Claire había oído más que suficiente. Empujó la silla hacia atrás y se puso en pie.
– Pobre Nicole, atrapada en casa con su familia. Mientras tú ibas al colegio y tenías amigos, yo estaba sola. Sola con un tutor, sola en mi sala de prácticas, sola en una habitación de hotel. Nunca conocí a nadie de mi edad. Vivía con las maletas hechas siempre. Nunca vi las ciudades que visitábamos. O estaba estudiando, o practicando, o preparándome para un dar un concierto, o durmiendo. Eso fue mi vida.
– Por lo menos, tenías a mamá contigo. Hasta que la mataste.
– Deja de decir eso -gritó Claire-. Yo también la perdí. Era mi único vínculo con mi familia. Me quedé atrapada en el coche con ella, y no pude hacer nada mientras moría. ¿Sabes lo que es eso? Tú tenías a papá y a Jesse, y yo no tenía a nadie. Murió, y el hospital me envió de vuelta al hotel. ¿Sabes lo que dijo mi representante? Que tenía que tocar de todos modos, porque las entradas estaban vendidas y la gente quedaría decepcionada. ¿Qué sabía yo? Toqué. La noche en que murió mi madre tuve que salir a tocar porque no había nadie que dijera que podía llorar su muerte.
Metió la silla bajo la mesa y continuó:
– Después, parece que nuestro padre tuvo una larga conversación con mi representante, y entre los dos decidieron que yo era lo suficientemente madura como para continuar sola, sin acompañante ni tutor. Tenía dieciséis años, acababa de perder a mi madre y me dejaron sola. Mi trabajo era cumplir las normas, y las cumplí, porque eran lo único que tenía. No creo que vayas a entender nada de esto. Que Dios te libre de comprender a otro que no seas tú misma. El hecho de ser famosa, cosa que por cierto, no soy, es mucho menos interesante de lo que piensas. Supongo que ser víctima profesional también acaba volviéndose algo muy aburrido.
Y con eso, se dio la vuelta y salió de la cocina. Se alegró de poder llegar a su habitación antes de estallar en sollozos y caer al suelo en un charco de dolor y pena. Se acurrucó con las rodillas pegadas al pecho e intentó consolarse, como siempre. Volver a casa no había servido de nada. Seguía estando sola.
Su ataque de llanto duró unos diez minutos más. Después se puso en pie y fue al baño a lavarse la cara.
– Sabías que esto no iba a ser fácil -dijo a su imagen en el espejo-. ¿Vas a rendirte?
Ella nunca había sido de las que se rendían, y le habían sucedido cosas peores que pelearse con su hermana. ¿Y qué si había tenido la fantasía de que al volver a Seattle se encontraría a su familia emocionada por su vuelta? Tendría que trabajar un poco más. Eso era todo. A ella se le daba bien trabajar duro.
Se acercó a la cómoda donde tenía la ropa y abrió el primer cajón. Bajo la ropa interior había un fino diario. No escribía un diario, pero sí tenía una lista de objetivos que leía todos los días. Eso la ayudaba a mantenerse centrada. Su lista de aquellos días incluía tomar contacto con la familia, comenzar a tener citas, tener relaciones sexuales, enamorarse, ser normal.
La última de aquellas cosas iba a ser la más difícil. O quizá todas lo fueran. ¿Tener relaciones sexuales? ¿A quién quería tomar el pelo? Se había pasado veintiocho años sin encontrar un hombre que tuviera interés en verla desnuda.
Se dejó caer sobre la cama. No era que ella no quisiera tener relaciones sexuales, sí quería. Había tenido novios, pero el tiempo y la distancia siempre habían sido un problema. Nunca había permanecido lo suficiente en el mismo sitio como para forjar un vínculo estrecho. Y sabía bien que no debía tener una aventura con nadie de una orquesta. O estaban casados, o eran poco recomendables u homosexuales. Siempre había querido que su primera vez fuera con alguien especial. Sin embargo, si hubiera sabido lo mucho que iba a tardar en encontrar a esa persona especial, quizá habría sido menos maniática.
Cuando cerró el diario, pensó en Wyatt. Él parecía una buena elección. A ella le caía bien, le gustaba cómo se preocupaba por la gente. Era increíble con su hija y muy buen amigo de Nicole. Sin embargo, no creía que ella le cayera bien a él. Eso podía ser un problema. Sin embargo, Wyatt estaba dejando que cuidara de Amy, así que ¿quizá sí le caía un poco bien?
Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Claire comenzó a pasearse por la habitación, lo cual no era muy satisfactorio. Después de un par de segundos, salió por la puerta y bajó las escaleras. No le prestó atención a Nicole, que todavía seguía en la cocina, bajó al sótano y se encerró allí.
El estudio estaba como siempre, con el piano en el centro de la habitación. Había hecho que lo afinaran, quizá porque sabía que iba a ser así. Se le había despertado la necesidad de tocar, y aunque había conseguido reprimir aquella necesidad durante un tiempo, tocar para Amy lo había cambiado todo. Era como si se hubiera roto la presa y todo se hubiera desbordado.
La vida era un enredo, pero la música era calma, seguridad y belleza.
Se sentó ante el piano y tocó ligeramente las teclas. El sonido era bueno. Harían falta unas cuantas afinaciones más para perfeccionarlo, pero no podía permitirse ser quisquillosa.
Cerró los ojos y dejó que aquella necesidad creciera dentro de ella. No tuvo que preguntarse qué quería tocar, eso llegaría solo. Puso las manos en el teclado y comenzó.
Wyatt tocó la puerta trasera de Nicole y entró en la casa. Iba preparado para encontrarse con Claire, pero se encontró a su amiga junto a la encimera.
– ¡Vaya! -exclamó-. Has bajado las escaleras tú sola.
– Estoy casi preparada para correr un maratón. ¿Qué tal estás tú?
– Quería pasar a verte.
– Estoy bien.
No lo miró. Mientras hablaba, echó a la basura el contenido de su plato.
– ¿No tienes hambre?
– Estaba… -Nicole suspiró-. Claire y yo nos hemos peleado. No hay nada como la discordia familiar para acabar con mi apetito. Durante los dos últimos años que Jesse fue al instituto, perdí cinco kilos porque mi vida personal era un horror y me afectaba mucho al estómago. Si escribiera un libro sobre esa dieta, ganaría millones -lo miró y le preguntó-: ¿Cómo es posible que todo se haya estropeado tan rápidamente? No era lo que yo quería. Bajé a cenar sólo para poder charlar con Claire, y hemos terminado discutiendo. No lo entiendo.
Wyatt no dijo nada. Quería a Nicole como si fuera su hermana, pero sabía que podía ser muy difícil. Por lo que él había visto, Claire era mucho más templada. Aunque no iba a admitirlo ni aunque lo torturaran.
– Lleva fuera mucho tiempo. Estás enfrentándote a muchas cosas a la vez -trató de tranquilizarla-, tómatelo con clama.
– Supongo que sí -se volvió hacia él, dejó que la abrazara y apoyó la cabeza en su hombro-. ¿Crees que soy una buena persona?
– ¡Por supuesto que sí! ¿Por qué lo preguntas? -exclamó él, acariciándole la espalda.
– Es posible que sea la peor bruja del planeta.
– No es cierto.
– Tú no estabas aquí.
– No es necesario. Te conozco. No eres una bruja. Eres difícil y cabezota, pero no mala.
– Vaya, gracias.
– De nada.
Él la abrazó y ella cerró los ojos. Después de unos instantes, Nicole se retiró y se sentó en una silla.
– Mi vida es un desastre -dijo-. Y acabo de empeorarla.
Él se sentó frente a ella.
– Lo dudo.
– Deja de defenderme, no me lo merezco. He sido mala con Claire.