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De hecho, no es verdad. En realidad me vinieron ganas de quedarme en Dublín. Faltó poco para que no regresara en ese avión. Me encanta vivir en Boston y me encanta estudiar medicina, pero aquí no me siento en casa. Y en Dublín sí. Volver a estar contigo me hizo sentir muy a gusto. Añoro a mi mejor amiga.

Aquí he conocido a algunos tíos muy majos, pero ninguno de ellos jugó conmigo a policías y ladrones en el jardín de mi casa cuando era pequeño. Tengo la sensación de que no son amigos auténticos. No les he dado patadas en la espinilla, no hemos montado guardia toda la noche para espiar a Santa Claus, no nos hemos colgado de los árboles fingiendo ser monos, no hemos jugado a hoteles ni me he partido el pecho de risa mientras les hacían un lavado de estómago. Y cuesta lo suyo superar esta clase de experiencias.

Sin embargo, tú ya me has reemplazado en tu escala de afectos. Ahora la pequeña Katie es todo tu mundo. Y no es de extrañar. No dejé de quererla ni siquiera cuando vomitó encima de mi traje (nuevo y muy caro). Eso debe de significar algo. Resulta chocante lo mucho que se parece a ti. Tiene tus mismos ojos azules y chispeantes (¡menudos quebraderos de cabeza te esperan!), tu mismo pelo negro azabache y tu misma nariz respingona. Aunque su trasero es ligeramente más pequeño que el de su madre. ¡Es broma!

Sé que ahora estás increíblemente ocupada, pero si en algún momento necesitas tomarte un respiro, no dudes en venir aquí a descansar. Sólo tienes que decirme cuándo vienes, la invitación siempre seguirá en pie. Comprendo que tu economía no es muy boyante, de modo que podríamos echarte un cable con el coste de los billetes. A mis padres también les encantaría que vinieras. Ya han llenado la casa con las fotos del bautizo en las que aparecéis tú y Katie.

Hay alguien que me gustaría que conocieras cuando vengas por aquí. Va a mi clase en la universidad. Se llama Sally Gruber y es de Boston. Seguro que os llevaréis bien.

La facultad es mucho más dura de lo que me esperaba. Hay que estudiar un montón y leer sin parar. Apenas hago vida social. En total voy a pasar cuatro años aquí, en Harvard, y luego tendré que hacer entre cinco y siete de residencia en un hospital, así que calculo que para cuando haya terminado mi especialización (sea la que sea) ya habré cumplido los cien.

Y esto es cuanto hago por aquí. Me levanto a las cinco de la madrugada y estudio. Voy a la facultad, vuelvo a casa y estudio. Cada día. No hay mucho más que contar, la verdad. Menos mal que Sally y yo vamos juntos a clase. Eso disminuye el pavor que me da cada mañana enfrentarme a un día más de estudio, estudio y estudio. Es duro, pero seguro que no es necesario que te lo diga. Apuesto a que es infinitamente más fácil que lo que tú estás haciendo ahora mismo. En fin, me voy a dormir, estoy destrozado. Felices sueños para ti y Katie.

Nota para mí misma:

No le hagas el caballito a Katie después de darle de comer.

No le des de mamar en el campo de fútbol.

No respires cuando le cambies los pañales. De hecho, permite que papá, mamá o incluso cualquier desconocido le cambie los pañales tan a menudo como quieran, si así lo desean.

No pases con el cochecito cerca del colegio, a no ser que quieras que te vea la señorita Narizotas Malaliento Casey.

No te rías cuando Katie se cae de culo al intentar caminar.

No intentes mantener una conversación con viejos amigos del colegio a quienes llevas una vida entera de ventaja: terminarás sintiéndote frustrada. Deja de llorar cada vez que Katie llora.

Bonjour Stephanie!

¿Cómo le va a mi guapa hermana? ¡Seguro que estás sentada en un café tomando café au lait con una boina y un jersey a rayas y apestando a ajo! Ay, ¿quién dice que los estereotipos han muerto?

Gracias por el regalo que le enviaste a Katie. Tu ahijada dice que te añora mucho y te manda un montón de besos babosos. En todo caso, eso es lo que me ha parecido que significaban los chillidos y bramidos que ha soltado su minúscula boquita. A decir verdad, no sé de dónde sale todo ese ruido. Katie es la cosita más diminuta y frágil que he visto en mi vida; tanto, que a veces tengo miedo de cogerla, pero entonces abre la boca y se desatan todos los infiernos. El médico dice que tiene cólicos. Yo sólo sé que no para de gritar.

Me tiene asombrada que algo tan pequeño pueda hacer tanta peste y tanto ruido. Creo que debería aparecer en el Libro Guinness de los Récords por ser la criatura más diminuta, apestosa y ruidosa de todos los tiempos. No habría entonces madre más orgullosa que yo.

Estoy hecha polvo, Stephanie. Voy como una zombi todo el día. Apenas consigo leer lo que estoy escribiendo (por cierto, perdón por el puré de plátano del final de la página: pequeño accidente durante el desayuno). Katie se pasa la noche entera llorando. Tengo un dolor de cabeza permanente. No hago más que deambular por la casa como un robot recogiendo los ositos de peluche y los juguetes con los que tropiezo. Es complicado llevar a Katie por ahí porque no deja de chillar vayamos donde vayamos. Tengo miedo de que la gente piense que la estoy secuestrando o que soy mala madre. Sigo estando hinchada como un globo. Sólo puedo ponerme chándales y no son nada favorecedores. Tengo el culo inmenso y la barriga llena de estrías. Y esa gordura que no parece tener intención de marcharse por más que le grite. He tenido que tirar todos mis tops. Tengo el pelo tan seco que parece estropajo. Y las tetas GIGANTESCAS. No me parezco a mí. No me siento yo. Es como si tuviera veinte años más. No he salido desde el bautizo. No recuerdo la última vez que me tomé una copa. No recuerdo la última vez que un miembro del sexo opuesto me miró (excepto las personas que me miran enojadas en los cafés cuando Katie se pone a chillar). No recuerdo siquiera la última vez que me importó que un miembro del sexo opuesto no me mirara. Me parece que soy la peor madre del mundo. Creo que cuando Katie me mira sabe que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.

Ahora ya casi camina, lo cual significa que voy corriendo de un lado a otro diciendo «¡NO, KATIE, NO! ¡Katie, no toques eso! ¡NO! ¡Katie, mamá te ha dicho que no!». Me parece que a Katie le importa un bledo lo que piensa su mamá. Creo que Katie es la clase de niña que cuando ve algo que le gusta va a por ello. ¡Miedo me da pensar en cuando sea adolescente! Pero el tiempo pasa tan aprisa que habrá crecido y se mudará antes de que me dé cuenta. Quizás entonces pueda descansar un poco. Aunque, si lo piensas bien, seguro que es lo mismo que pensaron papá y mamá en su momento.

Pobres papas, Steph. Me siento fatal. Se han portado de maravilla. Les debo mucho y no me refiero sólo al dinero. Aunque ésa es otra situación deprimente. Cobro un subsidio y cada semana les doy cuanto puedo para nuestra manutención, pero siempre tengo la impresión de que no es suficiente y ya sabes cómo van las cosas en casa, Steph, siempre hemos ido pasando justo. No sé cómo me las voy a apañar para mudarme, trabajar y cuidar de Katie. Un día de esta semana, papá y yo vamos a ir a una clínica para hablar con un tipo sobre la posibilidad de que se me incluya en una lista para poder tener casa propia. Mamá no deja de decir que puedo quedarme con ellos, pero sé que papá lo hace para ayudarme a que me sienta un poco más independiente.

Mamá se ha portado de fábula. Katie la adora y le hace caso. Cuando mamá dice: «¡No, Katie!», Katie sabe que tiene que parar. Cuando lo digo yo, Katie se echa a reír y sigue con lo suyo. ¿Cuándo me sentiré como una madre de verdad?

Alex ha conocido a una chica en Boston; tiene la misma edad que yo y suficiente sesera como para estudiar medicina en Harvard. Aunque me pregunto si realmente es feliz. En fin, tengo que dejarte. Katie me reclama.

Escribe pronto.

Besos,

Rosie

Para Rosie

Me alegra que todo vaya bien con Katie. Las fotos que me enviaste del día que cumplió tres años son preciosas. Las he enmarcado y están en la repisa de la chimenea de casa.

Papá y mamá quedaron encantados de verte cuando fueron a Dublín el mes pasado. No dejan de hablar de ti y de Katie. Todos estamos la mar de orgullosos de que hayas creado una niña tan perfecta.

Espero que tuvieras un feliz cumpleaños. ¡Ya son veintidós! Siento no haber podido ir a celebrarlo contigo, pero las cosas se han salido de madre en la facultad. Como es mi último curso, he tenido que currar como un loco. Me dan terror los exámenes. No sé qué haré si suspendo.

Sally me preguntó por ti. Aunque aún no os habéis visto nunca, tiene la sensación de conocerte por lo mucho que le hablo de nuestros viejos tiempos.

Alex

Para Alex

La dentición de Katie está yendo mejor que antes.

Katie pronto irá a la guardería.

Hoy Katie ha dicho cinco palabras nuevas.

El fin de semana pasado fue el cumpleaños de papá: tiramos la casa por la ventana y nos fuimos a cenar al restaurante Hazle, el mismo, si no recuerdo mal, al que fuiste con Bethany la Putilla y los ricachos de sus padres hace un montón de años para celebrar tus dieciocho.

Me sentó de perlas poder soltarme la melena y relajarme sin Katie. Me permití el lujo de contratar a una canguro y te aseguro que mereció la pena.

Rosie

De: Alex

Para: Rosie

Asunto: (ninguno)

¡Venga, Rosie! ¡Estás quedando fatal! ¡Más vale que tengas alguna locura que contarme la próxima vez!

De: Rosie

Para: Alex

Asunto: Niña de tres años

Por si no lo sabías, tengo una niña de tres años, de modo que me resulta algo complicado poder salir y agarrar una borrachera de padre y muy señor mío, porque luego me despierto con un dolor de cabeza espantoso y una niña chillona que necesita que me ocupe de ella y que no me permite pasarme media mañana arrodillada delante del retrete.