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Dibujó otra línea que bajaba por el centro de la figura elíptica para dividirla a lo largo en dos partes, las cuales, según afirmó, corresponden a los lados derecho e izquierdo del cuerpo. Estos dos lados también poseen dos patrones específicos de circulación energética. Del lado derecho, la energía sube por la parte delantera del doble y baja por la parte de atrás. Del lado izquierdo, la energía baja por la parte delantera del doble y sube por la parte de atrás.

Explicó que el error cometido por muchos al buscar al doble consistía en aplicarle las reglas del cuerpo físico, entrenándolo, por ejemplo, como si estuviese hecho de músculos y huesos. Me aseguró que no hay forma de preparar al doble por medio del ejercicio físico.

– La manera más fácil de resolver el problema es mediante la separación del cuerpo físico y el doble -explicó el cuidador-. Sólo al estar definitivamente separados, la conciencia puede fluir entre el uno y el otro. Esto es lo que hacen los brujos. Por lo tanto, pueden hacer caso omiso de todas las tonterías que supuestamente los unifican, como lo son rituales, encantamientos y complicadas técnicas de respiración.

– ¿Pero qué me dice de las respiraciones y los pases brujos que Clara me enseñó? ¿También son tonterías?

– No. Sólo te enseñó cosas que ayudan a separar el cuerpo y el doble. Por lo tanto, todo eso servirá a nuestros propósitos.

Dijo que el mayor error humano quizá sea el de creer que la salud y el bienestar se encuentran en el reino del cuerpo, cuando en esencia el control sobre nuestras vidas se halla en el reino del doble. Este error se deriva del hecho de que el cuerpo controla nuestra conciencia. Agregó que por lo común nuestra conciencia se fija en la energía que circula del lado derecho del doble, lo cual resulta en nuestra habilidad para pensar y razonar y poder tratar eficazmente con nuestros semejantes y sus ideas. A veces por accidente, pero más que nada por medio de un entrenamiento especializado, es posible desplazar la conciencia a la energía que circula del lado izquierdo del doble, lo cual resulta en un comportamiento no tan propicio para ocupaciones intelectuales o tratar con la gente.

– Cuando la conciencia se fija continuamente del lado izquierdo del doble, el doble adquiere cuerpo y emerge -prosiguió-, y uno es capaz de realizar hazañas inconcebibles. Esto no debería sorprendernos, porque el doble es nuestra fuente de energía. El cuerpo físico no es más que el receptáculo en el que se ha colocado esa energía.

Pregunté si hay personas capaces de enfocar su conciencia a discreción en cualquiera de los dos lados del doble.

Asintió con la cabeza.

– Los brujos pueden hacerlo -replicó-. El día en que lo logres, serás bruja.

Indicó que algunas personas son capaces de desplazar su conciencia al lado derecho o izquierdo del doble, una vez que consiguieron realizar el vuelo abstracto, por medio de la simple manipulación del flujo de su respiración. Tales personas pueden practicar la brujería o las artes marciales con la misma facilidad con la que manejan intrincados sistemas académicos. Hizo hincapié en que el apuro de fijar la conciencia en forma constante del lado izquierdo constituye una trama infinitamente más mortal que los atractivos del mundo de la vida cotidiana, debido al misterio y el poder inherentes en él.

– Para nosotros, la verdadera esperanza está al centro -indicó, tocándome la frente y el centro del pecho-, porque en la pared que divide a los dos lados del doble se encuentra una puerta oculta que da a un tercer compartimiento, delgado y secreto. Sólo al abrirse esta puerta es posible experimentar la auténtica libertad.

Me agarró del brazo y me hizo bajar de la piedra.

– Tu tiempo de transición casi ha terminado -dijo, regresando apresuradamente a la casa conmigo-. Ya no hay tiempo para más explicaciones. Dejaremos atrás la fase de transición con una magnífica explosión. Ven, vamos a mi cuarto.

Me detuve en seco. Ya no me sentía sólo incómoda sino amenazada. Por muy excéntrico que fuese Emilito y por mucho que hablara sobre el doble etéreo, seguía siendo un hombre, y el recuerdo del apretón de su mano sobre mis genitales en la cocina estaba demasiado vivo. Además, sabía que no se había tratado de un contacto impersonal efectuado con un mero afán demostrativo; había percibido claramente su lujuria cuando me tocó.

El cuidador me miró con ojos fríos.

– ¿Qué diablos quieres decir con que percibiste mi lujuria cuando te toqué?

Sólo pude devolver su mirada con la boca abierta. Había repetido mi pensamiento exactamente. Una ola de vergüenza me atravesó, acompañada por un estremecimiento frío que se extendió por todo mi cuerpo. Sin tino balbucí unas débiles disculpas. Le dije que antes solía tener la fantasía de ser tan hermosa que todos los hombres me encontraban irresistible.

– Recapitular significa quemar todo eso -indicó-. No has hecho un buen trabajo. Sin duda ésta es la razón por la que fracasaste al querer llegar adonde cruzan los brujos.

Se volteó y se alejó de la casa.

– Aún no ha llegado el momento de enseñarte lo que tenía pensado -dijo-. No. Necesitas trabajar mucho más en corregirte. Mucho más. Y de aquí en adelante tendrás que proceder con mucho más cuidado; tendrás que esforzarte muchísimo, porque no puedes permitirte más errores.

21

Mi periodo de transición terminó en ese instante, al acometerme Emilito por haber malinterpretado sus intenciones. De ahí en adelante abandonó su extravagante aire de bromista y se convirtió en un capataz sumamente exigente. Ya no hubo más largas explicaciones del doble ni de otros aspectos de la brujería, es decir, ningún descanso derivado de la comprensión intelectual. Sólo hubo trabajo pragmático y exigente. Todos los días durante meses, desde la mañana hasta la noche, me abrumaba con actividades hasta que, exhausta, iba a dormir a la casa del árbol.

Además de continuar la práctica del kung fu y de trabajar en el jardín, el cuidador me puso a cargo de preparar la comida y la cena. Me enseñó a prender la estufa y a preparar unos platillos sencillos, algo que mi madre ya había tratado de hacer, pero sin lograrlo nunca. Puesto que tenía otros deberes, normalmente ponía todos los ingredientes en la estufa a cocer en una olla y regresaba más tarde, a la hora de la comida. Después de preparar el mismo caldo durante varias semanas, conseguí la mezcla perfecta de sabores. Emilito dijo que resulté ser, si no una cocinera bastante buena, al menos alguien capaz de producir comida comestible. Lo tomé como cumplido, porque nada de lo que había preparado en toda mi vida, desde panqué hasta albondigón, había sido comestible.

Comíamos en total silencio, un silencio que él interrumpía si quería decirme algo. Pero si yo deseaba conversar se señalaba el estómago para recordarme su delicada digestión.

La mayor parte de mi tiempo seguía dedicada a la recapitulación. El cuidador me había instruido en repasar los mismos acontecimientos y personas recapitulados con anterioridad, salvo que en esta ocasión debía hacerlo en la casa del árbol. Subir a la casa del árbol todos los días me hizo perder mi temor inicial a las alturas. Gozaba estar al aire libre, especialmente avanzadas las tardes, la hora que reservaba para esta tarea en particular. Bajo la supervisión de Clara había recapitulado en una cueva oscura. La atmósfera de aquella recapitulación había sido pesada, térrea, sombría y muchas veces aterradora. La recapitulación que efectué en la casa del árbol, dirigida por Emilito, estaba dominada por una nueva atmósfera. Era ligera, vaporosa, transparente. Recordé las cosas con una claridad sin precedentes. Mi energía adicional o la influencia de estar despegada del suelo me permitió recordar una cantidad infinitamente mayor de detalles. Todo resultó más vivo y pronunciado y menos cargado de la autocompasión, la displicencia, el miedo y el arrepentimiento que habían caracterizado mi recapitulación anterior.