Se hundió en el sofá e hizo un esfuerzo para no echarse a llorar. Entonces Amy entró en la habitación tras ella. Claire iba a disculparse por lo que había dicho, pero se dio cuenta de que probablemente, la niña no lo había oído. Amy se acercó a una estantería y tomó un gran libro de fotografías. Lo llevó al sofá y se lo entregó a Claire.
– ¿Quieres que te lea? -le preguntó Claire, mirando el libro-. ¿No eres demasiado pequeña para este libro?
Amy agitó las manos para captar la atención de Claire, y después se tocó la barbilla. Señaló sus labios y después sus ojos.
– Te veo hablar.
Las palabras fueron pronunciadas lentamente, con una pronunciación exagerada.
Claire abrió unos ojos como platos.
– ¿Puedes hablar?
Amy alzó la mano derecha y la movió hacia los lados. Después colocó el pulgar y el índice a dos centímetros de distancia, más o menos.
– Un poco -dijo Claire, sintiéndose triunfante-. Puedes hablar un poco.
Amy asintió.
– Me enseñan en el colegio.
– ¿En tu colegio te enseñan a hablar?
Amy asintió. Se señaló la boca de nuevo.
– Labios.
– ¿Y a leer los labios?
La niña asintió de nuevo, y sonrió. Señaló el libro. Claire lo abrió. Había una niña sujetando un libro. Amy señaló a la chica, después apretó el puño y se frotó el pulgar por la mejilla.
– Niña -dijo Amy-. Niña.
Claire lo entendió.
– ¿Ése es el signo para niña?
Amy sonrió y señaló el libro. Juntó ambas manos, como si estuviera rezando, y después las abrió.
Claire repitió el gesto.
– ¿Es el signo de libro?
Amy asintió.
Claire pasó de página.
– Esto es estupendo. ¿Qué más puedes enseñarme?
Wyatt entró en la habitación de Nicole con un café y unos bagels que había comprado.
– Hola, dormilona.
Ella abrió los ojos y gruñó.
– Hola.
– ¿Cómo te encuentras?
– ¿Cómo estoy?
– Guapísima.
Nicole hizo un gesto de dolor mientras se sentaba. Después se recostó en la almohada.
– Eres un mentiroso, pero gracias. Me siento fatal. Los analgésicos del hospital son mucho más fuertes que los de la farmacia. ¿Eso es café?
– Sí, aunque no sabía si puedes tomarlo.
– ¿Así que lo has traído para provocarme? -dijo ella, y agarró la taza-. Se supone que tengo que tomármelo con calma y comer sólo lo que suene bien. En este momento, el café me suena a milagro.
Él dejó la bandeja en la mesilla de noche y se sentó junto a la cama. Después de que ella hubiera dado el primer sorbo y hubiera suspirado de placer, preguntó:
– ¿Estás a gusto con Claire?
Nicole miró hacia arriba con resignación.
– No me queda más remedio. Se mantiene alejada de aquí, al menos. Sid me ha llamado hace una hora. Parece que Claire fue a la panadería esta mañana, según ella, a ayudar. Él la echó, pero ella no se fue, sino que se tropezó con Phil y tiró una bolsa de sal al tanque de masa de pan. Se echó a perder todo.
– ¿Y cómo ocurrió eso?
– No lo sé.
– No lo hizo a propósito, ¿verdad?
Nicole lo miró con cara de pocos amigos.
– Seguramente no, pero no te atrevas a ponerte de su lado.
– No entra en mis planes.
– Bien, porque no estoy segura de que pudiera soportarlo. Es incluso más inútil de lo que yo pensaba. Me preguntó por una tintorería para llevar su ropa. Parece que se le han arrugado algunas cosas y no sabe cómo solucionarlo. Ojalá todos tuviéramos problemas como ése. La odio.
– No la odias.
– Lo sé, pero preferiría que se marchara.
Y él también. Estaba manteniéndose a distancia de Claire Keyes, lo que menos necesitaba era pasar otra noche en vela por culpa de un ardor furioso.
¿Por qué con ella? ¿Por qué no podía tener química con cualquier otra mujer?, ¿con alguien como Nicole? Estaba claro que su cuerpo tenía sentido del humor.
Nicole miró el reloj.
– ¿Dónde está Amy?
– Abajo, con tu hermana.
– Mírala bien antes de que os vayáis. Quién sabe lo que podría hacerle Claire.
– Muy bien. Me cercioraré de que está sana y salva.
Se levantó, se acercó a la cama y le dio un beso en la cabeza.
– Llámame si necesitas algo.
– De acuerdo.
– Volveré pronto.
– Ven al instante si ves humo elevándose por el cielo.
– Te lo prometo.
Wyatt bajó las escaleras. Al entrar al salón, oyó risas. Amy estaba sentada junto a Claire, mirándola atentamente, mientras Claire le contaba por signos una historia del libro de fotografías que tenía en las rodillas. Sus movimientos eran estudiados, pero expresó todas las palabras correctamente. Cuando su hija hizo el signo de la palabra bien, Claire se rió de nuevo.
– Eres una buena profesora -dijo lentamente.
Amy le dijo por signos:
– Buena alumna.
Claire extendió los brazos para abrazarla.
Amy aceptó el abrazo con facilidad.
Wyatt no se dejó impresionar. Quizá Claire pudiera engañar a una niña, pero no a él. No iba a poder manejarlo tan fácilmente.
Cuatro
A la mañana siguiente, Claire esperó hasta que estuvo segura de que Wyatt no iba a aparecer, y entonces hizo el desayuno ella misma y se lo subió a Nicole. Encontró a su hermana despierta, lo cual fue una sorpresa. Cada vez que había ido a ver a Nicole el día anterior, estaba dormida, o fingiendo que dormía.
– Todavía estás aquí, por lo que veo -dijo Nicole, a modo de saludo.
– ¿Siempre estás de tan mal humor por la mañana, o es que yo saco lo peor que hay en ti?
– Todo el mérito es tuyo.
– Qué suerte tengo.
Dejó la bandeja en la mesilla de noche. Nicole miró la sencilla comida.
– Gracias -dijo, con evidente esfuerzo.
Claire estaba muy orgullosa.
– La avena está muy buena. La he hecho yo.
– Dos ingredientes, incluyendo el agua. Impresionante.
Claire no permitió que el sarcasmo de su hermana le estropeara el buen humor. Aquél era el primer desayuno que preparaba, y había salido a la primera. ¡Aquel día avena, y al día siguiente un sándwich!
Nicole tomó el cuenco.
– Pensé que quizá te hubieras ido.
– No, lo siento. Voy a quedarme hasta que puedas levantarte -dijo, y pensó en la ausencia sin explicación de Jesse-. A no ser que quieras que llame a Jesse y le diga que venga.
– No.
– ¿Estás segura?
La mirada de Nicole se volvió de hielo.
– Jesse no es bienvenida aquí.
Así que había un problema. Claire pudo suponer, al menos, eso.
– ¿Cuándo dejasteis de hablaros?
– No voy a hablar contigo de eso.
– ¿Qué hizo?
– ¿Qué parte de mi frase anterior no has entendido? Es una mentirosa nata. Te mintió a ti diciéndote que yo quería que vinieras, y además… -Nicole dejó caer la cuchara en el cuenco de avena-. Vete.
Claire pensó que se refería a la habitación, más que a la casa. De todos modos, se quedó allí.
– Sólo es una niña.
– Tiene veintidós años, y tú no sabes de lo que estás hablando.
Claire quería entender, pero tenía la sensación de que no iba a conseguirlo presionando a Nicole.
– Tienes que comer algo. Te recuperarás antes comiendo.
– Motivación. Eso está bien -dijo Nicole, y tomó un poco de avena-. Sí que está rica, ¿lleva azúcar morena?
– Sí.
Nicole comió un poco más mientras Claire permanecía en la puerta. Quería sentarse, pero eso le parecía demasiada intromisión.
– ¿Por qué no estás de gira? -le preguntó Nicole mientras tomaba la taza de café-. ¿No es eso lo que haces tú, tocar el piano para la gente? ¿No te echarán de menos tus admiradores?