– No.
– ¿Y qué pasa con el programa de otoño? Ya nos hemos quedado tan sólo con la mitad de fechas de las que deberíamos tener. Si no estás ahí, la gente se olvidará de ti. La brillantez no es suficiente, ya lo sabes. Podrías arruinar tu carrera fácilmente.
Era un mensaje que Claire llevaba años oyendo.
– No puedo volver ahora -dijo con firmeza-. Y no sé cuándo podré retomar una programación.
Lisa abrió mucho los ojos.
– No lo dices en serio. No es posible.
Claire quería preguntarle si recordaba lo que había ocurrido la última vez que había pisado un escenario. Se había desmayado, y se había humillado a sí misma, el pánico la había vencido. Sin embargo, su hermana estaba escuchando, y a ella le daba vergüenza contarle la verdad a Nicole.
– Hay gente que depende de ti -continuó Lisa-. Eres una industria. Está en juego el trabajo de otras personas.
Otro argumento que había oído cientos de veces. ¿Acaso Lisa no podía inventar nada nuevo?
– Sobre todo el tuyo -dijo-. Si quieres renunciar a tu puesto de representante, no tengo ningún problema.
Lisa dio un paso atrás.
– No. No era eso lo que quería decir -respondió, y carraspeó-. Claire, querida, no sabía que estabas tan disgustada. Por supuesto, puedes pasar una temporada con tu familia. No debería haberte presionado.
Era asombroso ver cómo Lisa podía ser el policía bueno y el malo a la vez, sin alterarse.
– No importa que me presiones. No voy a cambiar de opinión. Voy a quedarme aquí hasta que Nicole esté mejor. Y puede que más, todavía no lo sé. No estoy dispuesta a aceptar ningún compromiso para el otoño, ni para otro momento. No voy a dejar que me obligues, así que tendrás que conformarte.
Lisa la miró durante un largo instante.
– De acuerdo. Me doy cuenta de que no quieres volver a casa todavía. Está bien, esperaré. Sabes dónde encontrarme.
Claire asintió, pero no dijo nada. Se quedó donde estaba hasta que Lisa se marchó. Después se dejó caer en el sofá y se tapó la cara con las manos.
– Impresionante -dijo Nicole-. Le has hecho frente.
– Sí, ¿verdad? -respondió Claire, y dejó caer las manos al regazo-. Estoy temblando.
– Se te pasará. ¿En serio es tu representante?
– Sí, desde que tenía doce años.
– Da miedo.
– Dímelo a mí. Pero también es la mejor. Hay muchos músicos con talento por ahí que no tienen ni la mitad de oportunidades que yo.
Nicole se acomodó en una silla frente al sofá.
– Ha hablado de las fechas de tus conciertos, de la práctica, de los ensayos, de las entrevistas. ¿Es un día normal para ti?
– Más o menos. No tengo mucho tiempo libre. Algunas veces me siento como un hámster en su jaula, corriendo en la rueda. Sigues y sigues, pero no llegas a ninguna parte, y la vista rutina nunca cambia. Cada vez es más fácil, eso sí. Conozco la mayor parte del repertorio. Cuando era más joven tenía que aprenderlo todo, era una pesadilla.
Hizo una pausa y se preparó para recibir un comentario sarcástico. Nicole no era de las que desaprovechaba una oportunidad.
Sin embargo, su hermana se limitó a decir:
– Parece muy duro.
Claire abrió los ojos.
– ¿Te encuentras bien? ¿Tienes fiebre?
Nicole se movió en la silla.
– No. Estoy bien. Es posible que, después de haber hablado con Lisa, me haya dado cuenta de que tu vida no es tan maravillosa como había pensado. Que quizá trabajes en serio.
– ¿De verdad? -preguntó Claire con una sonrisa-. Lo que significa que estabas…
– ¿Qué?
– Ya sabes. Dilo. Si no tenías razón, es que estabas…
Nicole negó con la cabeza.
– Ni lo sueñes. No vamos a llegar a tanto. Lo que digo es que quizá estuviera mal informada. Eso es todo lo que vas a conseguir.
– Equivocada -dijo Claire-. La palabra que estás buscando es «equivocada».
– Nunca. ¿Así que te quedaste a cenar en casa de Wyatt?
– No, hemos salido. Amy es estupenda. Me cae fenomenal.
– ¿Y qué te parece Wyatt?
Claire tuvo el presentimiento de que estaban entrando en un terreno peligroso.
– Es un padre magnífico. Paciente y cariñoso. Es evidente que padre e hija se quieren mucho.
Nicole la observó atentamente.
– Se quieren, sí. Amy es su mundo.
– Se nota. Él… eh… no está saliendo con nadie, ¿verdad?
Nicole se puso en pie.
– ¿Por qué, te importa?, ¿para qué quieres saberlo?
– No, no me importa. Sólo tenía curiosidad. Es muy agradable, y supongo que debería haberse casado de nuevo ya.
La expresión de Nicole se volvió hostil. La temperatura de la habitación descendió veinte grados de repente.
– No puedo creerlo -gritó-. ¿Te sientes atraída por él? De ninguna manera. No vas a salir con él. Ya puedes ir olvidándote. Es amigo mío. Mío, ¿me oyes? Ya es bastante malo que Jesse se acostara con Drew como para que ahora tú te acuestes con Wyatt.
Con los puños apretados, Nicole se dio la vuelta bruscamente y se marchó de la habitación.
Diez
Claire nunca había estado en una obra. Salió del coche y buscó el tráiler que le había descrito Wyatt. Lo vio a un lado del terreno, pero en vez de ir hacia él directamente, se detuvo a mirar a su alrededor.
El enorme espacio había sido despejado de árboles, aunque quedaban algunos en lo que, supuso, iba a ser el jardín. Ya se veían las estructuras de algunas casas, mientras que otras sólo eran estacas clavadas en el suelo. Había máquinas grandes y ruidosas haciendo el movimiento de tierras.
Ella nunca había pensado en todo el esfuerzo que costaba construir una casa. O varias casas. Parecía complicado, casi milagroso. ¿Cómo podía alguien crear una casa de la nada?
No era una pregunta que fuera a contestar quedándose allí plantada, se dijo, y se encaminó hacia el tráiler.
Estaba a medio camino cuando se le acercó un hombre alto y delgado, con bigote.
– Eres la cosa más bonita que he visto en toda la mañana -le dijo a Claire con una sonrisa-. Me llamo Spike. ¿Quién eres tú?
¿Spike? Nunca había conocido a nadie con aquel nombre. Vio los tatuajes que llevaba en el brazo, la camiseta de la Universidad de Washington y la enorme sonrisa con la que parecía que la estaba saludando. Ella agradeció aquella actitud tan amistosa.
– Me llamo Claire. Estoy cuidando a la hija de Wyatt. Se le olvidó firmarme una autorización para el colegio, así que se la he traído.
Spike la miró de arriba abajo.
– ¿Eres una niñera encantadora?
– Más o menos.
– Me alegro de conocerte, Claire.
– Lo mismo digo.
– No te había visto nunca por aquí.
– Acabo de empezar a cuidar a Amy. Y he llegado hace poco a Seattle.
– ¿Necesitas que alguien te enseñe la ciudad?
¿Estaba flirteando con ella? ¿Estaba flirteando con ella? Ojalá supiera más de hombres y mujeres, y de cómo interactuaban. No quería decir algo inapropiado, ni sentirse estúpida.
– Tengo un GPS -le respondió-. Me defiendo.
Spike se rió.
– Haces más que eso, cariño.
Oh, vaya. Sin saber qué debía responder, dijo con una sonrisa:
– Yo… eh… tengo que llevarle esto a Wyatt, y después volver al colegio. Encantada.
– Lo mismo digo. Podríamos salir a tomar algo algún día.
Ella se quedó inmóvil. ¿Le acababa de pedir Spike que salieran juntos?
Se volvió hacia él. ¿Sería una cita? ¿Una cita de verdad?
– Sería agradable -dijo, y continuó hacia el tráiler.
Bueno, no estaba desesperadamente interesada en Spike. Al menos, saliendo con él practicaría, y podría hacerlo mejor cuando conociera a alguien que le gustara de verdad. Además, parecía una persona agradable. Quizá lo estuviera juzgando demasiado deprisa.
Cuando se acercó al tráiler, la puerta se abrió de par en par. Wyatt estaba en el hueco, mirándola con cara de pocos amigos.