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Claire sonrió.

– Gracias por haberme escuchado. Ha sido de gran ayuda.

– ¿Quieres quedarte a cenar?

La invitación había surgido de la nada. Como premio, Wyatt obtuvo una sonrisa lenta que le hizo hervir la sangre.

– Me encantaría.

Nicole se dijo que no estaba mirando el reloj. ¿Qué le importaba a ella que Claire estuviera tardando después de llevar a Amy a casa? A ella no le preocupaba, ni siquiera le importaba. Claire no era nada para ella.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que estaba nerviosa.

– Eres tonta -se dijo-. Si hubiera ocurrido algo malo, ya te habrías enterado.

Justo en aquel momento, alguien llamó a la puerta.

Nicole se puso en pie y fue a abrir. No podía moverse con mucha rapidez, y volvieron a llamar antes de que ella pudiera llegar.

– Ya va -gritó, molesta-. Espere un segundo.

Esperaba ver a un policía o al sheriff, y al abrir se encontró con una mujer mayor muy bien vestida.

– ¿Quién es usted? -preguntó la recién llegada con frialdad.

– Alguien que no va a responder a esa pregunta -respondió Nicole-. Ha debido de equivocarse de casa.

– ¿Está aquí Claire Keyes?

Nicole titubeó un momento antes de responder.

– En este momento no.

– ¿Pero se aloja aquí? -insistió la mujer, mirando a Nicole de pies a cabeza con los labios apretados-. Supongo que es usted su hermana.

– ¿Y quién es usted?

– Lisa Whitney. Soy la representante de Claire.

Y con eso, la mujer entró en la casa. Nicole no creía que se hubiera recuperado lo suficiente como para echarla, así que cerró la puerta y la siguió hacia el salón.

Lisa se quitó el abrigo. Tenía una figura esbelta y su ropa era de muy buena calidad, de colores neutros. Nicole no sabía mucho de moda, pero supuso que sus zapatos costaban lo mismo que un coche de segunda mano decente. Lisa llevaba un peinado y un maquillaje muy elegantes, y unos pendientes de oro que seguramente eran auténticos y de dieciocho quilates. Nicole la odió a primera vista.

Lisa dejó su abrigo sobre el respaldo de una silla y miró a su alrededor.

– ¿De veras se aloja aquí?

– ¿Se refiere a mi casa? Sí. Se aloja aquí.

– Ya. ¿Y qué pasa con su práctica? No veo ningún piano.

– No es que sea asunto suyo, pero el piano está en el sótano.

Lisa la miró fijamente.

– Todo lo de Claire es cosa mía. ¿Cuánto está practicando? Lo mejor es cuatro horas al día. Puede pasar con tres, y más de cinco no le sirven a nadie -afirmó, e hizo una pausa, expectante.

Nicole no supo qué decir. No estaba segura de que Claire hubiera tocado hasta la noche anterior.

– No tengo ni idea -respondió-. No la controlo.

– Pues debería. ¿Está comiendo bien? ¿Duerme lo suficiente?

– Claire tiene veintiocho años. Puede comer sola y acostarse.

Demonios, no era de extrañar que su hermana fuera una completa inútil. Nunca le habían permitido ser una persona de verdad.

Lisa le lanzó una mirada fulminante.

– Claire no es como el resto de nosotros. Es una artista con un don. Si no se la vigila, se dejará la piel en el trabajo. Necesita descansar mucho. Los últimos años han sido extenuantes. Parecía que había oportunidades, y teníamos que aprovecharlas. Claire dijo que era demasiado, pero yo sabía que era posible. Teníamos que aprovecharlo. Ahora está en lo más alto. Nosotras debemos hacer todo lo posible para que siga en la cima.

Nicole no tenía del todo claro quién era aquella tal Lisa, pero sabía que no le caía bien.

– No hay ningún «nosotras» en esto.

Lisa hizo caso omiso de la respuesta.

– ¿Sabe si ha mirado el programa que le envié? Debería haber llegado hoy.

Nicole pensó en el paquete que había en la cocina.

– No, no lo ha visto.

– Puede estudiarlo esta noche. Tenemos que darnos prisa para poder confirmar los conciertos de este otoño. Ya llevamos retraso, y Claire tiene mucho que hacer. Aprender las piezas, programar los ensayos y los eventos con los medios de comunicación. La publicidad es una parte muy importante de lo que hacemos. Tenemos que organizar también los viajes. Son sólo treinta conciertos en cuatro meses, pero de todos modos, hay que prepararlo todo.

¿Treinta conciertos en cuatro meses? Nicole hizo cálculos. Eso era un concierto cada cuatro o cinco días. Si no eran en la misma ciudad, habría que viajar. Además de practicar cuatro horas al día, junto a los ensayos, las entrevistas y a saber cuántas cosas más, debían de ser jornadas agotadoras.

¿Ésa era la vida de Claire? ¿Viajar y ensayar constantemente, con aquella tal Lisa vigilándolo todo?

Nicole recordó que le había dicho que su vida era más difícil de lo que parecía. No se sentía impresionada, ni mal ni nada por el estilo, de todos modos. Era mucho más fácil que vivir en el mundo real.

Lisa se acercó a la ventana y miró al exterior.

– ¿Ha dicho algo sobre las grabaciones?

– No.

¿Qué grabaciones?

– La han invitado a tocar en varios discos. Sé que aceptará los discos benéficos, siempre lo hace -dijo Lisa, que parecía molesta por ello-. Pero estaría bien que aceptara algunos de los demás.

¿Sesiones de grabación, aparte de todo? Nicole se sentía cansada con sólo oírlo.

– Por lo menos, puede ver todas esas ciudades en las que toca -dijo Nicole, más para sí misma que para Lisa.

Lisa se giró a mirarla.

– Su trabajo no es conocer ciudades. Su trabajo es practicar, tocar y dar entrevistas. Es lógico que se haya escapado. No sé cómo he permitido que las cosas se hayan descontrolado tanto.

Lisa se acercó a la silla y tomó su abrigo.

– No voy a quedarme aquí esperándola. Por favor, dígale que me llame al móvil. Y que no voy a marcharme de Seattle hasta que arreglemos este desastre.

Nicole no sabía a qué desastre se refería, y no quería saberlo. Por fortuna, Lisa ya no era su problema; oía el ruido de un coche conocido en la calle.

– Dígaselo usted misma -dijo-. Acaba de llegar.

– Ya he vuelto -dijo Claire mientras entraba en la cocina-. Siento haber llegado tan tarde. Wyatt me pidió que me quedara a cenar, y hemos comido pollo frito de KFC. Es su noche de comida rápida, y eligió Amy. ¿Has cenado alguna vez allí? Es muy…

Entró en el salón, vio a Lisa junto a Nicole y al instante lamentó haberse comido el último muslo extra…

– Hola, Claire -dijo Lisa con frialdad-. Dime que no has comido de verdad pollo frito.

Lisa siempre había tenido la capacidad de conseguir que se sintiera pequeña y estúpida. Tenía una disculpa en la punta de la lengua, pero se la tragó. Era una persona adulta, y si quería comer comida rápida, lo haría. Estaba en su derecho.

– Sí. Estaba delicioso.

Lisa frunció los labios.

– ¿Y la dieta que te di? Es una dieta equilibrada basada en la soja.

Nicole fingió una arcada y después alzó ambas manos con las palmas hacia fuera.

– Lo siento, acaba de aparecer. No sabía qué hacer.

– No te preocupes -dijo Claire. No podía esconderse de Lisa para siempre, aunque fuera un bonito sueño.

Lisa hizo caso omiso de la conversación.

– No sé cómo decirte lo mucho que me has decepcionado, Claire. Desaparecer así, sin avisar. Y has estado evitando mis llamadas. ¿Es que pensabas que yo iba a desaparecer?

Claire irguió los hombros y alzó la barbilla.

– Tuve que atender un asunto familiar -dijo, y rezó para que Nicole no interviniera con algún comentario hiriente sobre que no era exactamente bienvenida en su casa.

Por suerte, su hermana se quedó callada, por una vez.

Lisa miró brevemente a Nicole, y después volvió a concentrarse en Claire.

– Parece que todo va bien en ese aspecto. Supongo, por lo tanto, que vas a volver pronto a Nueva York.