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Lo cierto era que todo esto había salido en un periódico de la mañana. La prensa de la mañana no se preocupaba de los temas privados, sino sólo de los públicos, en otras palabras: solamente trataba de cosas masculinas, políticamente correctas y limpias y evitaba todo lo que fuese delicado, interesante y femenino. Dejó la hoja y revolvió el montón buscando una entrevista en los suplementos de la prensa de la tarde. Claro, ¡ahí estaba!, un pequeño recuadro con sus datos: nombre: Ingrid Christina Furhage; familia: esposo e hija; vive: casa en Tyresö; sueldo: alto; fuma: no; bebe: sí, agua, vino y café; mejor cualidad: que opinen otros; peores defectos: que opinen otros… Annika siguió hojeando, las respuestas del pequeño recuadro eran las mismas durante los últimos cuatro años, es decir después de conseguir la protección en el padrón. No figuraban los nombres del marido o la hija, y la vivienda que se mencionaba era la casa de Tyresö. Encontró un artículo de hacía seis años en el suplemento dominicaclass="underline" en él la familia estaba formada por Bertil y Lena. Bueno, ése era el nombre de la hija, seguramente Milander sería el apellido.

Dejó el montón del resumen de artículos y se concentró en el más pequeño, denominado «Conflictos». Al parecer no había tenido muchos. El primer artículo trataba de una pelea con un promotor que había dimitido. No tenía nada que ver con Christina Furhage; sólo la citaba al final, que era por lo que el ordenador lo había seleccionado. El siguiente texto versaba sobre una manifestación contra los efectos medioambientales del estadio olímpico. Annika se enfadó. ¡Esto no tenía nada que ver con los conflictos de Christina Furhage! Eva-Britt había hecho un trabajo horrible. Tendría que ordenarlo. ¡Para algo tenía una documentalista en la redacción de sucesos! Eva-Britt debía seleccionar el material de fondo y así ahorrar tiempo a los reporteros saturados de trabajo. Annika cogió todo el montón de «Conflictos» y lo hojeó: manifestaciones, protestas, un artículo de debate y… Annika se detuvo. ¿Qué era esto? Apartó el resto del montón y pescó un pequeño texto al final. «La jefa de los Juegos despide a una secretaria tras una pelea amorosa», decía el titular. Annika no necesitó ver quién lo había publicado. Era, evidentemente, el Kvällspressen. Estaba fechado hacía siete años. Una joven había tenido que dejar de trabajar en el recientemente constituido comité olímpico por tener una relación con un jefe superior. «Esto me parece un insulto y un retroceso», había dicho la mujer al reportero del Kvällspressen. La jefa de los Juegos, Christina Furhage, había declarado que nadie había despedido a la mujer sino que su contrato laboral había terminado. No tenía nada que ver con su relación amorosa. End of story. No constaba quiénes eran la mujer y el jefe. Nadie más había publicado la noticia y no era de extrañar. La historia era muy floja, y se trataba del único conflicto en torno a Christina Furhage tratado por los medios. «Tuvo que ser una maravillosa jefa y organizadora», supuso Annika. Pensó durante un momento en la tonelada de escritos sobre conflictos en su propio lugar de trabajo a lo largo de los años, y eso que éste no era un mal lugar.

– ¿Has encontrado algo interesante? -preguntó Berit a su espalda.

Anmka se levantó del borde de la mesa.

– ¡Menos mal que has vuelto! No, nada especial, bueno, quizá. Furhage despidió a una joven por tener una relación con un jefe. Puede estar bien saberlo… ¿Tú qué has conseguido?

– Bastante. ¿Quieres que lo analicemos rápidamente?

– Esperemos a Patrik -respondió Annika.

– ¡Aquí estoy! -voceó a lo lejos desde la redacción-. Sólo voy…

– Vayamos a mi despacho -anunció Annika.

Berit se fue con el abrigo y lo colgó en su despacho. Luego se sentó en el viejo sofá de Annika con sus apuntes y una taza de plástico de café de máquina.

– He intentado reconstruir las últimas horas de Christina Furhage. El comité organizador de los Juegos Olímpicos tuvo el viernes por la noche una fiesta en un bar de Kungsholmen. Christina estuvo hasta medianoche. He estado ahí y he hablado con el personal y también he hablado a solas con Evert Danielsson, el jefe del comité.

– ¡Qué bien! -exclamó Annika-. ¿Qué hizo ella?

– Llegó tarde al bar, después de las diez. Los otros ya habían cenado: bufé de Navidad. Bufé de Navidad básico, en concreto. Se fue con otra mujer, Helena Starke, justo antes de las doce. Luego ya nadie la volvió a ver.

– La explosión fue a las tres y diecisiete, una laguna de tres horas -comentó Annika-. ¿Qué dice esa tal Helena Starke?

– No lo sé, tiene un número de teléfono secreto. Está empadronada en Söder, no he tenido tiempo de ir allí.

– Starke, está bien, tenemos que conseguirla -dijo Annika-. ¿Algo más? ¿Qué hizo Furhage antes de ir al bar?

– Danielsson cree que se quedó trabajando en la oficina, pero no está seguro. Según parece solía hacer largas jornadas laborales, catorce, quince horas era lo normal.

– Supermujer -murmuró Annika y pensó en las alabanzas del marido por su trabajo en casa.

– ¿Quién hace The Furhage Story? -preguntó Berit.

– Alguno de los estilistas de la central. He estado con la familia, no dio para mucho. Gente rara…

– ¿En qué sentido?

Annika meditó.

– El marido, Bertil, era viejo y gris. Estaba bastante desconcertado. Me pareció que admiraba a su mujer más de lo que la amaba. La hija llegó, chilló, lloró y dijo que estaba contenta de que su madre estuviera muerta.

– ¡Vaya! -dijo Berit.

– ¿Qué tal? -preguntó Patrik y entró por la puerta.

– ¡Muy bien! ¿Y a ti cómo te va? -inquirió Annika.

– Bien, esto va estar francamente bien -respondió y se sentó junto a Berit-. Hasta el momento la policía ha encontrado ciento veintisiete pedazos de Christina Furhage.

Tanto Berit como Annika hicieron muecas incontroladas.

– ¡Joder, qué asco! ¡Eso no lo puedes usar! -dijo Annika.

El joven reportero sonrió imperturbable.

– Han encontrado sangre y dientes hasta en la puerta principal, es decir, en un radio de unos cien metros.

– Eres tan desagradable que dan ganas de vomitar. ¿No sabes algo peor? -preguntó Annika.

– Todavía no saben, o no lo quieren contar, lo que el Dinamitero utilizó para hacerla picadillo.

– ¿Qué story estás haciendo, entonces?

– He hablado con un buen policía sobre la persecución del asesino. Puedo escribir eso.

– Okey -dijo Annika-. Yo puedo añadir algo más. ¿Qué sabes tú?

Patrik se inclinó hacia adelante, sus ojos brillaban.

– La policía está buscando el maletín personal de Christina Furhage. Saben que tenía un ordenador portátil en un maletín el viernes por la noche; una chica del comité lo vio. Pero el ordenador ha desaparecido, no estaba entre los otros restos del estadio. Creen que el asesino se lo llevó.

– ¿No pudo destruirse con la explosión? -preguntó Berit.

– No, totalmente descartado, por lo menos según mi fuente -comunicó Patrik-. El ordenador ha desaparecido, y de momento es la mejor pista.

– ¿Algo más? -interrogó Annika.

– Están pensando emitir una orden de busca y captura contra Tigern a través de Interpol.

– No ha sido Tigern -informó Annika-. Fue un trabajo desde dentro, la policía está segura de eso.