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– Cálmese, por favor -dijo cuando ella paró de chillar para tomar aliento-. No entiendo ni una palabra de lo que dice.

Más chillidos.

– Contrólese, Maggie -insistió Ingram con firmeza-. No es ninguna chiquilla, así que no se comporte como si lo fuera.

– Lo siento -dijo ella en un intento de serenarse-. Steven Harding me ha pegado, y Bertie le ha atacado. Hay sangre por todas partes. Le he hecho un torniquete en el brazo, pero no funciona. No sé qué más hacer. Me parece que si no lo llevo a un hospital se va a morir.

Ingram se incorporó y se frotó la cara con fuerza para despejarse.

– ¿Dónde está? -preguntó.

– Al final del barranco de la cantera, cerca de los escalones del sendero de la costa, entre Chapman's Pool y el cabo St Alban. Stinger se ha desbocado, y si tropieza con las riendas se va a romper una pata. Si eso sucede, será nuestra ruina. Creo que Steve se está muriendo. -Maggie debió de separarse del auricular, porque Ingram apenas la oía-. Ha sido un accidente. Bertie estaba hecho una furia…

– ¡No la oigo, Maggie! -gritó Ingram.

– Lo siento. -Ahora su voz volvía a oírse bien-. No reacciona. Me temo que Bertie le ha cortado una arteria del brazo, pero no puedo apretar lo suficiente la correa de Bertie para cortar la hemorragia.

– Entonces deje la correa y utilice otra cosa, algo que pueda sujetar mejor, como una camiseta. Átesela alrededor del brazo todo lo fuerte que pueda, y vaya retorciendo los extremos para ejercer presión. Si eso tampoco funciona, busque la arteria en la parte interna del brazo y presiónela contra el hueso. Pero tendrá que mantener la presión, Maggie, porque si no volverá a sangrar. Le dolerán las manos, pero no la suelte.

– De acuerdo.

– Bien. Le enviaré ayuda enseguida. -Ingram colgó y marcó el número de Broxton House-. ¿Señora Jenner? -dijo cuando Celia contestó-. Soy Nick Ingram. Maggie necesita ayuda, y usted es la que está más cerca. Está en la cantera, intentando ayudar a un hombre que se está desangrando. Están al final del camino de la costa. Si coge a Jasper y va hasta allí, ese hombre quizá se salve.

– Pero si no estoy vestida -replicó Celia, indignada.

– Me importa un carajo -dijo él sin miramientos-. Mueva el culo y échele una mano a su hija, por el amor de Dios.

– Pero… ¿cómo se atreve?

Ingram colgó y, por segunda vez en menos de una semana, se puso a hacer llamadas para que el helicóptero de rescate de Portland se dirigiera al cabo St Alban, pues el servicio de ambulancias no le garantizó que pudieran llegar hasta allí antes de que Harding muriera desangrado.

Cuando Nick Ingram llegó al lugar, tras conducir a toda velocidad con su jeep por los estrechos senderos y subir por el camino de herradura, el drama ya estaba resuelto. El helicóptero había aterrizado a unos cincuenta metros del lugar del accidente y Harding estaba consciente y recibía los cuidados de un enfermero. A cien metros hacia el sur, en la ladera de la colina, Maggie intentaba atrapar a Stinger, pero cada vez que ella se le acercaba, el animal se encabritaba. Maggie estaba intentando apartarlo del borde del acantilado, pero a Stinger le asustaba el helicóptero y se resistía a ir en esa dirección, y lo único que ella estaba consiguiendo era que el caballo se acercara cada vez más a la valla que bordeaba el acantilado. Celia estaba a un lado, con gesto arrogante, sujetando con una mano las riendas de Sir Jasper bajo la barbilla del animal, y con la otra en el extremo por si el animal decidía también echar a correr. Le lanzó una mirada fulminante a Ingram, pero él no le hizo caso y fue a interesarse por Harding.

– ¿Se encuentra bien?

El joven asintió con la cabeza. Llevaba unos vaquerosLevi's y una sudadera verde, iba manchado de sangre de pies a cabeza y tenía el antebrazo derecho fuertemente vendado.

– ¿Cómo está? -le preguntó Ingram al enfermero.

– Sobrevivirá. Esas mujeres han conseguido detener la hemorragia. Tendrán que darle puntos, así que lo vamos a llevar a Poole. -El enfermero se llevó a Nick a un lado y añadió-: Esa joven necesita ayuda. Está temblando como una hoja, pero dice que lo más importante es atrapar al caballo. El problema es que no puede acercarse lo suficiente al animal. -Señaló con la cabeza a Celia y dijo-: Y la mayor tampoco está mucho mejor. Tiene artritis, y se ha hecho daño en la cadera viniendo aquí. Tendríamos que llevárnoslas con nosotros, pero se niegan a abandonar a los animales. Tenemos que ponernos en marcha, pero ese caballo va a echar a correr como un endemoniado en cuanto despeguemos. Cuando aterrizamos estuvo a punto de caerse por el acantilado.

– ¿Dónde está el perro?

– Se ha largado. Creo que la joven tuvo que golpearlo para que soltara a ese chico, y se ha largado con el rabo entre las piernas.

Nick se mesó el cabello.

– Está bien. ¿Puede darnos cinco minutos más? Si ayudo a la señorita Jenner a atrapar al caballo, quizá convenzamos a su madre para que se deje ayudar. ¿Qué le parece?

El enfermero miró a Steven Harding.

– De acuerdo. El joven dice que puede caminar, pero tardaré más de cinco minutos en subirlo al helicóptero e instalarlo. No lo tiene usted fácil, pero le deseo buena suerte.

Nick se llevó los dedos a los labios y dio un fuerte silbido; después recorrió las laderas con la mirada, entrecerrando los ojos. Bertie salió de entre la hierba a unos cien metros de distancia. El policía dio otro silbido y el perro corrió hacia él. Ingram levantó el brazo y el perro se sentó cuando todavía estaba a cincuenta metros de distancia.

– Necesito tomar una decisión rápida -le dijo a Celia-. Tenemos cinco minutos para atrapar a Stinger antes de que despegue el helicóptero, y creo que será mejor que Maggie monte a Sir Jasper. Usted es la experta. ¿Se lo dejo a ella o a usted, teniendo en cuenta que yo no sé nada de caballos y que seguramente Jasper se asustará del ruido tanto como Stinger?

Celia, que era una mujer sensata, no perdió el tiempo con reproches. Le entregó las riendas y le enseñó dónde tenía que poner la otra mano, bajo la barbilla de Jasper.

– Vaya chascando la lengua -dijo-, y él lo seguirá. No corra ni lo suelte. No podemos arriesgarnos a perderlos a los dos. Recuérdele a Maggie que ambos caballos se volverán locos en cuanto despegue el helicóptero, así que dígale que cabalgue a todo galope hacia el centro del cabo.

Ingram echó a andar colina arriba; llamó a Bertie con otro silbido y el perro se pegó a su pierna izquierda como si fuera su sombra.

– No sabía que el perro fuera suyo -le dijo el enfermero a Celia.

– No es suyo -replicó ella.

Vio cómo su hija bajaba hacia el fornido policía, que cruzó unas palabras con ella y a continuación la subió a la silla de Jasper antes de enviar a Bertie, con un movimiento del brazo, hacia el borde del acantilado para situarse detrás del espantado caballo. Ingram siguió a Bertie y se colocó entre el caballo y el borde del precipicio, mientras dirigía al perro para que obstaculizara la retirada de Stinger colina arriba haciendo breves carreras delante de él. Mientras tanto, Maggie había llevado a Sir Jasper hacia la cantera y lo había puesto a medio galope. Stinger, cuyas difíciles alternativas eran un perro, un helicóptero y un hombre, eligió la sensata opción de seguir al otro caballo.

– Impresionante -comentó el enfermero.

– Sí -coincidió Celia.

Polly Garrard estaba a punto de irse al trabajo cuando el inspector John Galbraith llamó a la puerta de su casa y le preguntó si le importaría contestar a unas preguntas más sobre su relación con Kate Sumner.