– ¿Con qué argumentos?
Berit sacó su bloc y comenzó a hojear.
– No se ha recibido ninguna amenaza oficial contra ninguna instalación o persona que esté relacionada con los Juegos. Las amenazas que se han realizado han sido de carácter personal y no han tenido conexión ni con los estadios ni con las competiciones.
– Se refieren a las amenazas contra Furhage. ¿Estaba Stefan Bjurling amenazado?
– Confío en saberlo por la tarde, pues veré a su mujer.
Annika frunció el ceño.
– ¡Vaya! ¿Quiere?
– Sí, no tenía ningún inconveniente en verme. Veremos qué puede ofrecer. Quizá esté demasiado conmocionada y destrozada para que podamos escribir algo.
– Fantástico, eso está muy bien. ¿Algo más?
Berit hojeó el bloc.
– Sí, el análisis preliminar del explosivo de la primera muerte está casi listo. Esperan poder emitir un comunicado de prensa despues del almuerzo. Creían que estaría listo para la rueda de prensa, pero en Londres algo lo retrasó.
– ¿Por qué han tenido que mandarlo a Londres? -preguntó Annika.
Berit sonrió.
– El aparato del centro técnico criminal de Linköping estaba estropeado, así de sencillo.
– ¿Pero por qué rechazan la teoría del sabotaje?
– Querrán tener tranquilidad -respondió Berit.
– No sé, pero no creo que sea sólo por eso -dijo Annika-. Creo que están a punto de resolver el crimen.
Berit se levantó.
– Tengo hambre. ¿Y tú?
Fueron a la cafetería; Berit tomó lasaña y Annika ensalada de pollo. Justo cuando les servían la comida llegó Patrik. Estaba despeinado y parecía que había dormido vestido.
– Buenos días -dijo Annika-. ¡Oye, qué trabajo más bueno el de anoche! ¿Cómo conseguiste reunir a todos los compañeros?
El joven sonrió, avergonzado por los elogios, y dijo:
– Bah, les telefoneé y les desperté.
Annika sonrió.
Hablaron un poco de la angustia de Navidad, los regalos de Navidad y el estrés de Navidad. Berit ya había comprado los regalos la primera semana de adviento, Patrik no lo había hecho aún, Annika tampoco.
– Pensaba comprar algo hoy, si tengo tiempo -dijo ésta.
– Yo le compraré a mi madre una caja de bombones en el avión -añadió Patrik.
Él pasaría las Navidades con sus padres en Småland, a Berit la vendrían a visitar sus hijos mayores. Tenía una hija en Estados Unidos y un hijo en Malmö.
– Hemos trabajado mucho estos últimos días. ¿Nos repartimos unos días libres? -anunció Annika.
– A mí me gustaría el jueves -dijo Patrik-. Así puedo coger un avión más temprano.
– Yo necesitaría limpiar mañana. Yvonne y su familia llegan el jueves.
– De acuerdo, perfecto. Yo saldré hoy un poco antes y el jueves aún más temprano.
Se levantaron y decidieron tener una corta reunión en el despacho de Annika sobre lo que había que hacer. Patrik fue a buscar su ejemplar del Konkurrenten.
Annika y Berit se sentaron donde solían: Berit en el sillón y Annika con los pies sobre la mesa. Al cabo entró Patrik, corriendo como un torbellino.
– ¡Ya saben qué es lo que hizo picadillo a Furhage!
Agitó el comunicado de prensa de la oficina de información de la policía de Estocolmo.
– ¡Qué bien! -exclamó Berit-. ¿Qué dice?
Patrik leyó en silencio durante algunos segundos.
– Era dinamita corriente -respondió algo desilusionado.
– ¿Cómo que dinamita? -preguntó Annika e intentó coger el comunicado de prensa.
Patrik lo atrajo hacia sí.
– Tranquila, dice así: «El análisis del explosivo utilizado en la explosión del estadio Victoria de Estocolmo a las 03 horas y 17 minutos bla, bla, bla… en la que murió la directora general del comité, Christina Furhage, ha concluido. El material era un explosivo mixto gelatinoso que contiene una parte de nitroglicerina en lugar de sólo nitroglicol. Se vende bajo la marca MINEX y se presenta bajo distintos pesos y formas. Se calcula que la carga pesaba cerca de veinticuatro kilos y estaba compuesta de quince cartuchos de plástico de dimensión 50 por 550 milímetros…».
– Veinticuatro kilos, ¡joder! ¿Eso no es muchísimo? -exclamó Annika.
– Especialmente si está sobre el suelo -dijo Berit-. No me extraña que la onda expansiva llegara hasta Söder.
Patrik continuó leyendo el comunicado.
– «La partida actual fue fabricada en el sur de Polonia durante los últimos tres años. Se caracteriza por su alta densidad y alta velocidad de detonación. La consistencia es suave y el olor relativamente ligero. La sustancia es altamente estable…» ¿Qué coño quiere decir eso?
– Eso tiene que ver con la seguridad -anunció Berit-. Es un explosivo seguro.
– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Annika sorprendida. Berit se encogió de hombros.
– También me gustan los crucigramas.
– «El contenido de energía es alto, el volumen de gas es algo más alto de lo normal, la densidad es de cerca de 1,45 kilo por decímetro cúbico. La fuerza de detonación alcanza los 5.500-6.000 m/seg.»
– Okey, ¿qué quiere decir todo esto? -preguntó Annika.
– Espera, ahora llega. «Minex es una de las marcas más habituales en el mercado de dinamita de Suecia. La sustancia se ha vendido a cientos de proyectos en los últimos tres años a través de un distribuidor general en Nora. No se ha podido determinar la partida a la que pertenecía este explosivo.»
– Vamos, dinamita corriente de obra -dijo Berit.
– ¿Y en qué obras se utiliza dinamita? -inquirió Annika.
– En casi todas. Se usa para hacer carreteras, en las minas, en las canteras, se hace grava de rocas, se allanan los terrenos para construir pisos… Nosotros contratamos a un dinamitero cuando construimos el cuarto del pozo en la casa de campo. Se hace a diario.
– Es verdad -recordó Annika-. Detonaban continuamente mientras construían el hospital de Sankt Erik, junto a mi casa, en Kungsholmen.
– Escuchad, aquí hay más. «La carga se activó con la ayuda de detonadores eléctricos, conectados a un mecanismo retardado hecho con un reloj acoplado a una batería de coche…»
Patrik dejó el papel y miró a sus colegas.
– ¡Joder! -exclamó-. ¡Qué rebuscado!
Permanecieron sentados en silencio durante un rato y meditaron sobre los datos. Annika quitó los pies de la mesa y se estiró.
– Tenemos mucho trabajo -anunció Annika-. ¿Quién hace qué? Berit, tú tienes la familia de la víctima; Patrik, ¿tú haces el análisis de la caza policial?
Los dos reporteros asintieron y Annika prosiguió.
– Yo he escrito quince centímetros sobre los obreros que fueron a su lugar de trabajo y guardaron un minuto de silencio por la muerte de su compañero. Podrán decir cuánto echan de menos a su amigo.
– ¿Lo pasaste mal ahí fuera? -preguntó Berit.
– No, había una mujer llorando, totalmente desconsolada. Hablaba incoherentemente sobre la culpa, el castigo y la maldad; fue un poco desagradable. No la saco en el texto. No me parece correcto ponerla en evidencia.
– Seguro que haces bien -contestó Berit.
– ¿Olvidamos algo? ¿Hay algo más por ahora?
Los reporteros negaron con la cabeza y se dirigieron a sus teléfonos y ordenadores. Annika envió su texto a la lata, se puso el abrigo y se fue. Era sólo la una y media de la tarde, pero no quería quedarse sentada más tiempo.
Todavía nevaba cuando Annika llegó a la parada del 56 en la Fyrverkarbacken. Como la temperatura rondaba los cero grados, los copos se convertían en un lodo marrón grisáceo al alcanzar el suelo. En la embajada rusa podrían formar durante algún tiempo una capa moteada sobre la hierba.
Se sentó pesadamente en el banco de la parada del autobús. Estaba sola, lo que la hizo pensar que acababa de perder el autobús. De repente descubrió que estaba sentada sobre algo húmedo, un charco o una capa de nieve. Colocó un guante bajo las nalgas.