Morrigan sonrió y miró su rostro anciano y curtido. Entonces, su mente registró lo que él había dicho.
– ¿Qué chico?
– Bueno, hija, Kyle. El joven tan simpático con el que estabas la noche del derrumbe -dijo la abuela.
– No debería haberte puesto las manos encima -refunfuñó el abuelo-, pero lo que le ha pasado es una pena. Me habría caído bien, si hubiera aprendido a tener las manos quietas.
Morrigan cabeceó.
– No entiendo de qué estáis hablando. Kyle murió. Yo vi que las piedras lo sepultaban.
– No. El chico se quedó inconsciente. Yo volví a buscarte en cuanto dejé a la abuela en un lugar seguro. No pude llegar a ti, Morgie, pero encontré a Kyle y lo saqué.
– No respiraba, y no tenía pulso, pero tu abuelo le hizo la reanimación hasta que llegó la ambulancia.
– ¿Está vivo? -preguntó Morrigan. Se incorporó, intentando parar el temblor que se había apoderado de su cuerpo.
– Tranquila, Morgie, hija. No está vivo, en realidad -dijo su abuelo con la voz ronca.
– ¿Qué quieres decir?
– Lo que tu abuelo quiere decir es que no llegó a recuperar el conocimiento. Lleva en coma dos semanas.
– Tiene muerte cerebral. Ayer lo desenchufaron de las máquinas. En pocos días, su cuerpo habrá muerto también.
Morrigan se abrazó a sí misma y cerró los ojos, para poder escuchar a su corazón. La esperanza se encendió en ella como un cristal ardiente.
– Morgie, cariño, lo siento muchísimo -le dijo su abuela, tocándole el hombro-. No deberíamos habérselo contado así -añadió, mirando a su marido.
Morrigan abrió los ojos.
– Llevadme a verlo.
– Oh, no, cariño. Tienes que descansar, y es tarde. Mañana podrás ir.
Morrigan se agarró de la mano de su abuela, y la miró a los ojos.
– Por favor. Tengo que verlo.
– Estás muy débil para caminar -dijo el abuelo-. Además, estás conectada a todas esas máquinas.
Antes de que pudieran detenerla, Morrigan se arrancó la vía y los cables de los brazos y del pecho.
– Solucionado. Y no estoy débil para caminar -dijo, y para demostrarlo, bajó los pies al suelo y se puso en pie.
– Cariño, vamos a llevar a Morgie a la habitación de Kyle -dijo su abuela, mirándola fijamente.
– De acuerdo, pero mañana por la mañana, vosotras dos sois las que vais a explicarle a la enfermera lo que ha ocurrido con esos tubos. Y no quiero oír una palabra de nadie si Morgie se cae y se hace daño.
– No me voy a caer, abuelo -dijo Morrigan, y se agarró a su brazo.
– Ya -dijo él con un resoplido. Sin embargo, le dio unas palmaditas en la mano.
Morrigan intentó no pensar. Todo su ser estaba concentrado en una cosa: la esperanza. Sus abuelos la condujeron silenciosamente hacia la habitación de Kyle por el pasillo. Abrieron la puerta, y ella se soltó del brazo del abuelo.
– Tengo que entrar sola, ¿de acuerdo?
– Por supuesto, hija. Tu abuela y yo te esperaremos aquí mismo.
Morrigan se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. Después, ellos salieron de la habitación y ella se acercó lentamente a la cama de Kyle. Morrigan observó su rostro. Aunque estuviera tan pálido, y tuviera las mejillas y los ojos hundidos, era tan parecido a Kegan que ella no pudo contener las lágrimas. Se sentó al borde de la cama y le tomó la mano.
– Sé que no eres Kegan, pero eres todo lo que me queda de él, y espero que puedas oírme, porque sé que estamos conectados. No pude decirte adiós. Todo sucedió demasiado rápidamente. Kegan, no fue todo inútil. Nuestra luz venció a la oscuridad, y la diosa me ha dicho que será durante una buena temporada -dijo, y la voz se le entrecortó debido a un sollozo. Se secó los ojos con la manga y continuó-. Y voy a recordar siempre mi promesa. Confiaré en la esperanza y creeré que voy a encontrarte. Puede que sea en otra vida, pero te encontraré, Kegan.
Se inclinó y le besó la mano flácida. Entonces, volvió a posarla sobre la cama, se tapó la cara y comenzó a llorar desconsoladamente.
– ¿Estoy perdido, mi amor?
A Morrigan se le escapó un jadeo, y se pasó las manos por la cara frenéticamente para aclararse la vista.
Él ya estaba recuperando el color de las mejillas, y sonreía. Tenía en los labios aquella maravillosa sonrisa de picardía.
– ¿Kegan?
– Morrigan, mi amor, vas a tener que explicarme qué ha ocurrido con la espada que tenía en el pecho, y quién me mató -dijo, mientras se palpaba a sí mismo, al no encontrar la empuñadura. Después bajó la vista y frunció el ceño-. ¿Y dónde está el resto de mi cuerpo?
– ¡Kegan!
Llorando y riendo al mismo tiempo, Morrigan se arrojó a sus brazos justo cuando sus abuelos entraban en la habitación.
– Morgie, ¿ocurre algo…? -comenzó a decir su abuelo, pero entonces soltó un resoplido-. El chico ya le ha vuelto a poner las manos encima.
Entre los brazos de Kegan, Morrigan comenzó a reírse, y el aire de la habitación del moderno Hospital de San Francisco, en Tulsa, se llenó de mariposas doradas que revolotearon alrededor de la cama y después se convirtieron en pétalos amarillos que cayeron sobre ellos.
– Parece que Epona ha estado muy ocupada otra vez. Y creo que ha hecho otro milagro… -dijo Richard Parker, mientras rodeaba a su esposa con el brazo y observaba a su nieta, a su niña, riéndose en brazos de un hombre que supuestamente había muerto.
– Oh, querido, yo nunca lo dudé.
Partholon
Me apoyé contra ClanFintan y suspiré de felicidad cuando él me abrazó. Los dos miramos a nuestra nieta, que estaba durmiendo plácidamente.
– Te he echado de menos, amor mío -me dijo al oído.
– Yo también te he echado de menos -respondí-. Lo siento. No era capaz de encontrar el camino desde el dolor hasta ti.
Él me estrechó entre sus brazos.
– Estuve aquí todo el tiempo, esperando que volvieras a mí.
– Gracias por quererme tanto.
Noté las vibraciones de la risa en su pecho.
– Yo no tengo nada que ver. Fue cosa de nuestra diosa, aunque me siento muy satisfecho de que me creara para ti.
– Y a mí para ti -dije yo. Después, me quedé callada, y tuve que tragar saliva varias veces antes de continuar-. Myrna no ha muerto en realidad, ¿sabes? Una parte de ella vive aquí, en su preciosa hija. Y hay una parte de ella, una parte mágica, que vive en Oklahoma con mis padres y el hombre que la diosa creó para amarla.
Entonces, lo miré a los ojos.
– Ahora puedo soportarlo, y continuar viviendo con alegría.
– Shannon, mi niña, vamos a vivir con alegría muchas más vidas, si la diosa lo quiere.
Cuando ClanFintan se inclinó para besarme, yo oí el susurro de la voz de Epona en mi corazón, y supe que mi espíritu, el espíritu de mi hija y el espíritu de su hija estaban verdaderamente en paz.
«Bien hecho, Amada. Bien hecho…»
P.C. Cast
P.C. Cast nació en 1960 en Watseka, Illinois, y creció repartiendo su vida entre Illinois y Tulsa, Oklahoma, que es donde ella se enamoró de los caballos Cuarto de Milla y de la mitología. Fue en Tulsa donde impartió clases de Inglés de secundaria y donde su hija, la también escritora Kristin Cast, es estudiante de su Universidad.
Su primer libro, Divine By Mistake, se publicó originalmente en 2001, ganó el Prisma, Holt Medallion, y Laurel Wreath, y fue finalista para National Readers' Choice. Sus libros posteriores han ganado una gran variedad de premios.
En 2005, ella y su hija comenzaron a co-escribir la serie House of Night que han gozado de importante y creciente crítica y éxito comercial. En marzo de 2009, el quinto libro de su serie, Hunted, ocupó el número uno en la listas de best-seller de EE.UU. Los libros tienen lugar en un universo alternativo versión de Tulsa, habitado por los seres humanos y "vampyres". En noviembre de 2008, Variety informó que los productores Michael Birnbaum y Jeremiah S. Chechik habían obtenido los derechos para llevar al cine esta serie.