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»Cuando acabé comprendí que me había equivocado de elección. Las casas en el papel no hablan. Los planos de las casas son un prototipo de lo auténtico. Así que regresé a la escuela superior después de trabajar un año y estudié ingeniería. Me tomó varios años más. Cuando terminé estaban contratando a personal para la compañía municipal que se encargaría de construir el nuevo estadio olímpico de Södra Hammarbyhamnen. Conseguí un empleo ahí, y así fue cómo vi a Christina Furhage por primera vez.

Beata guardó silencio, Annika permaneció sentada un buen rato y esperó a que continuara.

– ¿Quieres leerlo? -preguntó Annika al cabo, pero Beata negó con la cabeza.

– Sé que lo haces bien. Lo leeré después, cuando hayas terminado.

Suspiró y continuó.

– Por supuesto, sabía quién era. La había visto en los periódicos muchísimas veces, desde que comenzó la campaña de los Juegos Olímpicos hasta que Suecia ganó la adjudicación y a ella la nombraron directora general de todo el proyecto.

»¿Dónde viví durante este tiempo? Pues donde vivo ahora, en una maravillosa casita, arriba, en el Skinnarviksparken, en Söder. ¿Conoces la zona de alrededor de Tvärgränd? Es una casa declarada patrimonio cultural, por lo que debo tener cuidado con las reformas. Mi hogar es importante para mí, es la casa en la que respiro y vivo. Nos hablamos cada día, mi casa y yo. Intercambiamos experiencia y sabiduría. ¿Necesito contarte que yo soy la aprendiz? Mi casa ha estado en la colina desde finales de 1700, así que en nuestras conversaciones yo escucho y aprendo. Christina Furhage me visitó ahí una vez, me pareció bien que conociera mi casa. Más tarde me ayudó en mi difícil decisión.

La mujer calló de nuevo.

– ¿En qué trabajabas? -preguntó Annika.

– ¿Es realmente importante? -respondió Beata sorprendida.

«No, ni una mierda, pero gano tiempo», pensó Annika.

– Sí, por supuesto -contestó-. Mucha gente trabaja. Quieren saber qué funciones desempeñabas, qué pensabas cuando las realizabas, todo eso…

Beata se enderezó.

– Sí, claro. Lo entiendo.

«Jodida egocéntrica de mierda», pensó Annika y sonrió.

– No sé lo que sabrás sobre la construcción, quizá no sepas cómo se realiza una compra. Bueno, en este caso no importa, la construcción del estadio Victoria fue tan especial que en realidad las reglas habituales no valían.

»Estocolmo consiguió la nominación como sede de los Juegos Olímpicos bajo la dirección de Christina Furhage. No fue una decisión fácil, ella tuvo que luchar por el puesto.

»Christina era realmente fantástica. Daba gusto verla dirigir a los viejos de los Juegos. Nosotras las mujeres disfrutábamos verdaderamente con una jefa así. Bueno, yo no la veía mucho, pero como ella controlaba todos los detalles de la organización, me la encontraba de vez en cuando.

»La admiraba muchísimo. Todos se afanaban cuando ella llegaba, se esforzaban al máximo. Ella producía ese efecto en la gente. Lo que ella no supiera de la organización de los Juegos Olímpicos y la construcción del estadio, no valía la pena saberlo.

»De cualquier manera, quien me contrató fue Arena Bygg AB. Como era arquitecto e ingeniero en técnicas de construcción, me asignaron rápidamente varios grandes proyectos administrativos. Participaba en las reuniones, dibujaba y calculaba, visitaba a las subcontratas y redactaba contratos, una factótum de medio nivel.

»La construcción del estadio Victoria tenía que comenzar cinco años antes de los Juegos. La misma Christina me nombró directora de proyecto. Recuerdo perfectamente cuando me lo propuso. Fui citada en su despacho, una grandiosa habitación junto a Rosenbad con vistas sobre la Ström de Estocolmo. Me interrogó sobre lo que había hecho y si estaba a gusto. No creo que le diera una buena impresión, tartamudeé un poco y me sudaban las manos. Ella estaba imponente detrás del reluciente escritorio, grande pero delgada, aguda pero bella. Me preguntó si estaba dispuesta a responsabilizarme de la construcción del estadio olímpico en Södra Hammarbyhamnen. Los ojos se me quedaron en blanco cuando pronunció esas palabras. Oh, sí, quería gritar, pero simplemente asentí con la cabeza y dije que sería un desafío, una emocionante responsabilidad que estaba preparada a asumir. Se apresuró a advertir que por supuesto tendría a diversos jefes y responsables por encima de mí, y a ella en última instancia. Pero ella necesitaba un responsable operativo en la misma obra, alguien que vigilara que los plazos se cumpliesen, que los presupuestos no se sobrepasaban y que el material era entregado en el lugar y la fecha correcta. Yo tendría, por supuesto, una serie de encargados a mis órdenes, cada uno responsable de diferentes secciones donde dirigirían y repartirían las distintas labores. Esos responsables me informarían regularmente, para que yo pudiera ocuparme del trabajo e informar a Christina y a la dirección.

»-Necesito lealtad -dijo Christina y se inclinó hacia mí-. Necesito tu total confianza para aceptar como correcto todo lo que yo haga. Es una condición para tener el puesto. ¿Puedo confiar en ti?

»Recuerdo su resplandor en ese mismo instante, cómo me envolvió en su luz, me llenó de su propia fuerza y poder. Quería chillar «Sí», pero sólo asentí. Enseguida comprendí lo que había sucedido. Me había aceptado en su círculo. Me había nombrado su princesa heredera. Yo era la elegida.

Beata comenzó a llorar. Inclinó la cabeza y todo su cuerpo temblaba. La cuerda estaba junto a los pies, las manos sostenían agarrotadas la pila y el cable. «Espero que su lagrimeo no cause un cortocircuito y la dinamita explote», pensó Annika.

– Lo siento -balbuceó Beata y se secó la nariz con la manga-. Esto me resulta difícil.

Annika no respondió.

– Era una gran responsabilidad, pero no especialmente difícil. Primero había que desmontar, volar y excavar, rellenar y aplanar. Luego entraron los obreros y carpinteros. Todo debería hacerse en cuatro años. Un año antes de los Juegos el estadio debía estar acabado para las competiciones de prueba.

»Al comienzo todo marchaba relativamente bien. Los trabajadores conducían sus máquinas y hacían lo que debían. Yo tenía una oficina en una de las barracas junto al canal, quizá las viste al estar por aquí, ¿no?

»Bueno, yo hacía mi trabajo, hablaba con los capataces en el foso, me ocupaba de que realizaran su trabajo. Los hombres no eran particularmente habladores, pero por lo menos me escuchaban cuando les indicaba lo que debían tardar.

»Una vez al mes iba a la oficina de Christina y la informaba de la marcha del trabajo. Siempre me recibía con calidez e interés. Después de cada reunión me sentía como si ella ya supiera todo lo que le había contado y sólo quisiera comprobar mi lealtad. Siempre abandonaba el despacho con un ligero malestar de estómago y una extraña sensación de buen humor y esplendor. Yo seguía en el círculo, la fuerza era mía, pero tenía que continuar luchando.

»Adoraba realmente mi trabajo. A veces, por la noche, me quedaba después de que los hombres se hubieran ido a casa. Me paseaba sola entre los restos de piedra de la colina de esquí de Hammarby y me imaginaba el estadio acabado, las enormes graderías elevándose hacia el cielo, las setenta y cinco mil plazas de espectadores en verde, la bóveda cubierta de acero calado. Acariciaba los planos y colgué una gran foto de la maqueta en la pared de mi barraca. Desde el comienzo hablé con el estadio. Como un recién nacido, no respondía, pero estoy completamente segura de que escuchaba. Observé cada detalle de su desarrollo como una madre que amamanta y se sorprende de cada progreso de su hijo.