Clara afirmó que, de ejecutarse regularmente, con calma y deliberación, esa respiración equilibra de manera gradual nuestra energía interna.
Antes de que pudiera describir lo fortalecida que me sentía, me pidió que me sentara, porque quería mostrarme otra maniobra corporal de crucial importancia para borrar nuestro falso dualismo. Me pidió que me sentara con la espalda recta y los ojos ligeramente bizcos, de manera que me estuviese viendo la punta de la nariz.
– Esta respiración debe realizarse sin las constricciones de la ropa -comenzó-. Pero en lugar de hacer que te desnudes en el patio a plena luz del día, haremos una excepción. Primero inhalas profundamente, haciendo de cuenta que estás respirando por la vagina. Mete el estómago y ve subiendo el aire por la columna, pasando los riñones, hasta un punto entre los omóplatos. Sostén el aire ahí por un momento, luego súbelo aún más hasta la parte de atrás de la cabeza y pásalo por encima de ella, hasta un punto entre las cejas.
Dijo que, después de sostenerlo ahí por un momento, debía exhalar por la nariz mientras mentalmente guiara el aire hacia abajo por el frente de mi cuerpo, primero hasta un punto justo debajo del ombligo y luego a mi vagina, donde había comenzado el ciclo.
Me puse a practicar el ejercicio de respiración.
Clara llevó la mano a la base de mi columna y de ahí trazó una línea que subía por mi espalda y pasaba por encima de mi cabeza, hasta apretar suavemente el punto entre mis cejas.
– Trata de llevar el aire hasta aquí -indicó-. La razón por la que debes mantener los ojos medio abiertos es para concentrarte en el caballete de la nariz al hacer circular el aire hacia arriba por la espalda y por encima de la cabeza hasta este punto; y también para usar la mirada a fin de guiar el aire hacia abajo por el frente de tu cuerpo, devolviéndolo a tus órganos sexuales.
Clara explicó que hacer circular la respiración en tal forma crea un escudo impenetrable que impide la penetración de influencias perturbadoras externas en el campo de energía del cuerpo; también evita que la vital energía interna se disperse hacia el exterior. Subrayó que la inhalación y la exhalación deben ser inaudibles y que el ejercicio de respiración puede realizarse en pie, sentado o acostado, aunque al principio es más fácil de ejecutar sentado sobre un cojín o una silla.
– Y ahora -prosiguió, acercando su silla a la mía-, hablemos acerca de lo que empezamos a comentar por la mañana: la recapitulación.
Un temblor recorrió mi cuerpo. Le dije que, aunque no tenía idea de lo que estaba hablando, sabía que sería algo monumental y no estaba segura de estar preparada para escucharla. Insistió en que me sentía nerviosa porque una parte de mí intuía que estaba a punto de revelar lo que tal vez era la técnica más importante de la autorrenovación. Con paciencia explicó que la recapitulación es el acto de recuperar la energía que ya hemos gastado en acciones pasadas. Recapitular implica recordar a todas las personas que hemos conocido, todos los lugares que hemos visto y todos los sentimientos que hemos tenido en toda nuestra vida -empezando desde el presente y volviendo hasta los recuerdos más remotos- para luego limpiarlos, uno por uno, con una respiración especial que barre todo.
Escuché intrigada, aunque no podía evitar la sensación de que sus palabras carecían totalmente de sentido para mí. Antes de que pudiera comentar al respecto, me asió la barbilla firmemente con ambas manos y me indicó que inhalara por la nariz mientras ella me volteara la cabeza hacia la izquierda, y que exhalara cuando la volteara hacia la derecha. A continuación, debía voltear la cabeza hacia la izquierda y la derecha en un solo movimiento, sin respirar. Afirmó que esa era una forma misteriosa de respirar y la clave de la recapitulación, puesto que inhalar nos permite recuperar la energía que perdimos, en tanto que exhalar nos permite expeler la energía ajena e indeseable que se ha acumulado en nuestro interior debido a la interacción con nuestros semejantes.
– A fin de vivir e interactuar, necesitamos energía -prosiguió Clara-. Normalmente la energía gastada en vivir se nos escapa para siempre. De no ser por la recapitulación, no tendríamos ninguna oportunidad para renovarnos. Recapitular nuestras vidas y limpiar nuestro pasado con esta respiración que barre de izquierda a derecha funcionan en conjunto.
Recordar a todas las personas que había conocido y todo lo que había sentido en mi vida me pareció una tarea absurda e imposible.
– Eso puede tardar una eternidad -comenté, con la esperanza de que una apreciación práctica cortara la línea de pensamiento irrazonable de Clara.
– Es muy cierto -aceptó-. Pero te aseguro, Taisha, que llevas todas las de ganar al hacerlo, y nada que perder.
Respiré profundamente unas cuantas veces mientras movía la cabeza de izquierda a derecha, imitando la forma de respiración que me había enseñado a fin de aplacarla y mostrarle que le estaba prestando atención.
Con una pequeña sonrisa me advirtió que la recapitulación no es un ejercicio arbitrario o caprichoso.
– Al recapitular, trata de sentir unas largas fibras elásticas que se extienden desde tu región abdominal -explicó-. Luego alínea el movimiento giratorio de la cabeza con el movimiento de esas escurridizas fibras. Son los conductos que recuperarán la energía dejada atrás por ti. A fin de recuperar nuestra fuerza y unidad, debemos liberar la energía que dejamos atrapada en el mundo y atraerla otra vez a nosotros.
Me aseguró que, al recapitular, extendemos esas fibras elásticas de energía a través del espacio y el tiempo hasta las personas, los lugares y los sucesos que estamos examinando. El resultado es que podemos volver a cada momento de nuestras vidas y actuar como si de hecho estuviéramos ahí.
La posibilidad me hizo sentir escalofríos. Si bien me intrigaba lo que Clara estaba diciendo, desde el punto de vista intelectual, no tenía la menor intención de volver a mi desagradable pasado, aunque sólo fuese mentalmente. Uno de los pocos motivos de orgullo en mi vida era el haberme escapado de una situación insoportable. No pensaba volver y mentalmente revivir todos los momentos que tanto me había empeñado en olvidar. No obstante, Clara parecía animada por una seriedad y sinceridad tan absolutas al explicarme la técnica de la recapitulación que por un momento dejé de lado mis objeciones y me concentré en lo que estaba diciendo.
Pregunté si el orden en que se recuerda el pasado importa. Replicó que lo importante es volver a experimentar los sucesos y los sentimientos con el mayor detalle posible y tocarlos con la respiración que los barre, para de esta manera liberar nuestra energía atrapada.
– ¿Este ejercicio forma parte de la tradición budista? -pregunté.
– No -contestó solemnemente-. Forma parte de otra tradición. Algún día, pronto, te enterarás de qué tradición se trata.
5
No volví a ver a Clara hasta la mañana siguiente en el desayuno. La tarde anterior, a la mitad de nuestra conversación en el patio, de repente su mirada se tornó vaga y distante, como si hubiese visto algo o a alguien a un costado de la casa. Se levantó apresuradamente y se disculpó, dejándome a solas para ponderar la importancia de todo lo dicho.
Al sentarnos ante nuestro desayuno de carne deshebrada y arroz, le dije que al volver de la cueva el día anterior confirmé su indicación de que estaba a poca distancia de la casa.
– ¿Cuál es el verdadero motivo por el que dimos tantas vueltas para llegar ahí, Clara? -pregunté.
Clara rompió a reír.
– Estaba tratando de conseguir que te quitaras los botines, por eso pasamos por el arroyo -replicó.
– ¿Por qué debía quitarme los botines? ¿Por mi ampolla?
– No fue por la ampolla -indicó Clara, contundente-. Necesitaba picar unos puntos muy cruciales en las plantas de tus pies a fin de despertarte del letargo de toda tu vida. De otro modo no me hubieras escuchado.