otro empleo pues he decidido salir con él. Es una cosa o la otra. Debo admitir que me ha gustado la osadía que ha tenido al declararme que está enamorado de mí, pero también valoro mucho la discreción que me ha demostrado hasta hoy. Ha entendido perfectamente que no me gusta sentirme agobiada, y está creando, en realidad, un clima propicio para que me enamore de él. También ha visto claramente desde un principio que el trabajo no me interesa. Debe de pensar que soy una mujer autosuficiente, con ideas claras, y que sólo se puede enamorar si no están permanentemente encima. Vamos, soy la presa ideal para cualquier cazador ambicioso.

Nos hemos ido viendo en unas cuantas ocasiones, durante las cuales, él ha dado por hecho que al final voy a caer en sus brazos. Quiere que tenga muy claro que está seguro de sí mismo en este aspecto, y que tarde o temprano va a suceder. Me empieza a gustar cada vez más y más, pero no me he ido todavía a la cama con él, como suelo hacer con los demás. Quiero esperar.

Hoy hemos quedado para charlar. Jaime dice que desea contármelo todo acerca de su vida, porque no quiere tener secretos conmigo. Me va relatando la historia de su matrimonio con su ex mujer, que tiene actualmente un cáncer de mama, y me confiesa lo mucho que la ha amado, pero me explica también que nunca ha conseguido serle fiel y que ella, un día, se cansó y le dejó.

Quiere mostrarme sus debilidades como quien lee un libro abierto, de principio a final. Eso también forma parte de su elaborada estrategia. Además, su manera de contar las cosas hace que una no pueda quedarse de piedra. Con seguridad, pero también admitiendo que se siente muy arrepentido de su actitud. Me seduce su personalidad, dia tras día, su lado cabrón en el fondo, y sus infidelidades con las mujeres, que se van mezclando con una ternura paterna invisible. Me va explicando que ha mantenido una relación de siete años con una ex modelo, Carolina, con quien ha tenido una pasión sin límites y que aquella relación también ha acabado por sus infidelidades con otra mujer, que era, ni más ni menos, que la mejor amiga de Carolina. En realidad, sé que me está transmitiendo un mensaje con cada palabra que utiliza: ¿Serás capaz de domarme? Así me ha enganchado. Ahora, es él quien representa un reto para mí.

Me habla extensamente de sus dos hijos, a quienes sólo ve los fines de semana, y su orgullo de padre me enternece. Supongo que es debido a una de sus facetas que desconozco todavía, y también a que mis hormonas de mujer casi a punto de cumplir los treinta, me empujan a la maternidad.