Выбрать главу

Carson la condujo rápidamente hacia la salida. Lisa iba murmurando palabrotas que jamás habían salido antes de sus labios. Carson estaba muerto de risa.

– No tiene ninguna gracia -dijo ella, levantándose el cuello del abrigo y rezando para que no la reconociera nadie más-. ¡Odio a ese hombre! Tengo que pasar por encima de él, Carson, tengo que hacerlo.

Carson suspiró. De acuerdo con lo que acababan de ver, pensaba que eso iba a resultar bastante difícil.

Cruzaron la calle y se quitaron el abrigo y la peluca. Lisa levantó la mano a la luz, para ver qué tal le quedaba el anillo de oro en el dedo. Entonces se encontró con los ojos de Carson, que la contemplaban. El se había quitado el suyo y lo había puesto en la cajita donde estaba. Esperaba que ella se quitara el suyo. Un impulso perverso le hizo a Lisa cerrar el puño y echar a andar en dirección al ascensor, con el anillo todavía en el dedo. Inmediatamente se sintió ridícula. Pero no era el momento de volverse atrás. De momento, pensaba llevar el anillo en el dedo y permitirse soñar.

De vuelta en el departamento de joyería, Carson miró su propio anillo en la cajita, dorado sobre el terciopelo negro. De pronto, y contra toda lógica, decidió tomarlo de nuevo.

– Voy a quedarme con esto un rato más -le dijo a Chelly, que era quien estaba en el mostrador.

– Muy bien -dijo ella-. Tengo su recibo, o sea que ya sé a quién pedirle el dinero si el anillo no vuelve.

Carson se lo metió en el bolsillo, y se dio la vuelta para marcharse. Estuvo a punto de estamparse contra la pared. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Por qué diablos había decidido quedarse con aquel anillo de boda, en nombre del cielo? ¿Por qué?

Porque Lisa se había quedado con el suyo. Pero eso no tenía el menor sentido. El no pensaba casarse. Ni siquiera pensaba fingir que estaba casado. De modo que, ¿para qué diablos quería un anillo de boda? De haber podido, habría ido a devolverlo, pero le daba la sensación de que si lo hacía, la mitad de la tienda se habría enterado el minuto siguiente.

Se quedó inmóvil frente al ascensor, sin saber qué hacer, intentando elaborar un plan de acción. Podría haberse estado allí horas, de no ser porque Greg apareció a sus espaldas.

– Vamos para arriba -dijo Greg-. Lisa ha convocado otra reunión en el salón de conferencias.

Carson asintió y entró con él en el ascensor.

Lisa les estaba esperando en el salón de conferencias. Comenzó dando una visión general de lo que estaba sucediendo en Kramer's.

– Nos están ganando por la mano -dijo de forma rotunda-. Y tal como están las cosas, no podemos esperar competir con Kramer's en su terreno. Si intentáramos nosotros también explotar el lado brillante y espectacular, siempre quedaríamos en segundo lugar. Por lo tanto… -dijo haciendo una pausa para dar un sorbo de agua-, por lo tanto, he decidido que vamos a girar en una dirección completamente diferente. Kramer's es sinónimo de espectáculo. Nosotros seremos sinónimo de familia. A largo plazo, estoy segura de que los valores familiares son los más duraderos.

Hubo murmullos en los asientos. Sabía que nadie iba a aceptar su idea de buenas a primeras desde un principio. Pero a pesar de todo siguió adelante, exponiendo las líneas generales de su plan.

– Cambiaremos el nombre de la tienda a Loring's Family Center. Todos los departamentos pondrán las necesidades familiares en el número uno de sus prioridades. Abriremos una guardería para nuestros empleados, y más tarde espero tener otra para los clientes también. Para la sección de bebés contrataremos a una enfermera especializada que dará clases sobre atención a los bebés. También publicaremos un folleto sobre cuidados generales para los niños. Nuestra meta será convertirnos en la tienda que satisfaga todas las necesidades de una familia moderna. Y por cierto, en vez de dejar a la mitad de los empleados en la calle, lo que haremos será bajar los precios al mínimo.

Siguió hablando por espacio de otra hora, detectando poco entusiasmo entre los que la escuchaban.

– Me parece que esto es todo, más o menos -dijo al final-. Tengo que asistir a la cena del Rotary Club esta noche en Le Cháteau, de modo que voy a tener que marcharme. Piensen en todo esto, y volveremos a discutirlo todo mañana por la mañana.

Le interesaba sobre todo saber cuál era la reacción de Carson ante sus palabras, pero el rostro de él estaba totalmente frío e inexpresivo. Era como si siguiera llevando las gafas oscuras. Su opinión era la más valiosa para Lisa. ¿Qué diablos pensaría él?

Carson se levantó y recogió sus cosas, y por un momento ella se temió que iba a salir de la habitación sin decirle ni una palabra. Pero se dirigió hacia donde estaba ella, y le murmuró al oído:

– Estás decidida a elevar esa fijación familiar que tienes al nivel del arte, ¿no es así?

Ella lo miró, dispuesta a discutir, pero en ese momento vio una brillante sonrisa en sus ojos.

– A lo mejor logras salirte con la tuya, Lisa Loring -le dijo-. Es una pena que yo no vaya a estar aquí para verlo.

Sin decir una palabra más se volvió y salió de la habitación. Lisa se quedó helada. Se sentía aliviada y desilusionada al mismo tiempo. El no debería marcharse todavía. No debería marcharse ahora, cuando estaba todo en el aire. Sintió un dolor punzante en el pecho.

Carson se dijo que iba a lamentar aquella velada. Sentía un impulso salvaje dentro de él, una necesidad de correr riesgos. Estaba en el patio de Le Cháteau, el mejor restaurante francés de la zona, donde el Rotary Club iba a celebrar su cena anual. Todas las personalidades de la ciudad estaba allí. Gerald Horner, el principal industrial de la ciudad, llevaba un buen rato hablándole acerca del desarrollo económico de la región. Pero sus pensamientos estaban con Lisa, que estaba al lado de la fuente en medio de un grupo de hombres. No podía dejar de mirarla. Ella se la estaba pasando demasiado bien.

¿Por qué seguía él asistiendo a esta clase de actos? En un principio, había comenzado a asistir porque pensaba que podía serle de ayuda a Lisa, que era nueva en la ciudad, y que podría presentarle a gente y ayudarla a entrar en sociedad. Pero por supuesto, su presencia había sido inútil desde un principio. Los hombres se sentían atraídos hacia ella como las mariposas hacia una llama. Ella no le necesitaba.

Miró a Lisa. Estaba riendo de buena gana. Era el momento de formar parejas para entrar en el salón a cenar. Era evidente que ella estaba recibiendo un montón de ofertas en aquel momento, y tenía que decidir quién sería su compañero de mesa. Carson se pasó la mano por los cabellos, intentando apartar la vista de ella. Al fin y al cabo, aquello no era asunto suyo. Que se sentara con quien quisiera. A él le daba lo mismo.

Vació el vaso que tenía en la mano e hizo una mueca. ¿A quién estaba intentando engañar? Si le diera lo mismo no estaría allí. Le importaba, por supuesto que le importaba. Quería estar con ella. De modo que lo mejor sería hacer algo al respecto.

En aquel momento, ella levantó la mano para recoger un mechón de pelo, y el anillo de oro brilló en su dedo.

"Eureka", murmuró Carson para sus adentros. Sonriendo para sí, se metió la mano en el bolsillo, y allí estaba su propio anillo. Se lo puso en el dedo, murmuró una excusa en dirección a Gerald y echó a caminar hacia Lisa.

Cuando se acercaba en dirección al grupo, Lisa levantó la vista y le miró. Su cabellera rubio platino rodeaba su rostro como un halo. Llevaba un vestido muy femenino, con un ceñido escote que levantaba suavemente la forma redondeada de sus senos. Algo en el interior de Carson respondió ante la presencia de Lisa con una sensación parecida al dolor. Tuvo que tragar saliva antes de poder hablar.