– Suena como… -dijo Lisa. Se había quedado sin habla.
– Lo sé. Es la cosa de peor gusto que he visto en mi vida -dijo Garrison encantada-. Yo voy a volver para allá. ¿Quiere venir a echar una mirada?
Lisa se volvió a la sala de conferencias. Era evidente que allí dentro todo el mundo había oído las palabras de Garrison. Había un murmullo alrededor de la mesa, y Lisa creyó oír la palabra bikini un par de veces. Antes que tuviera tiempo de decir nada, Carson se aclaró la garganta y dijo, eludiendo su mirada.
– Lo siento, pero me parece que tengo que ir a… tengo que salir un momento. Tengo una cosa que hacer.
Lisa se quedó asombrada antes esta muestra evidente de deslealtad. Golpeando su maletín con la palma de la mano, le dijo, antes de que él pudiera siquiera levantarse.
– Te vas a Kramer's, ¿verdad?
– ¿Y qué si me voy a Kramer's?
– No puedo creer que seas tan inmaduro. Te vas para allá para ver todas esas chicas medio desnudas, ¿verdad?
En los ojos de Carson apareció un brillo de triunfo.
– ¿Te molesta eso? -preguntó con suavidad.
Le molestaba, por supuesto, pero se habría dejado matar antes de admitirlo.
– Por supuesto que no. Lo que pasa es que no me había dado cuenta de que eras todavía tan adolescente.
El asintió lentamente.
– Yo puedo ser muy adolescente si la ocasión se presta. Es una de mis características más sobresalientes.
– Sobre eso no me cabe ninguna duda -dijo Lisa, mirando a su alrededor en la mesa y dándose cuenta de que tenían una audiencia muy atenta-. Bueno, ve si tienes que ir.
Le hizo un gesto de despedida con la mano. Le hubiera gustado, añadir, "de todos modos, la mitad de las modelos serán antiguas novias tuyas", y lo habría hecho a no ser porque los otros estaban escuchando.
– Saluda a Mike de mi parte -dijo.
El echó a caminar en dirección a la puerta, pero antes de salir lo pensó mejor y se volvió.
– Mira -dijo después de un instante de indecisión-, a lo mejor te deja más tranquila saber que hay algo más que ir allí a ver chicas guapas. Alguien tiene que estar al tanto de los movimientos de la competencia, ¿no te parece?
El tenía razón en aquel punto. Ella no había estado dentro de Kramer's desde que era una niña pequeña. ¿Cómo podía luchar contra algo que no conocía realmente?
– Tienes toda la razón -dijo con una sonrisa creciente-. Me voy contigo.
– ¿De verdad? -dijo él sin poder ocultar su satisfacción.
– Sí. De verdad.
Ninguno de los dos prestó atención al resto de las personas que había en la habitación. Era como si se hubieran olvidado de que estaban allí. Carson la tomó de la mano.
– Vamonos -dijo. Y los dos salieron por la puerta.
Al principio, Lisa dijo que pensaba ir a Kramer's abiertamente y sin intentar ocultar su identidad como el espía que había pensado que Carson era la primera vez que lo vio. Pero después de pensarlo un poco, cambió de idea. Se sentiría como una idiota si Mike la descubría.
– Disfrazarse es muy fácil -le recordó Carson-. Tenemos toda la tienda para elegir.
Ella eligió una gran peluca negra, gafas de sol y un abrigo. Carson se puso también gafas de sol, además de una gorra de béisbol y una chaqueta de cuero negro. Cuando pasaban por la sección de joyería, no pudieron resistir ponerse dos anillos de boda.
– Somos Candy y Chet Barker, de Las Vegas -dijo él-. Y estamos aquí visitando a una tía solterona.
El le puso a Lisa el anillo en el dedo, y ella soltó una carcajada. Luego cruzaron la calle y se unieron a la multitud que se amontonaba en las puertas de Kramer's. Viniendo de los pasillos medio vacíos de Loring's, aquella visión era deprimente.
Una vez dentro de la tienda, se quedaron boquiabiertos. Aquel lugar era una revelación. El sonido, las luces y los colores parecían saltar por encima de ellos, surgiendo de todas partes. Por doquier había monitores de televisión donde se veían videos de rock. Había brillantes banderas de colores con símbolos de lo que había en cada uno de los departamentos. Un altavoz anunciaba ofertas. Garrison no había exagerado al describir a las modelos; iban prácticamente desnudas, y de vez en vez hacían sensuales y provocativos movimientos de danza. Los clientes parecían encantados. Kramer era el presente. Kramer era la acción.
– Y nosotros somos agua pasada -dijo Lisa, asiéndose del brazo de Carson.
El asintió. No era el momento de decirlo, pero le parecía que Lisa tenía pocas oportunidades. Mike Kramer era un genio de la promoción. ¿Cómo iban a poder luchar contra eso? Intentó pensar en algo agradable que decirle a Lisa, pero antes de poder inventar nada, una vocecita sonó a sus espaldas y le interrumpió en sus pensamientos.
– Hola, señor. ¿Se acuerda de mí?
Volviéndose, se encontró con su pequeña vecina, la propietaria del gato sanguinario le estaba mirando con su usual mirada de sinceridad. Magnífico disfraz, pensó disgustado.
– Michi Ann, ¿cómo has sabido que era yo?
Ella pareció extrañada al oír esa pregunta.
– He visto que estaba aquí, y me he acercado a decirle hola -explicó con aire de profunda sensatez-. Mire mis zapatos nuevos.
– Sí -dijo Carson- son fantásticos. Michi Ann Nakashima -dijo luego volviéndose a Lisa-, esta es Lisa Loring.
– ¿Cómo está usted? -dijo Michi Ann-. ¿Tiene usted un gato?
– ¿Un gato? -dijo Lisa sonriendo-. No, me temo que no.
– Podría tener uno si quisiera. En el departamento de animales tienen unos preciosos -señaló Michi Ann. Luego se volvió a Carson-. Usted debería comprarse uno.
– Yo no podría tener un gato, Michi Ann. Estoy siempre viajando de un lugar a otro.
Ella asintió, bajando los ojos.
– Nosotros también, desde que papá se fue. Pero eso es lo bueno que tiene Jake. Cuando llegamos a un sitio nuevo, y yo estoy triste porque me da miedo y no conozco a nadie, no pasa nada porque siempre tengo a Jake. El es mi mejor amigo -dijo, regalando a Carson con una de sus raras sonrisas-. Usted podría hacer lo mismo si tuviera un gato como Jake.
Lo primero que sintió Carson fueron verdaderos deseos de golpear a cualquier persona que pusiera triste o asustara a aquella niña. Las palabras de Michi Ann le trajeron recuerdos de su propia infancia infeliz. Sin detenerse a pensar en lo que estaba haciendo, se arrodilló frente a la pequeña para quedar a la altura de sus ojos, y se quitó las gafas negras para que ella pudiera ver la sinceridad que había en sus ojos.
– Yo soy tu amigo, Michi Ann -le dijo-. No lo olvides, ¿de acuerdo? Mientras esté en la ciudad, puedes contar conmigo, igual que con Jake.
– Sí, señor, ya lo sé -convino la niña solemnemente-. Mi mamá me está llamando. Adiós.
Carson se incorporó lentamente. Lisa le miraba con gesto de interrogación.
– Pensaba que no te gustaban los niños -indicó mientras continuaba su paseo a través de la tienda.
– Yo nunca he dicho que no me gusten los niños -protestó él, apoyando su mano en la espalda de Lisa para guiarla a través de la multitud-. Lo único que he dicho era que prefería vivir sin ellos.
– Comprendo -dijo ella. Le gustaba sentir la mano de él en la espalda. Le gustaba sentir su presencia, su seguridad. Por alguna razón, y a pesar de la opresiva evidencia del éxito de Kramer's, su corazón se sentía ligero.
– Atención, queridos clientes -dijo de pronto una voz a través de los altavoces. Era la voz de Mike, retumbando por encima de la música de rock-. Tenemos con nosotros a una invitada muy especial. Lisa Loring, de los Grandes Almacenes Loring's está aquí, comprando en nuestra tienda. Es todo un cumplido, ¿no les parece, amigos? La propia Lisa Loring sabe que nuestra tienda es la mejor. Gracias, Lisa. Pero la peluca negra no te va en absoluto. ¿Por qué no visitas nuestro salón de belleza? Nuestras chicas te ayudarán con algo espectacular. ¡Y corre en mi cuenta, Lisa!