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Lo pisaron al mismo tiempo, y resbalaron. Claire soltó a su hermana, pero era demasiado tarde: cayeron las dos con dureza.

Claire cayó con el trasero, y el impacto hizo que le dolieran los dientes. Se quedó sentada durante unos segundos, y después intentó ponerse en pie.

Mientras lo hacía, volvió la cabeza. Nicole estaba tendida de costado. Tenía los ojos cerrados y no se movía.

Nicole no quería saber dónde estaba, aunque era imposible desentenderse de las manos que la movían. Oyó las palabras «llevar» y «hospital», y se estremeció.

De mala gana, abrió los ojos y vio a dos hombres inclinados sobre ella.

– Ha recuperado el conocimiento -dijo uno de ellos-. ¿Sabe dónde está?

Ojalá no lo supiera.

– En el suelo de mi panadería. Sé cuál es el día de la semana y quién es el presidente, si necesitan esa información.

– Así que no se ha golpeado la cabeza…

– No a propósito.

Tenía dos puntos de dolor agudo: su incisión y la rodilla.

– La operaron hace unas semanas -decía Claire desde algún lugar que Nicole no veía-. No debería estar aquí. Es todo culpa mía.

Tenía voz de llanto, y de angustia.

– Estábamos discutiendo. Ella intentó alejarse y yo no se lo permití. Se resbaló con el aceite.

– Relájese -le dijo uno de los médicos-. Su hermana se pondrá bien. La incisión no se ha abierto, al menos por fuera. En el hospital le harán una exploración interna. La rodilla está mal, pero eso no es grave.

El médico volvió a mirar a Nicole.

– ¿Lista para dar un paseo?

– No.

– Sólo lo estaba preguntando para ser amable.

La colocaron en una camilla. Mientras la movían, sintió mucho dolor en la rodilla, tanto que se le cortó la respiración. Tenía una vía de suero en el brazo. Se sentía como si la hubieran atropellado.

Cuando iban hacia la ambulancia, Claire se acercó y la tomó de la mano.

Por una vez, tenía tan mal aspecto como ella misma. Estaba llorando, y no de un modo bonito. Tenía los ojos enrojecidos y la boca hinchada.

– Lo siento -dijo una y otra vez-. Lo siento. No quería que pasara nada malo. Es que no soporto que estés enfadada conmigo. Te quiero, eres mi hermana. No quiero que mueras.

– No voy a morir -dijo Nicole-. Y no te odio. Lo que pasa es que a veces me enfadas de verdad.

– Ya lo sé. Tú tampoco eres fácil, precisamente.

La metieron en la ambulancia, y Claire movió la mano para despedirse.

– Iré detrás de ellos. Estaré contigo, pase lo que pase.

Palabras que deberían haber hecho que Nicole quisiera salir corriendo hacia las colinas, pero extrañamente, no fue así. En realidad, hicieron que se sintiera cálida y atontada por dentro. Se preguntó qué le habían puesto los médicos en el suero.

Wyatt rodeó a Claire con un brazo.

– Nicole se va a poner bien.

– No dejas de decir eso -dijo Claire, medio llorando-. No te ofendas, pero quiero oírlo de un profesional. Entonces lo creeré.

– Estaba despierta, y hablando -dijo Wyatt. Él también estaba preocupado por Nicole, pero Claire estaba demasiado afectada.

– ¿Y si tiene una hemorragia interna?

– ¿Y si no la tiene?

Claire se apoyó en él.

– Claro, usas la lógica cuando estoy débil. Eso no es justo.

Él la abrazó y la estrechó contra sí.

– Hago lo que puedo.

– No puedo creer que vayan a tener que operarla de la rodilla y que necesite otra convalecencia -dijo Claire contra su camisa-. Es muy injusto. Debería haberme pasado a mí.

– Las dos os caísteis. Ella se rompió la rodilla, fue un accidente.

– Lo sé -suspiró Claire-, pero ojalá no nos hubiéramos peleado.

Quería apoyarla de verdad. Eso era lo que haría un tipo decente, apoyarla durante aquella crisis. No estaría pensando en sus propios problemas, y queriendo hablar de ellos.

Sin embargo, no pudo evitar decirle:

– Tenemos que hablar de lo que ocurrió.

Ella lo miró con los ojos llenos de preocupación.

– ¿A qué te refieres?

– A nosotros. A que hayamos estado juntos.

– Oh. Yo me siento bien al respecto.

Estaba tan calmada…

– Yo no. Deberías haberme dicho que eras virgen.

Claire sonrió.

– Oh, Wyatt, no te preocupes. Fue estupendo. Me sentía demasiado azorada como para decírtelo. Probablemente debería haberlo mencionado, pero aunque no lo hice, todo salió bien. Fuiste muy considerado -dijo. Después frunció el ceño-. ¿Te referías a eso, o a otra cosa? ¿Quieres decir que no te habrías acostado conmigo de haberlo sabido?

Estaban solos en la sala de espera, pero el hecho de tener privatizad no hacía que la conversación fuera más fácil.

– No lo sé.

Ella se apoyó en el respaldo de la silla.

– Entonces tomé la decisión correcta.

– ¿Quitándome a mí la oportunidad de elegir?

– No sé si debería reírme o golpearte con una silla. ¿Me estás diciendo que no respeté tus derechos, o algo así?

– Hay consecuencias que deberíamos haber previsto.

– No sé de qué estás hablando.

– Eso es lo que quiero decir. No tienes experiencia.

– Antes no te quejabas.

– No estoy diciendo nada sobre tu actuación -gruñó él-. Estoy hablando de los métodos anticonceptivos. No usas ninguno, ¿verdad?

Wyatt esperó a que su expresión se volviera de agobio y arrepentimiento. En vez de eso, Claire abrió mucho los ojos y sonrió.

– ¿Puede que esté embarazada? -susurró-. ¿Puede que vayamos a tener un bebé? No lo había pensado. ¿Sería posible? No creo que pueda tener tanta suerte.

Wyatt no daba crédito a su respuesta. ¿Estaba contenta por aquella posibilidad?

Ella se lanzó a sus brazos y se rió.

– Oh, Wyatt, ¿no te parece asombroso? Un niño. Siempre he querido tener hijos. ¿Puede suceder de verdad en mi primera vez? Sí, claro, supongo que sí. Vaya.

Él la agarró y la apartó.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó-. No es una buena noticia.

La sonrisa de Claire se desvaneció.

– ¿Por qué no? Es un bebé. Eso sería un milagro. Claro que hay un asunto de logística, pero nos las arreglaremos. Es estupendo.

– No lo entiendes. Para mí no es una buena noticia. No quiero tener más hijos. No mantengo relaciones serias, ¿no lo recuerdas? Si te crees que vas a atraparme como hizo Shanna, te vas a llevar una desilusión.

– ¿Eso es lo que piensas de mí? Yo no soy así. No tengo interés en atraparte a ti, ni a ningún otro hombre. Estaría muy cómoda siendo madre soltera.

– ¿Y qué sabes tú de criar a un niño?

– Lo mismo que tú cuando nació Amy. Aprenderé.

– ¿Con tus giras?

– Contrataré a una niñera.

– Yo no voy a pagar eso.

– Nadie te lo está pidiendo -respondió Claire, con una mirada fulminante-. Siento que te hayas disgustado, Wyatt, pero yo no. Siempre he querido tener hijos, y para mí, esto es un milagro. Te prometo que pase lo que pase, no será una molestia para ti. Si necesito ayuda, contrataré personal. Y no necesito pedirte dinero. Puedo pagar perfectamente todo lo que necesito.

– Ojalá -murmuró él.

– No lo entiendes, ¿verdad? Para ti sólo soy una mujer que toca el piano. Quizá te sorprenda, pero soy muy buena en mi profesión. Entre los conciertos y las ventas de los CD, el año pasado gané más de dos millones de dólares. Fue un buen año, pero no el mejor de los que he tenido. El dinero no es ningún problema para mí. Siento que te disguste la posibilidad de que esté embarazada, pero a mí no.

Y dicho eso, se dio la vuelta y se marchó.

Wyatt se quedó en la sala de espera preguntándose si era posible haber estropeado más las cosas. Si había una manera equivocada de abordar el tema y una manera desastrosa, él había usado la última.