la T la + tiene un significado sexual y es el símbolo de la generación dígena. Esta
forma de generación es puramente terrestre; Venus está por encima de ella como un prototipo espiritual está por encima de su representación condicionada. En la lámina IV, los planetas (léase “cualidades cósmicas”) son como irradiados por el Sol. La lámina V viene a ser el complemento de la anterior. Ahora el Sol aparece reconstruido por los planetas -y es su síntesis, como los colores reunidos en las debidas proporciones, reproducen la luz.
Así, la vida se manifiesta en una circulación por el cuerpo de la naturaleza, desintegrándose en cualidades que evolucionan hacia su reintegración en la Vida-Una. En un matraz que simboliza la maternidad universal, se produce la síntesis solar. Los elementos activos, ígneos o paternales están figurados en una serpiente que lleva el signo de Saturno en el anillo que forma alrededor del cuello del matraz, el de Júpiter en el cráneo de la misma, y el de Marte en los poderes activos que brotan de sus ojos y de sus ponzoñosos dientes. Los elementos pasivos, acuosos o maternales, están figurados en el interior del matraz por las sustancias de diversas densidades que contiene.
El sistema entero está íntimamente unido y dotado de unas alas con las que surca el espacio. Es la evolución universal. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué se produce esta evolución? Hacia dónde?… Son estas preguntas, otras tantas lecciones de modestia para el hombre; puesto que evidencian nuestra absoluta ignorancia en todo aquello que no sean relaciones de detalle.
Y para terminar, observaremos al lector que no pretendemos con esta breve explicación sobre una materia que exigiría muchos volúmenes hacer otra cosa que orientar la investigación y en manera alguna agotar ni siquiera desarrollar sucintamente el tema.
El simbolismo iniciático es una inagotable mina de preciosas enseñanzas; una parte de sus riquezas es a todos ofrecida, pero menester será un esfuerzo propio por parte de cada investigador para extraer de este mineral aurífero el oro filosófico de su verdad.
Lámina 6. La voladora vibración
La voladora vibración
Es un postulado admitido de antiguo por los ocultistas, el que reza que todo es vibración, y cada día la ciencia profana se pronuncia más decisivamente en el mismo sentido. Todo -esto es, todo lo que aparece como cosa- en el fondo no es sino un estado vibratorio que afecta en algún modo nuestros sentidos, ya sea directamente, ya por mediación de instrumentos que son, en suma, meros auxiliares de aquellos. Ahora bien, siendo evidente que los sentidos externos no son más que aparatos receptores de vibraciones, se puede afirmar que en el mundo -por lo menos en el mundo de nuestro conocimiento- todo es vibración. Cuando inventamos instrumentos o métodos que aumentan el alcance de los sentidos y perfeccionan o corrigen sus impresiones, llegamos a veces a hacernos capaces de constatar ciertos estados vibratorios que están fuera de las percepciones ordinarias; venimos a tener noticia de otras vibraciones que no conocíamos; pero, de todos modos, nuestro conocimiento del mundo, no va más allá de la vibración, como si ésta fuera una esencia simple e indescomponible; como si fuera el mismo ingrediente primario de todas las cosas.
Sin embargo; el razonamiento nos enseña que el mundo de nuestro conocimiento es solamente el conjunto de aquellos aspectos del mundo real, cuyas vibraciones vienen a quedar a nuestro alcance de uno u otro modo, pero el mundo real es infinitamente más vasto, y aún cuando conociéramos “todos” los aspectos podría aún escapársenos la esencia simple, ni puede contenerlo todo en sí misma.
Implica la existencia de algo capaz de vibrar: el elemento sustancial; algo que hace vibrar, el elemento dinámico o esencial, y por último, la resultante del influjo mutuo: la vibración. Además hace falta todavía apreciar las condiciones determinantes que limiten el modo de influirse, las proporciones de estos elementos y la oportunidad de sus manifestaciones en el tiempo y el espacio.