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Ella asintió y dijo:

– Esperaré fuera. Ya me avisarán.

Galbraith cerró la puerta del salón.

– Hemos cogido al asesino de Kate, William -dijo, y se sentó enfrente de William-. Steven Harding ha sido acusado de su rapto, violación y asesinato, y en breve será conducido a prisión para esperar la fecha del juicio. Quiero que sepa que Kate hizo todo lo que pudo para salvarse y para salvar a Hannah. -Escrutó el rostro de William, pero al no ver en él reacción alguna, prosiguió-. No voy a engañarle diciéndole que no tuvo relaciones sexuales con Harding antes de los sucesos de la semana pasada, porque sí las tuvo. Con todo, no fue más que una breve aventura que tuvo lugar hace unos meses, después de lo cual Harding llevó a cabo una larga campaña para sacársela de encima. Sin embargo, y esto es importante -disfrazó la verdad a favor de Kate-, es evidente que ella decidió poner fin a la relación cuando se dio cuenta de que su matrimonio era más importante que un entusiasmo pasajero con un hombre más joven que ella. La desgracia de Kate consistió en no reconocer en Steven Harding a un egocéntrico inmaduro al que debería haber temido. -Hizo otra pausa y concluyó-: Se sentía muy sola, William.

Sumner contuvo un sollozo.

– La he odiado tanto… Comprendí que él era algo más que un amigo cuando Kate me dijo que no quería volver a verlo en nuestra casa. Al principio coqueteaba con él; luego empezó a hablar mal de él y a insultarlo. Deduje que él se había cansado de ella.

– ¿Fue entonces cuando Steve le enseñó aquellas fotografías?

– Sí.

– ¿Por qué cree que lo hizo, William?

– Dijo que quería que yo se las enseñara a Kate, pero…

Galbraith recordó lo que Tony había dicho la noche anterior: «El único motivo por el que Steve hace pornografía es que sabe que los tipos que verán sus fotografías son unos indecentes. Como no tiene ninguna manía sexual, se excita pensando en esos tipos que se masturban con fotos suyas».

– Pero lo que quería, en realidad, era enseñárselas a usted, ¿no?

Sumner asintió.

– Quería demostrarme que Kate prefería acostarse con cualquiera, incluso con un homosexual, antes que conmigo. -Empezaron a correrle lágrimas por las mejillas-. Supongo que ella le había contado a todo el mundo que yo no era muy bueno en la cama. Yo le dije que no me interesaba ver aquellas fotografías, y entonces él puso la revista encima de la mesa y me dijo -cerró los ojos, como si quisiera protegerse de aquel recuerdo-: «Haz lo que quieras con ellas».

– ¿Le dijo Harding que se había acostado con Kate?

– No hizo falta que me lo dijera. Cuando vi que cogía a Hannah en brazos en la calle, imaginé que algo pasaba. Yo nunca he podido coger a Hannah en brazos, porque la niña no me deja. -Seguían brotándole lágrimas.

– ¿Qué le dijo, William?

– Que Kate le estaba amargando la vida, ensuciándole el coche con los pañales de Hannah, y que si no la convencía de que dejara de hacerlo iría a la policía.

– ¿Y usted le creyó?

– Kate era así -dijo con voz temblorosa-. Sabía ser muy desagradable cuando no conseguía lo que quería.

– ¿Le enseñó usted la revista a Kate?

– No.

– ¿Qué hizo con ella?

– La guardé en el coche.

– ¿Por qué?

– Para mirarla… Para recordar… -Apoyó la cabeza en el respaldo de la butaca y miró el techo-. Para tener algo que odiar, supongo.

– ¿Le habló a Kate de ello?

– No. No tenía sentido comentárselo. Ella me habría mentido.

– Entonces ¿qué hizo?

– Nada -contestó William-. Hice como si nada hubiera pasado. Trabajaba hasta tarde, me encerraba en mi estudio, esquivaba a Kate… Mire, no podía pensar. No dejaba de preguntarme si el bebé sería mío. -Se volvió y miró al policía-. ¿Era mío?

– El forense calculó que el feto era de catorce semanas, lo cual significa que fue concebido a principios de mayo; pero la relación de Kate con Harding acabó a finales de marzo. Si quiere una prueba definitiva, puedo pedirle al forense que realice un análisis de ADN, pero yo no creo que haya duda de que el niño que Kate iba a tener era suyo. Kate no se acostaba con el primero que se lo proponía. -Hizo una pausa para que William asimilara aquella información-. Pero no cabe duda de que Steven Harding la acusó falsamente de acoso. Sí, en una ocasión Kate arremetió contra él por despecho, pero seguramente lo hizo porque estaba enfadada consigo misma por haberse dejado engañar por Harding. El verdadero culpable es un amigo de Harding. Kate había rechazado sus proposiciones, y él la utilizó como escudo para vengarse, sin sospechar el peligro en que podía poner a Kate.

«Jamás pensé que él pudiera hacerle ningún daño. ¡Ostras! ¿Cree que yo quería que la mataran? Ella era un persona muy triste y solitaria, un aburrimiento de mujer. Si vibraba por algo, lo disimulaba muy bien. Mire, sé que esto no suena muy bien, y no me enorgullezco de ello, pero la reacción de Steve me pareció muy divertida. Estaba cagado. Eso de que se escondía en las esquinas es muy cierto. Steve creía que Kate le iba a atacar en medio de la calle. No paraba de hablar de la película Atracción Fatal, y decía que el error de Michael Douglas era no dejar morir al personaje de Glenn Close cuando intentaba suicidarse.

»-¿Por qué no nos lo contó antes? -preguntó Carpenter.

»-Porque antes de meterte en un lío tienes que estar convencido de que la persona a la que estás acusando es culpable. A mí jamás se me habría ocurrido que Steve pudiera tener algo que ver con todo esto. No le gusta la violencia.

»-Pero las violaciones sí, ¿no? Vamos a ver, ¿se le ocurre algo o alguien que su amigo no haya violado? La hospitalidad, la amistad, el matrimonio, mujeres, niñas, un montón de leyes… ¿Nunca se le ocurrió que una persona tan egoísta como Steven Harding, tan poco preocupada por los sentimientos de los demás, pudiera representar un peligro para una mujer que él consideraba que le había estado amargando la existencia?»

Sumner seguía contemplando el techo, como si su blanca superficie ocultara todas las respuestas.

– ¿Cómo consiguió Harding llevar a Kate a su barco, si a ella ya no le interesaba? -preguntó-. Usted dijo que nadie la vio con él después de que hablaran delante del Tesco.

«Me sonrió como si no hubiera pasado nada -les había explicado Harding-, me preguntó cómo estaba y cómo me iba el trabajo. Yo contesté que no sabía cómo se atrevía a dirigirme la palabra después de lo que me había hecho, y ella rió y dijo que no fuera infantil. “Tú me enseñaste a valorar a William, y si yo no te guardo rencor, ¿por qué vas a guardármelo tú a mí?” Le respondí que ella sabía perfectamente por qué le guardaba rencor, y ella se enfadó. “Te he pagado con la misma moneda. Eres pura mierda”, me dijo. Y entonces se marchó. Creo que eso fue lo que me enfureció. No soporto que me dejen plantado. Pero yo sabía que la dependienta del Tesco me estaba mirando, así que crucé High Street, y bajé por detrás de los tenderetes del mercado de la otra acera, sin quitarle la vista de encima a Kate. Lo único que quería era hablar con ella, desahogarme, decirle que tenía suerte de que no la hubiera denunciado…»

– Los sábados hay mercado en High Street -explicó Galbraith-, así que la calle estaba abarrotada de visitantes. La gente no se fija en lo que pasa entre una multitud. Harding la siguió desde una distancia prudencial, y esperó a que ella se dirigiera a su casa.

«Parecía muy enojada, o sea que supongo que debí de ofenderla. Torció por Captain's Row, y deduje que se dirigía a su casa. Le di una oportunidad, por así decirlo. Decidí que si tomaba la calle de arriba la dejaría en paz, pero que si tomaba la de abajo después del club náutico y el garaje de Tony, le daría una lección…»

– Steve utiliza un garaje que hay a doscientos metros de su casa -prosiguió Galbraith-. La atrapó cuando ella pasaba por delante del garaje, y la convenció de que entrara con Hannah. Ella había estado allí varias veces con Tony Bridges, el amigo de Harding, así que debió de pensar que no había ningún peligro.