– Maldición -dijo Earl Biggs, agente especial a cargo del Servicio Secreto de la Casa Blanca. Dijo estas palabras en voz baja y a solas. No fue una sorpresa, ya que el presidente había dejado entrever previamente sus intenciones de asistir al encuentro deportivo, pero Biggs esperaba que el viaje sería anulado en el último momento.
No sé para qué demonios alenté tantas esperanzas, se dijo Biggs para sus adentros. La luna de miel del Hombre con el país había terminado y su popularidad estaba disminuyendo ligeramente, pero no quería perderse la ovación que recibiría en el Lejano Sur, ante los ojos de miles de espectadores.
Biggs marcó el número del departamento de Investigaciones Defensivas del Servicio Secreto.
– 12 de enero. Nueva Orleans -dijo-. Pónganse a trabajar.
El departamento de Investigaciones Defensivas tenía tres categorías diferentes de archivos. El más grande contenía cuanta amenaza había recibido el presidente por teléfono, correo o de viva voz, durante los últimos cuarenta años. Las personas que lo han amenazado repetidas veces o que son consideradas potencialmente peligrosas figuran en un «archivo activo».
Los archivos activos son revisados cada seis meses. En ellos se registran todo cambio de domicilio, trabajo y viajes al exterior. En ese momento figuraban ochocientos cuarenta nombres en el archivo activo.
De éstos, los trescientos veinticinco considerados más peligrosos figuran además en un archivo con índice geográfico titulado «archivo de viajes». Las personas incluidas en él son vigiladas antes de cada viaje presidencial.
Teniendo aún cuarenta y tres días por delante, los empleados del departamento de Investigaciones Defensivas y los agentes activos tenían tiempo de sobra para realizar investigaciones en Nueva Orleans.
Lee Harvey Oswald no figuró nunca dentro del archivo de viajes del Servicio Secreto. Como así tampoco Michael Lander.
Tres agentes del Servicio Secreto asignados a la Casa Blanca salieron el 3 de diciembre rumbo a Nueva Orleans para hacerse cargo de los arreglos concernientes a la seguridad del presidente. Cuarenta días de anticipación y un equipo de tres hombres habían sido el procedimiento habitual desde 1963. Jack Renfro, jefe de la delegación, envió el 7 de diciembre un informe preliminar a Earl Biggs, asignado a la Casa Blanca.
A Renfro no le gustaba el estadio de Tulane. Siempre que el presidente hacía apariciones en público, Renfro sentía que se le ponía la piel de gallina por el peligro que corría. El estadio, cuna de la Green Wave de Tulane, del Sugar Bowl Classic, y de los New Orleans Saints, es el más grande estadio de acero del mundo entero. Es de color gris herrumbre y marrón y la zona de abajo de las tribunas es una selva de vigas y tablones, un infierno para revisar. Renfro y los otros dos hombres del Servicio Secreto pasaron dos días registrando todo el estadio. Cuando Renfro salió al campo de juego, sintió que cada uno de los 80.985 asientos constituía una amenaza. La cabina de cristal para VIP situada en lo alto de la parte Oeste del estadio, al final del área reservada para los periodistas era inútil. Sabía que el presidente se negaría a utilizarla, aun en caso de mal tiempo. Nadie podría verlo allí dentro. Utilizaría el palco para VIP, situado frente de la línea de las cincuenta yardas, en la tribuna Oeste. Renfro pasó varias horas sentado en el palco. Destacó a un miembro de la policía de Nueva Orleans allí, durante todo un día, mientras él y los otros dos agentes revisaban las líneas de visión desde diferentes situaciones en las tribunas. Inspeccionó personalmente la flor y nata del departamento de Acontecimientos Especiales de la policía de Nueva Orleans integrada por los oficiales que serían destinados al estadio.
Inspeccionó los accesos desde el aeropuerto internacional de Nueva Orleans vía nacional 61, estatal 3046, y la nacional 90 y una combinación de la interestatal 10 y la sección de la avenida Clairbone de la nacional 90. Todos los caminos parecían interminables, considerando especialmente la terrible congestión de tráfico que se produciría en la zona del estadio.
El primer estudio enviado por Renfro al agente especial Biggs de la Casa Blanca decía lo siguiente:
Sugerimos que haga hincapié valiéndose de los más violentos términos en que el presidente se traslade en helicóptero del aeropuerto internacional de Nueva Orleans al estadio, de acuerdo al siguiente procedimiento:
1. Una escolta de motociclistas esperará en el aeropuerto pero será utilizada por integrantes de la comitiva.
2. No se marcará en el estadio el lugar para que descienda la máquina hasta que el helicóptero presidencial haya salido del aeropuerto internacional de Nueva Orleans. En ese instante se desplegará un indicador portátil de lona en el extremo Sur del campo de juego en la pista exterior del ángulo Noroeste del estadio (ver A-l en el diagrama adjunto). La pista no tiene cables suspendidos y proporciona una conveniente zona de aterrizaje dentro del campo pero tiene tres altos postes de luz a cada lado. Estos postes no figuran en la seccional de Nueva Orleans y en la carta de la zona terminal de la VFR (Visual Flight Rules). Su presencia debe serle advertida al piloto.
3. Hay cien pasos desde el lugar de aterrizaje a la puerta 19 (Adjunto fotografía A-2). Solicité se retirara el feo cubo de basura situado junto a la pared del estadio. Sugiero que los agentes destacados en el lugar del aterrizaje vigilen los arbustos en el margen del estadio a las cero menos un minuto.
La zona de aterrizaje puede ser cubierta desde el último piso interior de cinco casas de Audubon Boulevard. Son los números 49, 55, 65, 71 y 73. Una inspección previa demostró que estaban ocupados por ciudadanos que no constituían ninguna amenaza. No obstante, deberían vigilarse los techos y ventanas en el momento de la llegada del presidente.
Si llegara a quedar mucha gente agolpada frente a la ventanilla expendedora de entradas de la puerta 19, en el momento del arribo del primer mandatario, podrían utilizarse la puerta 18 y la taquilla 18A, pero se las considera menos convenientes ya que requerirían una breve caminata por debajo de las tribunas.
Desde la puerta 19 el presidente estaría expuesto a la zona debajo de las tribunas por setenta y cinco pasos antes de llegar a la línea de límite de la cancha a la altura de la línea del arco.
El presidente utilizará el palco 40, un palco doble situado frente a la línea de las cincuenta yardas. (Ver A-3 en el diagrama adjunto). Advierta que las barandas permiten el acceso desde adelante y atrás. Advierta también que la parte posterior del palco está sobreelevada quince centímetros por un escalón. Agentes de elevada estatura sentados detrás del presidente en el palco cuarenta le brindarían satisfactoria protección desde atrás. Los palcos destinados al Servicio Secreto serán los 14 y 13 en frente del palco del presidente a su derecha e izquierda. Por lo menos un agente debe ser destinado a los palcos 71, 70, 69 y 68 al fondo.
La baranda del palco 40 es un tubo de hierro. Los extremos tienen un casquete. Deberían quitarse los casquetes y examinarse el interior de los tubos inmediatamente antes de la llegada del presidente.
El palco está provisto de un teléfono. Sugiero ciertos detalles al Cuerpo de Señales (Nota adjunta aparte). En el diagrama A-4, vista del estadio desde lo alto y el plano de butacas, están señaladas las situaciones individuales de los agentes y sus zonas de vigilancia.
La frecuencia de nuestra radio es clara.
Detalles sobre la salida son sujetos a modificaciones dependiendo del estudio que hagamos del partido jugado por el Sugar Bowl el 31 de diciembre.
Jack Renfro era un hombre minucioso y consciente, un gran experto en su trabajo. Había estudiado el estadio palmo a palmo y había memorizado cada detalle. Pero cuando catalogó sus peligros no se le ocurrió nunca mirar al cielo.