Era sólo tocar el piano, pensó Wyatt. ¿Hasta qué punto podía ser serio?
– He comprado un libro de cocina -dijo Claire, cambiando de tema-. Mi primera carne asada está en el horno. No sé cocinar, así que es un gran día para mí. Me resultó un poco difícil entender el horno.
– Cocinar no es tan difícil. Aprenderás.
– ¿Tú cocinas? ¿Usas el horno?
La excitación de Wyatt había disminuido, así que rodeó la silla y se sentó en ella.
– Hago unos brownies muy malos. Las galletas me salen mejor, porque la receta está en la bolsa de los ingredientes. Y sé hacer algún bizcocho, aunque normalmente se los encargo a la panadería a Nicole. Nunca he intentado hacer una tarta.
– Impresionante -dijo ella-. Un hombre del Renacimiento.
– Padre soltero. Shanna se marchó cuando Amy tenía sólo tres meses.
– ¿Cómo pudo hacer eso tu mujer? -preguntó Claire con expresión de desconcierto-. ¿Cómo pudo dejar a su hija? Un bebé es un milagro, y Amy es maravillosa.
– Fue Shanna la que decidió marcharse -dijo él, sin intentar disimular su ira. Él nunca la había echado de menos, pero Amy necesitaba a su madre-. No viene nunca de visita. Amy lo tolera bien -añadió, porque no le quedaba otro remedio.
– Lo siento -dijo Claire-. Ella es la que sale perdiendo. Amy es estupenda. No puedo creer lo bien que habla.
– Va a una escuela especial para niños sordos. Además del lenguaje de signos, les enseñan a hablar y a leer los labios. Al principio fue difícil para ella, pero se está acostumbrando. Sin embargo, hay controversia en la comunidad de sordos sobre esa práctica.
– ¿Sobre la lectura de los labios?
– Y sobre el habla. Gran parte de la comunidad cree que tienen una cultura viable que debería ser respetada. Que no son discapacitados, sino sólo distintos, y que no tienen por qué aprender a comunicarse como la gente que oye. Pero a mí me preocupa cómo será la vida de Amy cuando crezca. Toda su familia puede oír, así que tendrá que encajar en ella de algún modo. Quiero facilitárselo todo lo posible. Por eso quiero que aprenda a hablar, para que la gente que no es sorda pueda entenderla.
Wyatt se quedó callado.
– Lo siento. Me he dejado llevar.
– No te disculpes. Es tu hija. Es normal que te importe tanto, y a mí me resulta muy interesante. Gracias por confiármela.
– Yo soy el que tiene que darte las gracias.
Se quedaron mirándose el uno al otro, y la habitación se llenó de tensión. El deseo volvió y con él, el malhumor de Wyatt. En vez de exponerse a otra erección, o a darle una mala contestación a alguien que no se lo merecía, se puso en pie.
– Voy por Amy para llevarla a casa.
– Yo la avisaré.
Él vio cómo Claire salía de la habitación.
Se movía con pasos ligeros y elegantes, pensó, y después tuvo ganas de darse un bofetón. Le había dado fuerte. Muy fuerte. Y tenía que encontrar el modo de superarlo, de olvidarse de ella. Quizá no fuera tan espantosa como había pensado al principio, pero no había ninguna posibilidad de que tuviera una relación con ella. Era una complicación que no podía permitirse, aunque deseara desesperadamente a Claire.
Nicole se movió en la silla. Sentarse era el paso siguiente en el proceso de su recuperación. Hasta el momento estaba haciendo progresos; cada vez tenía menos dolores y sentía menos cansancio, y el médico le había quitado los puntos el día anterior. Debería estar contenta.
Y sin embargo, se sentía inquieta. No le gustaba que la panadería marchara tan bien. Lógicamente, su negocio podía sobrevivir un par de semanas sin ella, pero emocionalmente, detestaba que no se hubiera venido abajo.
El teléfono sonó y ella respondió la llamada.
– ¿Sí?
– Soy yo.
Nicole reconoció la voz de Jesse y colgó. El teléfono sonó de nuevo. Nicole descolgó.
– Vete al infierno -dijo.
– Espera. Tienes que hablar conmigo.
– No.
Jesse se echó a llorar.
– Quiero saber cómo estás.
A Nicole no le conmovieron sus lágrimas. Jesse era capaz de llorar como un grifo cuando le convenía.
– Me estoy recuperando de la operación, si es lo que me estás preguntando. Claro que superar que mi marido y mi hermana me destrozaran el corazón va a ser más difícil, así que no puedo darte novedades al respecto.
Jesse se estremeció.
– Todavía estás enfadada.
– Eh, sí. Todavía no he superado el hecho de que, después de haberte cuidado y apoyado, después de haber hecho todo lo posible por que tu vida fuera mejor, tú todavía quisieras apuñalarme por la espalda. Te concedo que has hecho un buen trabajo.
– Me odias -sollozó Jesse.
– Con todo mi corazón -respondió Nicole, y colgó.
El corazón le retumbaba en el pecho, y tenía dolor por todo el cuerpo.
Odiaba aquella situación. Odiaba lo que le habían hecho Jesse y Drew, odiaba su cuerpo por haber fallado, y se odiaba a sí misma por seguir sintiendo algo por su hermana pequeña.
Nicole volvió a mirar su libro. No estaba leyendo, en realidad, pero estaba decidida a fingir que lo hacía. Era mejor que afrontar el desastre emocional de su vida.
La casa estaba en silencio, y ella estaba sola. Aquella soledad la abrumó, le cortó el aliento. Cerró los ojos para protegerse del dolor, pero no pudo impedir que las lágrimas se derramaran por sus mejillas.
Claire aparcó frente a casa de Wyatt. Al ver el edificio de dos plantas, con grandes ventanas y un porche que recorría todo el perímetro, intentó convencerse de que estaba impaciente por pasar un rato con Amy, y nada más. Que las sensaciones extrañas que experimentaba no tenían relación con el hecho de ver a Wyatt.
Éste la había llamado una hora antes y le había preguntado si podía cuidar de Amy mientras él acudía a una reunión imprevista. Ella le había dicho que sí, y después, con sorpresa, se había dado cuenta de que estaba deseando verlo.
Mientras cerraba el coche y caminaba hacia la casa, no estaba segura de lo que tenía en la cabeza. Sí, era guapo y viril, y a ella le gustaba cómo se portaba con su hija y cómo había superado los prejuicios hacia su persona, basados en todo lo que Nicole le había contado. Sin embargo, había algo más. Algo que…
La puerta de la casa se abrió y Wyatt se apartó para cederle el paso.
– Has sido muy rápida -le dijo-. Muchas gracias por venir. Habría llevado a Amy a casa de Nicole, pero es la hora de dormir y no quería alterar sus hábitos en día de colegio. Tengo un cliente que me está volviendo loco. Le diría que me olvidara, pero acepté el trabajo, así que tengo que hacerlo bien. La maldita ética, me causa problemas a menudo.
Mientras hablaba, sonreía. Había una chispa de buen humor en sus ojos castaños. Ella se quedó mirándolos como si pudiera… ¿qué? ¿Perderse en ellos? ¿No era raro?
– Ya ha cenado y ha terminado los deberes, así que deja que vea un poco la televisión, unos treinta minutos más. Después, que se prepare para acostarse. Ella misma se pondrá el pijama y se lavará los dientes. Quizá pudieras leer un cuento con ella, si no es demasiada molestia.
– Encantada -dijo Claire con sinceridad. Estar con Amy era muy fácil. Ella siempre había querido tener hijos, y estar con la hija de Wyatt la ayudaba a llenar aquella parte vacía de sí misma.
– Estupendo. Gracias. Estoy en deuda contigo.
Él sonreía de nuevo. ¿Siempre había sido tan alto? Era mucho más alto que ella, y tenía muchos más músculos que la mayoría de hombres a los que ella conocía. También vestía de una manera distinta; llevaba pantalones vaqueros y una camisa de algodón, en vez de traje y corbata de seda.
– ¿Claire?
– ¿Mmm?
– ¿Estás bien?