– Realiza este movimiento una vez con el brazo izquierdo y luego con el derecho -indicó-. Así establecerás el equilibrio entre tus dos lados.
A manera de demostración, repitió los mismos movimientos con los brazos opuestos, volteando la cabeza a la izquierda.
– Ahora te toca a ti, Taisha -dijo, haciéndose a un lado, dándome espacio para girar el brazo hacia atrás.
Imité sus movimientos. Al mover el brazo izquierdo hacia atrás, percibí una tensión dolorosa en la parte interna del brazo estirado, que lo recorría todo, desde el dedo hasta la axila.
– No te pongas tiesa y deja que la energía de la respiración fluya por tu brazo y salga por la punta de tu dedo índice -señaló Clara-. Manténlo estirado y los demás dedos curvos. De esta manera, soltarás cualquier bloqueo de energía que haya en los conductos de tu brazo.
El dolor se tornó más agudo aún cuando empujé el brazo doblado hacia arriba en la espalda. Clara observó mi gesto de dolor.
– No empujes con demasiada fuerza -advirtió- o se te van a irritar los tendones. Y encorva los hombros un poco más al empujar.
Después de realizar el movimiento con el brazo derecho, sentí que me ardían los músculos en los muslos, por tener las rodillas y los tobillos doblados. Aunque adoptaba la misma posición todos los días en las prácticas de kung fu, las piernas me parecían vibrar, como si las atravesase una corriente eléctrica. Clara sugirió que me irguiera y sacudiera las piernas varias veces para liberar la tensión.
Clara recalcó que, en ese pase brujo, girar y empujar los brazos hacia arriba, aunados a la respiración, dirige energía a los órganos del pecho y los vigoriza. Da un masaje a centros profundos y recónditos que rara vez se activan. Voltear la cabeza da masaje a las glándulas del cuello y asimismo abre conductos de energía a la parte de atrás de la cabeza. Explicó que dichos centros, al ser despertados y alimentados por la energía de la respiración, son capaces de descifrar misterios más allá de todo lo imaginable.
– Para el siguiente pase brujo -indicó Clara-, ponte con los pies juntos y mira directamente al frente, como si te hallaras delante de una puerta que estás a punto de abrir.
Me dijo que subiera las manos al nivel de los ojos y enroscara los dedos, como si los estuviese metiendo en los tiradores hundidos de unas puertas corredizas que se abrían a la mitad.
– Lo que abrirás es una grieta en las líneas de energía del mundo -explicó-. Imagínate estas líneas como unos rígidos cordones verticales formando una pantalla delante de ti. Ahora sujeta un puñado de fibras y sepáralas con toda tu fuerza. Sepáralas hasta que la abertura sea lo bastante grande para pasar a través de ella.
Me indicó que, una vez abierto el agujero, debía dar un paso al frente con la pierna izquierda y luego hacer un giro rápido de ciento ochenta grados, con el pie izquierdo como pivote y en dirección contraria a las manecillas del reloj, hasta quedar con la cara hacia el lugar donde empecé. Al girar en esta forma, me envolverían las líneas de energía que había separado.
Para regresar, señaló, debía abrir las líneas de nuevo, separándolas en la misma forma que antes, para luego salir con el pie derecho y, en cuanto hubiera dado el paso, rápidamente girar ciento ochenta grados en la misma dirección que las manecillas del reloj. De este modo, me desenvolvería y estaría otra vez mirando en la misma dirección como al iniciar el pase brujo.
– Este es uno de los pases brujos más poderosos y misteriosos de todos -advirtió Clara-. Nos permite abrir puertas a mundos diferentes, siempre y cuando hayamos ahorrado una suficiente cantidad de energía interior y seamos capaces de realizar el intento del pase.
Su tono y expresión serios me turbaron. No sabía qué esperar si lograse abrir la puerta invisible. Con tono brusco me dio las últimas instrucciones.
– Al entrar -indicó- tu cuerpo debe sentirse enraizado, pesado, lleno de tensión. Pero una vez que te encuentres adentro y te hayas dado la vuelta, debes sentirte ligera y vaporosa, como si estuvieras flotando hacia arriba. Exhala con fuerza, al precipitarte al frente a través de la abertura, y luego inhala lenta y profundamente, llenándote los pulmones por completo con la energía que hay detrás de la pantalla.
Practiqué el pase varias veces, ante la mirada escrutadora de Clara. Sin embargo, sentí que sólo estaba efectuando los movimientos físicos; no percibía las fibras de energía que integraban la pantalla descrita por Clara.
– No estás abriendo la puerta con suficiente fuerza -me corrigió Clara-. Usa tu energía interna, no sólo los músculos de los brazos. Arroja el aire rancio y mete el estómago al precipitarte al frente. Una vez adentro, respira todas las veces que puedas, pero manténte alerta. No te quedes más tiempo del necesario.
Me armé de toda mi fuerza y con las dos manos me agarré del aire. Clara se colocó detrás de mí, me sostuvo los antebrazos y les dio un tremendo jalón hacia los lados. En el acto sentí que se habían abierto unas puertas corredizas. Exhalé con fuerza y me precipité a través de ellas; más bien, Clara me dio un empujón por detrás, impulsándome al frente. Me acordé de voltearme y respirar profundamente, pero por un instante me preocupó la idea de que no fuera a saber cuándo salir. Clara lo percibió y me indicó cuándo dejar de respirar y cuándo salir.
– Al practicar este pase brujo tú sola -dijo Clara-, aprenderás a realizarlo a la perfección. Pero ten cuidado. Puede pasar toda clase de cosas una vez que atravieses la abertura. Recuerda que debes ser cautelosa y al mismo tiempo audaz.
– ¿Cómo sabré distinguir entre las dos cosas? -pregunté. Clara se encogió de hombros.
– No lo sabrás así nomás. Desafortunadamente, sólo nos tornamos prudentes después de haber sufrido un descalabro.
Agregó que la cautela sin cobardía depende de nuestra capacidad para controlar la energía interior y dirigirla hacia los conductos de reserva, de modo que esté disponible cuando la necesitemos para realizar acciones extraordinarias.
– Al disponer de la suficiente energía interior es posible lograr cualquier cosa -afirmó Clara-, pero debemos ahorrarla y refinarla. Practiquemos juntas algunos de los pases brujos que has aprendido y veamos si puedes ser cautelosa sin ser cobarde y convocar el mundo de las sombras.
Percibí una ola de energía que empezó como una serie de pequeños círculos en mi vientre. Al principio pensé que era miedo, pero mi cuerpo no se sentía asustado. Era como si una fuerza impersonal, sin deseo ni sentimientos, estuviese despertando en mi interior, avanzando desde dentro hacia fuera. Conforme ascendió, la parte superior de mi espalda se sacudió involuntariamente.
Clara se dirigió al centro del patio y la seguí. Empezó a efectuar algunos pases brujos, despacio para que pudiese seguirla.
– Cierra los ojos -susurró-. Con los ojos cerrados es más fácil mantener el equilibrio, usando las líneas de energía que ya están ahí.
Cerré los ojos y empecé a moverme al unísono de Clara. No me costó trabajo seguir sus indicaciones de cambios de posición, pero tuve dificultades para mantener el equilibrio. Estaba consciente de que esto se debía a mi esfuerzo exagerado por efectuar los movimientos correctamente. Era como la vez que había tratado de caminar con los ojos cerrados y que tropecé continuamente, debido a mi desesperado deseo de hacerlo bien. Poco a poco mi deseo de sobresalir fue disminuyendo y mi cuerpo se tornó más flexible e impalpable. Conforme seguíamos moviéndonos, me relajé al grado de sentir que carecía de huesos y articulaciones. Al levantar los brazos sobre la cabeza, tenía la impresión de poder estirarlos hasta las copas de los árboles. Al doblar las rodillas y bajar mi peso, una ola de energía se precipitaba hacia abajo, a través de mis pies. Sentí que me habían salido raíces. Unas líneas se extendían desde las plantas de mis pies hasta las profundidades de la tierra, proporcionándome una estabilidad nunca antes sentida. Gradualmente se disolvió el límite entre mi cuerpo y sus alrededores. Con cada pase que realizaba, mi cuerpo parecía derretirse y fundirse con la oscuridad, hasta que empezó a moverse y respirar solo.