Si Alex viviera en este país sabría qué hacer. Lo único que necesito es respaldo. Él es el angelito que se sienta en mi hombro y me susurra al oído: «¡Puedes hacerlo!». Es curioso. Tengo treinta años y todavía me siento como una niña pequeña. Todavía miro alrededor para ver qué hacen los demás y así asegurarme de que no soy completamente distinta; todavía miro alrededor en busca de ayuda, de un codazo amistoso y un consejo dicho en voz baja. Pero al parecer no atraigo la atención de nadie. Nadie más parece estar mirando alrededor preguntándose qué hacer. ¿Por qué será que me siento como si fuese la única persona que está confundida y preocupada por las decisiones que he tomado y el futuro que me aguarda? Mire donde mire, sólo veo personas que tiran adelante. Quizá tendría que seguir su ejemplo.
Besos,
Rosie
Querida Rosie:
Por favor, no te atormentes con preguntas que no puedes responder. Ahora mismo estás pasando un momento realmente complicado, pero vas saliendo adelante como tantas otras veces lo has hecho. Cada mal trago te hace más fuerte.
No soy quién para decirte si debes seguir con Greg o no (sólo tú puedes tomar esa decisión) y lo único que puedo decir es que si os queda un poco de amor deberías hacer un esfuerzo. Todas las cosas pequeñas crecen si las alientas, Rosie. Y con el amor pasa lo mismo. Pero si esto te hace desgraciada vete y busca otra cosa que te dé la felicidad que te mereces.
Escucha lo que te dice el corazón y fíate de tu instinto: ambos te llevarán por buen camino. Siento no tener grandes y sabias palabras para decirte, Rosie, pero al menos sabrás que no estás sola; hay muchas personas que no tienen respuesta a esas preguntas. A veces todos estamos tan confundidos como tú.
Cuídate mucho.
Besos,
Stephanie
De: Rosie
Para: Stephanie
Asunto: Corazón silencioso
Mi corazón no dice nada y mi instinto me dice que me meta en la cama, me acurruque y llore.
Nota para mí misma:
Bajo ninguna circunstancia te vuelvas a enamorar.
Bajo ninguna circunstancia te fíes de otro ser humano.
Compra Kleenex especiales con bálsamo protector de caléndula para que no acaben confundiéndote con la madre de Rudolph.
Come.
Sal de la cama.
Y, por el amor de Dios, deja de llorar.
De: Mamá
Para: Stephanie
Asunto: ¿Funciona esto?
Creo que acabo de entender cómo funciona esto del e-mail. Bueno, sólo quería ver si los planes que hicimos para celebrar que papá cumple sesenta siguen en pie. Él cree que tomaremos unas copas con Jack y Pauline, así que no me contestes a esta dirección, no vaya a ser que lo lea. Llámame al móvil. Me encantaría que vinierais. Sería estupendo que volviéramos a reunirnos todos y creo que le haría bien a Rosie. Me tiene preocupada, está tan disgustada con Greg que ha adelgazado mucho. Tu padre tiene que contenerse para no partirle la cara, cosa que no le haría ningún bien a nadie. Sobre todo al corazón de tu padre. Kevin tampoco se habla con Greg y eso todavía le pone las cosas más difíciles a la pobre Rosie. Sin embargo, cuanto más la arrope la familia, mejor.
Capítulo 22
Ruby: Bueno, sea cual sea el régimen que sigues, quiero que mi Gary lo empiece cuanto antes.
Rosie: No estoy a régimen, Ruby.
Ruby: Pero pareces enferma o que andes mal de salud; así es como quiero ver a mi Gary. Poco atractivo, flaco como un palillo, agotado…
Rosie: Gracias.
Ruby: Sólo quiero ayudar, Rosie. Dime qué está pasando.
Rosie: No puedes hacer nada para ayudar; Greg y yo tenemos que resolver esto solitos. Bueno, Greg, yo y Ursula, la maravillosa consejera matrimonial. Nos hemos convertido en un equipo tan fantástico que se me saltan las lágrimas.
Ruby: Cuánto me alegro por los tres. ¿Cómo es la maravillosa y eficacísima Ursula?
Rosie: Maravillosa y eficacísima. Ayer me dijo que tengo problemas para expresar mis sentimientos.
Ruby: ¿Y?
Rosie: Y le dije que estaba enfadada y que se fuera a la mierda.
Ruby: Bien expresado. ¿Qué dijo Greg sobre eso?
Rosie: No te lo pierdas. Fue de premio. Mi marido, con su asombrosa intuición, piensa que tengo «problemas para comunicarme con Ursula y para comprenderla».
Ruby: No me digas.
Rosie: Lo que oyes, así que propuse que Ursula y yo fuésemos a ver a un consejero para mejorar nuestras dotes de comunicación mientras Greg y yo sigamos yendo a su consulta.
Ruby: ¿Y qué dijo entonces Greg?
Rosie: Bueno, el portazo que di al salir del coche no me dejó oírlo muy bien. Aunque no creo que fuera muy positivo. Se desgañitaba y abría las ventanas de la nariz. También estoy pensando en comprar una cama más grande para hacerle un sitio a Ursula. Aunque puede que ya lo sepa absolutamente todo sobre nosotros. A lo mejor podría contar cuántos pedos me tiro durante la noche o algo por el estilo…
Ruby: ¿Tan chungo es realmente?
Rosie: Es que no veo que esas sesiones nos sirvan de nada. Ursula nos obliga a comentar todas las pequeñas cosas que nos molestan del otro y con eso sólo consigue que discutamos más. El día que observa que nos llevamos algo bien, prácticamente la veo sufrir por el alquiler del mes que viene. La semana pasada discutimos durante una hora entera sobre lo mucho que me molesta que Greg se deje esa marca de leche en forma de bigote a propósito para hacerme reír y que, cuando no me río, me siga por toda la casa dándome golpecitos en el hombro para que me fije en el asqueroso resto de leche, y que no pare hasta que me río.
Ayer discutimos sobre cuánto me molesta que tuerza los labios cuando digo algo mal. Si digo que el cielo es amarillo, su labio superior empieza a torcerse de aquella manera tan rara, como lo torcía Elvis. Me saca de quicio que no pueda dejar de hacerlo. Necesita demostrarme de una forma u otra que he captado mal alguna información «vital». ¡No, no, la hierba no es rosa! ¡Vaya! ¡Cuánto cambia nuestra vida una frase como ésa!
Me parece que la semana que viene sacaré a colación que siempre se pone los ridículos calcetines de fantasía que le compra su madre. Él los encuentra comiquísimos. A veces la llama expresamente para decirle que los lleva puestos. Calcetines amarillos con lunares de color rosa y azules con rayas rojas. Seguro que sus colegas del banco están de acuerdo en que son comiquísimos. Un director de banco tan enrollado, tan en la onda, que lleva calcetines de color rosa, ¡corre, vayamos a pedirle una hipoteca! Para colmo, cuando se sienta se le suben los pantalones y puedes vérselos a kilómetros…
Ruby: Caray, para que luego digan que tienes problemas para expresarte…
Rosie: Lo que digo es que les encanta perderse en detalles irrelevantes. Lo importante no tendría que ser si Greg me da un beso en la frente o en la mejilla cada mañana; lo que cuenta es si me besa o no.
Ruby: ¿Y esa estrafalaria consejera está ejerciendo alguna influencia positiva sobre tu matrimonio?
Rosie: La verdad es que no. Me parece que a Greg y a mí nos iría mejor sin ella.
Ruby: ¿Crees que ambos podríais dejar de verla?
Rosie: Bueno, deberíamos, de lo contrario mucho me temo que no vamos a seguir juntos para cuando Greg cumpla cuarenta…
Para mi marido
Felices cuarenta, corazón.
Besos,
Rosie
¡Feliz cumpleaños!
Ahora eres más feo y más viejo.
Para Greg
De Katie y Toby
Querido Alex:
Me parece que voy a organizar un equipo de búsqueda. ¿Te ha tragado la tierra? ¿Sigues vivo?
El otro día llamé a tu madre y tampoco sabe gran cosa de ti. ¿Va todo bien? Porque si no es así, tengo derecho a saberlo. Se supone que tienes que confiar en mí porque soy tu mejor amiga y… lo dicta la ley. Y si todo va bien, da señales de vida igualmente. Necesito cotilleos. Es la segunda parte de esa misma ley.
Aquí todo es tan desquiciado e impredecible como siempre. Katie ya tiene once años, como bien sabes. Gracias por tu regalo. Es tan mayor que me dice que no tiene por qué informarme sobre adónde va durante el día ni a qué hora regresará a casa. Ésas son informaciones sin importancia que según parece una madre no necesita saber. Pensaba que aún me quedaban unos años antes de que se convirtiera en un monstruo, antes de que me viera como alguien que se interpone en su camino, dispuesto a hacerle la vida imposible a propósito. (De acuerdo, a veces lo hago.) Ahora la niña se pinta los labios, Alex. De un color rosa brillante. Se pone brillantina en los ojos, en las mejillas y en el pelo; estoy criando a una discotequera. Ahora tengo que llamar tres veces a la puerta de su dormitorio si quiero que me deje entrar, porque así puede identificar al intruso. (Estoy muy celosa de Toby porque sólo tiene que llamar una vez. Greg, en cambio, tiene que llamar trece veces. Pobre Greg. A veces, por no decir casi siempre, pierde la cuenta y Katie le niega la entrada por motivos de seguridad. Pero, vamos a ver, ¡¿quién más iba a llamar trece veces a su puerta o, al menos, a intentarlo?! Aunque me he vuelto muy lista y a veces sólo llamo una vez; así cree que soy Toby y me deja ver el sanctasanctórum de Katie Dunne.Te esperarías encontrar paredes pintadas de negro, sin luz, y pósteres horripilantes, pero tiene la habitación sorprendentemente limpia y ordenada.)