– Bueno, Joanne -dijo, todavía mirándola sin expresión.
– No se te ha visto mucho últimamente.
Carson asintió.
– Sí, de verdad. No he parado mucho por la ciudad en estos días.
– Entonces -dijo ella, como si todavía no lo hubiera entendido bien-, esa debe de ser la razón.
– Acertado -dijo él, con un gesto que decía bien a las claras que en aquellos momentos no tenía la menor intención de ponerse a revivir con ella el pasado.
Lisa se sentía incómoda. Hasta aquel momento, la mujer no se había dignado a reconocer su existencia, y había algo en su interior que se moría por decirle que aquella noche Carson estaba saliendo con ella.
Lisa miró a Carson y sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Era evidente que Carson y Joanne se conocían muy bien. ¿Qué tan bien? ¿Durante cuánto tiempo? Y ¿qué clase de sentimientos había entre ambos?
No era en absoluto asunto suyo, pero le gustaría saberlo.
De pronto, Carson apartó la mirada de Joanne y se volvió a mirar a Lisa sonriendo. Era una mirada cálida, amistosa. Lisa sintió que el nudo en su estómago se deshacía. Esto era todo lo que necesitaba.
Joanne vio la forma en que Carson miraba a Lisa y sus ojos se oscurecieron. En aquel momento, Mike regresó con su bebida y se sentó a su lado, pero ella no le prestó la menor atención.
– Me sorprende que todavía estés por aquí -le decía Joanne a Carson-. Siempre estabas hablando de dejar la ciudad cuando nosotros estábamos saliendo. Y hace meses y meses de eso.
Mike parecía extrañado. De pronto, Joanne no parecía en absoluto interesada por su bebida. La miró a ella, y luego a Carson.
– ¿Se conocían ya? -preguntó Mike.
La sonrisa de Carson fue un poco forzada.
– Sí, nos conocíamos. Somos viejos amigos.
– Sí, esa es la verdad -dijo Joanne casi en un susurro, como para que sus palabras parecieran más confidenciales-. Salimos juntos durante meses.
– Semanas -dijo Carson-. No duró más que unas semanas.
– Bueno -dijo Joanne-, para mí fueron como meses… Pero ahora -añadió mirando a Lisa con una amplia sonrisa en el rostro-, he encontrado a un hombre maravilloso. Un hombre con la suficiente madurez como para no tener miedo a comprometerse. Un hombre que quiere tener hijos… que desea una familia. Un hombre tierno y comprensivo.
Había terminado con una nota de triunfo, y Lisa notó que el rostro de Carson había comenzado a enrojecer. Al parecer, aquella calma que tanto había admirado en él estaba a punto de desaparecer.
– Vamos a bailar -dijo rápidamente tomándola de la mano-. Vamos.
El la miró como si de pronto se hubiera olvidado de quién era ella. Luego se levantó y la siguió, aunque no sin antes volverse a mirar a Joanne de reojo.
La pista de baile estaba llena hasta los topes, pero Lisa se sentía bien en sus brazos cuando por fin llegaron allí y se pusieron a bailar. Los ojos de Carson tenían una expresión helada, y su mandíbula estaba tensa y apretada. Ella sonrió. Por lo menos, parecía que Carson ya no sentía el menor afecto por aquella mujer.
– Joanne es muy guapa -dijo.
– Sí, muy guapa -replicó él.
– ¿Por qué… por qué terminaron? -preguntó echando la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
– ¿Hmmm? -dijo él, y por un momento Lisa pensó que no iba a contestar a su pregunta-. Bueno, vamos a ver… Creo que la causa fue que ella estaba buscando un marido, y eso era algo que no entraba dentro de mis planes.
No era aquella la respuesta que ella había estado esperando. Siguieron bailando en silencio por espacio de unos instantes, y Lisa se preguntó si él no habría dicho aquellas palabras como una advertencia dirigida a ella. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar.
– O sea que es lo que yo pensaba -dijo por fin, mirándolo con una sonrisa burlona-. Tú te mantienes siempre lejos de las mujeres que van en busca de una relación estable, ¿no es así?
El estaba más calmado ahora, y el brazo que rodeaba a Lisa estaba mucho más relajado que hacía unos instantes. Casi sonrió antes de responder.
– Sí, así es.
– Bueno, ¿y entonces yo?
– ¿Qué pasa contigo?
– Yo estoy buscando un marido. ¿No te habías dado cuenta?
– Sí, me he dado cuenta perfectamente -dijo él-. Pero nosotros dos no estamos exactamente saliendo.
– Ah, ¿no? Y entonces, ¿cómo llamas a esto?
– Una reunión de negocios.
Ella lo miró con la boca abierta, hasta que descubrió el brillo de humor que había en los ojos de Carson, y los dos se echaron a reír. A pesar de todo, ella se sentía muy cerca de él en aquellos momentos. Su brazo la rodeó con más fuerza y ella se relajó y se dejó llevar, apoyando la cabeza sobre el pecho de Carson de manera que podía oír con toda claridad los latidos de su corazón.
De pronto se dio cuenta de que la música había cambiado, y que todo el mundo estaba bailando a toda velocidad a su alrededor.
– ¿Carson? -preguntó apartándose un poco.
– ¿Qué pasa? -preguntó él, como saliendo de un sueño.
La mano de él estaba en su pelo, sus ojos fijos en ella con expresión de asombro. Dios mío, pensó, aquel hombre tenía algo realmente especial.
Carson sintió que se deshacía al mirarla. No encontraba manera de detener el proceso, por muchos esfuerzos que hacía para lograrlo.
Aquella mujer, con su suavidad y su misteriosa sonrisa, le estaba calando hasta lo más hondo, y no había algo que pudiera hacer para impedirlo.
Tenía que reservar su billete para Tahití cuanto antes. Un billete que no admitiera devolución. Eso era lo que necesitaba. Y por la forma en que sentía reaccionar a su cuerpo ante la presencia de ella, tendría que comprar aquel billete cuanto antes.
– Será… será mejor que volvamos -dijo.
Ella asintió, intentando que Carson no advirtiera su gesto de desilusión.
– Sí, vamos -dijo ella con fingido buen humor-. Vamos a volver con nuestra pareja favorita.
Cuando caminaban en dirección a su mesa, la cabeza de Lisa no paraba de dar vueltas. Carson no era el hombre que ella necesitaba en su vida, pero ¿qué pasaría si lograra cambiarle?
Le resultaba insoportable la idea de que él y Joanne hubieran tenido una relación, aunque, por todos los signos, había sido Carson el que había cortado, y desde luego parecía evidente que él ya no sentía nada por aquella mujer. Este pensamiento la hizo sentirse mejor. Sin embargo, no tenía el menor derecho a sentir nada. Además, todo aquello era una estupidez. Ella no quería a un hombre como Carson.
– ¡Pauf!
– ¿Qué pasa? -dijo Carson volviéndose.
– La vida no es justa, ¿verdad? -dijo ella intentando sonreír.
El se lo tomó en serio.
– La vida es lo que tú haces de ella -dijo, tomando el brazo de Lisa y pasándolo por encima del suyo mientras la miraba con unos ojos tan azules que podían haber sido parte del cielo-. Lo importante es tomar las decisiones adecuadas.
¿"Y qué harías tú", pensó Lisa, "si yo decidiera elegirte a ti"?
Luego suspiró. No podía decidir tal cosa. Carson no era para ella. Y ella no era para él.
– Amantes predestinados -murmuró ella como una tonta-. Nombres escritos en las estrellas. Pobres víctimas del destino.
– ¿Qué es lo que estás murmurando? No oigo lo que dices -señaló Carson.
Le gustaba estar al lado de él. Nunca se había dado cuenta antes de lo agradable que era sentir al lado una presencia masculina fuerte y protectora.
Llegaron por fin a la mesa donde los esperaban Mike y Joanne. Ya no había más tiempo para conversaciones privadas.
Se sentaron. Mike y Joanne se estaban comportando como adolescentes enamorados. Hablaban como niños pequeños, se decían tonterías y al final los dos empezaron a cantar al unísono viejas canciones de amor. Esto era ya demasiado. Lisa y Carson se miraron para marcharse. En ese momento, Joanne se volvió a ellos con una brillante sonrisa.