Wyatt se lo entregó. Ella se llevó el vaso a los labios para dar un sorbito. El último le había producido náuseas, pero una enfermera muy mala le había dicho que tenía que empezar a beber y a miccionar. Nicole no le veía la utilidad, pero la enfermera había insistido.
Tomó un sorbo muy pequeño e hizo un gesto de dolor al sentir una oleada de náuseas. Era menos intensa que la anterior, así que volvió a beber, y no sintió mucho de nada. Un progreso.
Le devolvió el vaso a Wyatt y tomó aire.
– Habla, yo escucharé, pero, por favor, no digas nada divertido, no quiero reírme. Todavía me duele mucho.
Wyatt se inclinó hacia delante y la tomó de la mano.
– He ido a la panadería. Todo va bien.
– Me alegro. Saben cómo llevar las cosas, no debo preocuparme.
Se preocuparía porque era propio de su carácter, pero era un alivio saber que no la necesitaban.
– Eh… allí me encontré con alguien.
Pese al dolor y los calmantes, Nicole abrió los ojos. Wyatt no la miraba, y había algo en su expresión…, algo como culpabilidad.
– ¿Una mujer?
Él asintió.
Nicole no lo entendía. ¿Qué pasaba? Había conocido a alguien. Eso era estupendo.
– Pues pídele que salga contigo.
– ¿Qué? -él se irguió y la miró fijamente-. No… -se inclinó de nuevo hacia ella-, no me refería a eso. Conocí a alguien que no me esperaba.
– Quizá sean la operación y el cansancio, pero no te entiendo.
– He conocido a Claire.
¿Qué Claire? Sin embargo, mientras la pregunta se formaba en su mente, Nicole supo la respuesta. Claire, su hermana. Claire, la perfecta, la princesa. La concertista y solista. La viajera. La rica. Su egoísta, narcisista, vacua, cruel y espantosa hermana.
– No es posible -murmuró con los ojos cerrados. Pensó que dormir sería estupendo. Se dormiría en aquel momento y todo aquello pasaría.
– Parece que Jesse la llamó y le dijo lo de la operación, y ella ha venido.
Nicole abrió los ojos.
– ¿Qué?
– Ha venido para ayudarte durante la recuperación.
Si Nicole no hubiera estado tan incómoda y tan drogada, se habría echado a reír.
– ¿Para ayudarme? ¿Quiere ayudarme? ¿Dónde ha estado durante los últimos veintidós años? ¿Dónde estaba mientras yo me quedé aquí, criando a Jesse y trabajando en la panadería? ¿Dónde estaba cuando nuestra madre se marchó para estar con ella y murió? ¿Y dónde estaba cuando murió mi padre? ¿Se molestó en venir alguna vez? No puedo creerlo. Tiene que marcharse en seguida. Tiene que irse de Seattle, a sus fiestas o al lugar donde pase sus días…
Nicole cometió el error de intentar sentarse. Sintió un dolor extremo, que le robó el aliento y la hizo gemir. Cayó sobre la cama y cerró los ojos. ¿Claire allí? Como si su vida no fuera lo suficientemente asquerosa en aquel momento.
– La odio.
– Lo sé -dijo Wyatt-. Cree que está ayudando.
Nicole pensó que era demasiado.
– No puedo encargarme de ella ahora. Mantenla alejada de mí. Lo digo en serio, Wyatt. No dejes que venga al hospital.
– No la dejaré -le prometió, y le dio un beso en la frente.
Era un buen chico, pensó Nicole mientras se quedaba dormida. Uno de los buenos. ¿Por qué no se había enamorado de él en vez de hacerlo de Drew? Un desastre. Todo era un desastre. Y ahora, Claire. ¿Qué sería lo siguiente, una plaga de langostas?
Claire llegó al hospital con tiempo suficiente para llevar a Nicole a casa. El día anterior había hecho el trayecto dos veces y se había familiarizado con la ruta. Además, conducir le daba un poco menos de miedo. Siempre y cuando no tuviera que entrar en la autopista, se sentía casi competente. También había hablado con la enfermera de Nicole y le había explicado que era su hermana y que ella, Claire, quería recogerla. Le habían dado la hora aproximada de su salida del hospital. Y allí estaba, dispuesta a ayudar.
Intentó no pensar demasiado en lo que le había dicho Wyatt. Según él, Nicole no sabía nada de su visita y no iba a ponerse muy contenta de verla. Claire había llamado varias veces al teléfono móvil de Jesse, pero no había podido ponerse en contacto con ella, y Jesse no había respondido a ninguno de sus mensajes. Era evidente que estaba ocurriendo algo, pero tenía confianza en que todo fuera un malentendido que pudiera aclararse con facilidad. Al menos, eso era lo que se decía siempre que se le encogía el estómago.
Apretó el asa del bolso mientras salía del ascensor y comenzaba a recorrer el largo pasillo. Los letreros conducían al mostrador de enfermeras, y cuando llegó hasta allí se encontró con Nicole, que iba en una silla de ruedas empujada por una enfermera, con Wyatt detrás.
Claire se sintió emocionada y se quedó inmóvil mirando a su hermana, a quien no había visto desde hacía años. Nicole estaba bien, pálida, pero eso era lógico. Llevaba una cazadora con capucha y una camiseta, y tenía el pelo recogido en una coleta. Claire comprendió al instante que iba demasiado arreglada.
– Nicole -susurró con alegría. Estaban juntas de nuevo. Por fin.
– Oh, mierda -susurró Nicole-. ¿No podría darme más calmantes?
– ¿Es su hermana? -preguntó la enfermera-. Se parecen mucho, como si fueran gemelas.
– Somos mellizas, y no hable más de ello para no empeorarlo todo -dijo Nicole.
Wyatt le puso una mano en el hombro.
– Me ocuparé de ella -dijo, y se acercó a Claire-. ¿Qué está haciendo aquí? Le dije que no viniera.
Claire hizo caso omiso de sus palabras, y también de los gruñidos de Nicole. Se acercó a su hermana y se agachó junto a ella. Quería abrazarla, pero tenía miedo de hacerle daño. Se conformó con tocarle el brazo y sonreírle.
– Tienes buen aspecto. ¿Cómo te encuentras?
Nicole la miró fijamente.
– Como si acabaran de extirparme un órgano. ¿Qué estás haciendo aquí?
– Voy a llevarte a casa.
– No -dijo Wyatt-. Para eso estoy yo aquí.
– ¿Qué estás haciendo en Seattle? -preguntó Nicole-. Por favor, dime que es una visita corta que terminará en una hora.
– Me enteré de lo de tu operación, así que he venido a cuidarte.
– Qué encantadora -murmuró la enfermera.
– No necesito tu ayuda -dijo Nicole-. Vete.
Claire estaba haciendo todo lo posible por no reaccionar ante toda aquella hostilidad. Se dijo que su hermana estaba sufriendo, que Wyatt no la conocía y que entre las hermanas Keyes había muchos malos sentimientos que se habían acumulado durante mucho tiempo. Haría falta más de un día para cerrar las viejas heridas.
Lo que quería en realidad era incorporarse, dar una patada en el suelo y decir que la que había sido maltratada allí era ella. Que Nicole le había dado la espalda hacía muchos años, y que se había negado a reconsiderar su postura. Que ella se había llevado la culpa de cosas que le habían hecho mucho daño también, tanto como a Jesse y a Nicole. Sin embargo, no tenía sentido empezar a decir todo aquello allí. Había ido a Seattle con un objetivo.
Se puso en pie.
– No me voy a ninguna parte. Me necesitas.
Nicole volvió a gruñir.
– Necesito muchas cosas, pero tú no eres una de ellas. Wyatt, ¿no te dije que me pegaras un tiro? ¿Por qué no me hiciste caso?
Wyatt le puso de nuevo la mano en el hombro.
– Todos los hombres son unos inútiles -murmuró Nicole, y después volvió a mirar a Claire-. ¿Te importaría apartarte, para que pueda salir de aquí? Me duele, estoy cansada y quiero ir a casa.
– Tengo el coche a la salida -dijo Claire-. Conozco el camino, lo he practicado.
– Estamos todos muy orgullosos -respondió Nicole con sarcasmo.
La enfermera sonrió comprensivamente a Claire y después empujó a su paciente hacia el ascensor. Claire los siguió, sin saber qué hacer ni qué decir. No podía obligar a Nicole a entrar en su coche. Quizá sería mejor dejar que Wyatt la llevara a casa y tomar las riendas desde allí.