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– ¿Por qué estabas hablando con Spike? -inquirió.

– ¿Qué? No lo sé. Sólo estábamos charlando.

– Parecía algo más.

– Tienes razón. Estábamos haciendo un plan para huir y casarnos. Íbamos a esperar a su día libre.

Wyatt se hizo a un lado para cederle el paso al tráiler.

– No se te da muy bien ser sarcástica.

– Dame tiempo, mejoraré.

La miró fijamente. Parecía que podía ver su alma con aquellos ojos oscuros.

– ¿Te ha pedido que salieras con él?

¿Por qué se estaba comportando Wyatt de aquel modo?

– Mencionó la posibilidad de salir a tomar algo.

Wyatt cerró la puerta. El tráiler no era muy grande, y la mayor parte del espacio estaba lleno de armarios y mesas de tablero. Había planos de las diferentes plantas de los edificios por las paredes. Al menos, a ella le parecían planos.

Wyatt estaba tan cerca que Claire tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. No parecía muy contento.

– No vas a salir con Spike -dijo.

Eso era cierto, pero a Claire no le gustó que él se lo dijera.

– ¿Porque tú lo digas?

– Porque sólo hace un par de meses que salió de la cárcel. Es un buen trabajador, pero lo condenaron por agresión. Ahora está en libertad provisional.

Claire tragó saliva. ¿En la cárcel? ¿Condenado? Vaya.

– Todo el mundo merece una segunda oportunidad -dijo remilgadamente, aunque de repente, se sentía aliviada de no haberle dado su número a Spike. Aunque él tampoco se lo había pedido.

– Además, está casado.

– ¿Qué? ¿De verdad? ¿Está casado?

Aquello era injusto, pensó, furiosa. No le interesaba tener una cita con Spike, pero ¿casado? Si las cosas seguían así, no iba a tener nunca una relación con nadie, no iba a poder experimentar el sexo. Era un bicho raro en muchos aspectos, se dijo mientras se miraba las manos. ¿Por qué no podía ser normal, como la otra gente?

– Parece que te has disgustado -observó Wyatt-. ¿Es que su esposa va a obstaculizar vuestros planes?

– No seas malo -respondió ella, que de repente, se sentía derrotada-. No me interesa Spike, algo que tú podías haber imaginado. No me importa que esté casado, es sólo que…

Así era su vida. ¿En qué se había equivocado? ¿Cómo iba a conseguir cambiar las cosas?

– ¿Es sólo qué? -preguntó él.

Claire se encogió de hombros.

– Él estaba interesado. Quizá. Eso ha sido agradable.

– ¿Te gusta que te pidan una cita los ex convictos?

– Claro que no. Lo que pasa es que nadie me pide una cita, nunca. Ni siquiera para salir a tomar algo. Durante toda mi vida, los hombres han mirado para otro lado.

Se preparó para aguantar su desdén, o quizá para escuchar una explicación de lo que hacía mal.

En vez de eso, vio que él se cruzaba de brazos.

– Sí, claro.

– Es cierto. Yo no salgo con hombres. Casi nunca estoy en casa. No viajo con una orquesta, así que apenas conozco hombres. Además, la mayoría de los miembros de las orquestas o son unos libertinos o son homosexuales. Los buenos ya están casados. Y de todos modos, cuando estoy en temporada, voy de concierto en concierto. No me queda tiempo para conocer a nadie, y menos para tener una relación. La persona a la que más veo es a Lisa, y créeme, no es mi tipo.

Él siguió mirándola sin decir nada. Ella suspiró.

– No me lo estoy inventando -dijo-. Si por casualidad conozco a alguien medianamente agradable, o normal, se siente completamente intimidado por mí. Es la fama, o el dinero, o algo así. No lo sé. Pero es horrible. No es que no lo esté intentando, ¿sabes? Quiero conocer a un tipo estupendo, quiero tener una relación -añadió, mirando hacia la puerta-. Aunque bueno, quizá no con Spike.

– ¿Tú crees?

Ella lo miró con irritación.

– No me estás haciendo caso, ¿verdad?

– En realidad, no.

– Eso es típico de ti. Me criticas todo lo que quieres, pero ¿has intentando ver las cosas desde mi punto de vista? ¿Te importa que…?

Todavía estaba hablando cuando Wyatt se acercó, le tomó la cara con ambas manos, se inclinó hacia delante y la besó.

Al sentir sus labios en los de ella, se quedó tan asombrada que dijo:

– ¿Qué estás…?

– Cállate.

Aquello le pareció un buen consejo.

Su boca era firme, pero increíblemente delicada. Cálida, también, pensó Claire mientras cerraba los ojos.

Él le dio un beso ligero, pero no suave. Como si le concediera todo el tiempo que ella pudiera necesitar para acostumbrarse a lo que estaba haciendo. Wyatt ladeó la cabeza y le rozó los labios, explorando, jugueteando. Con aquel beso le cortó la respiración, consiguió aturdirla.

Entre ellos se encendió una llama. Calor, necesidad y un deseo muy fuerte de estar tan cerca de él como fuera posible.

Claire alzó las manos, sin saber qué hacer con ellas, y apoyó las yemas de los dedos en sus hombros. Él posó las manos en la cintura de Claire y la ciñó contra su cuerpo.

Era mejor de lo que ella hubiera imaginado nunca. Wyatt era fuerte, duro, muy viril. Además olía muy bien. Su olor era limpio, masculino y tenía algo de aire fresco.

Él le acarició los labios con la punta de la lengua. Incluso ella pudo darse cuenta de lo que le estaba pidiendo, y abrió la boca. Wyatt comenzó a explorarla y Claire sintió un cosquilleo en todos los lugares que él acariciaba.

Su lengua se rozó contra la de ella, y ella sintió que todo su cuerpo se estremecía. Aceptó todas sus caricias, derritiéndose por dentro, rodeándole el cuello con los brazos para no caerse al suelo.

Él la estrechó contra sí. Claire notó los senos aplastados contra su pecho, y cuando él movió las manos por su espalda, de arriba hacia abajo, pensó que deseaba sentir su contacto en la piel desnuda.

Se besaron una y otra vez. Las células de su cuerpo comenzaron a gimotear. Cuando él interrumpió el beso, estuvo a punto de protestar.

Por suerte, no había terminado con ella. Presionó con la boca en su mandíbula, y después hacia abajo, por el cuello, y se movió hacia su oreja. Le succionó suavemente el lóbulo antes de lamer la piel sensible que tenía justo bajo el oído. Ella se estremeció, y sus senos se inflamaron, como cierto lugar entre sus piernas. Deseaba, necesitaba, y estaba dispuesta a rogar.

Wyatt se incorporó y la miró con deseo. Gracias a Dios, ella no era la única afectada.

Quería que la besara otra vez. Quería lo que le estuviera ofreciendo.

– Deberíamos salir -dijo él.

– ¿Tener una ci… cita? -tartamudeó ella.

Él asintió.

¿Una cita, ellos dos? Claire se echó a temblar.

– No estás saliendo con nadie, ¿verdad? -dijo, con la esperanza de no estar tan ruborizada como creía.

– Si así fuera, no te lo habría pedido a ti. Ni te habría besado. Y que conste que Nicole y yo nunca hemos salido juntos.

Ella no se lo había preguntado, pero estaba bien saberlo.

– Me gustaría salir contigo -dijo. Sobre todo, si iba a haber más besos.

– ¿El viernes? Amy va a ir a dormir a casa de una amiga.

– Me parece estupendo.

– Te recogeré a las siete.

– Estaré lista a esa hora.

Vaya. Entonces, así era que le pidieran salir a una. Debería hacer aquello más a menudo.

Iba a marcharse, pero recordó la autorización y se la sacó del bolsillo. Wyatt la firmó y ella se marchó. Caminó hacia el coche, pero se sentía más como si estuviera flotando.

¡Iba a tener una cita! Con Wyatt. Ya sólo le quedaba pensar cómo iba a contárselo a Nicole.

– Están deliciosos -dijo Claire mientras tomaba otro aro de cebolla-. Nunca había comido de estos.

Jesse agarró su hamburguesa.

– ¿Lo ves? No todo lo bueno sucede en Nueva York.

– Nunca lo he pensado -dijo Claire, mientras miraba a su alrededor por el colorido interior de Kidd Valley, la hamburguesería en la que Jesse había sugerido que quedaran-. Puede que pida que me lleven de estos para mi próximo concierto -afirmó; tomó otro mordisco de aro de cebolla, lo masticó y lo tragó-. Nunca he pedido cosas difíciles para comer, caprichos. Podría empezar con esto.