– ¿Cuándo se lo vais a decir a Hawk? -preguntó-. Tiene que saberlo. Yo he guardado el secreto hasta ahora, pero estoy empezando a sentirme muy incómoda.
– Pronto.
– Según Brittany, es la felicidad total, así que ¿a qué esperáis?
Raoul la miró.
– Sé que no estás de acuerdo con lo que estamos haciendo, pero ya hemos tomado la decisión. Brittany y yo vamos a tener un hijo. Eso significa que vamos a estar juntos.
– Lo sé. Eso es lo que tú me dices.
– Pero estás enfadada.
– No estoy enfadada. Estoy decepcionada. Raoul, los dos sois tan jóvenes… Sé que parece que todo va a ir sobre ruedas, pero ¿qué pasará si no es así? No tenéis un plan alternativo.
– La quiero, Nicole. El amor no viene con planes alternativos, ni con garantías. Tienes que tener fe. Yo quiero estar con ella, y quiero ver su sonrisa todos los días. Quiero oír su voz y hacerla feliz. Quiero acostarme por las noches y sentir su corazón junto al mío. Quiero que sea la madre de mis hijos. Quiero experimentarlo todo en la vida con ella, porque estar con ella es lo mejor que me pasa todos los días.
Aquello era increíble, pensó Nicole, asombrada por las palabras que había pronunciado y la emoción con la que lo había hecho. En aquel momento, Raoul no era un adolescente ni un niño que necesitara una casa en la que quedarse. Era un hombre enamorado de una mujer.
– Está bien -dijo ella en voz baja-, lo entiendo. Dejaré de presionarte.
Seguramente, porque lo que había dicho Raoul había hecho que ella entendiera algo sobre sí misma. Ella también estaba enamorada de alguien asombroso. Un hombre cariñoso y atractivo, que conseguía que se le acelerara el corazón cada vez que se acercaba. Un hombre listo y divertido por el que creía de nuevo en la esperanza y el amor. Un hombre que quizá todavía estuviera enamorado de su difunta esposa, cuya hija estaba embarazada, y a quien no había contado aquel secreto realmente importante.
Qué suerte tenía.
Dieciséis
Hawk estaba navegando por Internet. Quería organizar un fin de semana con Nicole cuando terminara la temporada de fútbol.
Algún lugar agradable, pensó mientras miraba distintos hoteles en sitios no muy alejados. No quería pasar todo el tiempo conduciendo. Quizá en Portland. Estaba a sólo tres horas, y había muchos restaurantes buenos. O tal vez pudieran ir a la zona de viñedos de Oregon, y hacer alguna cata.
San Francisco estaba a un par de horas en avión. Sin embargo, eso requería tiempo de espera en el aeropuerto, tiempo que podía pasar en la cama con Nicole.
– Papá, ¿puedo hablar contigo?
– ¿Mmm? Claro.
Hawk le hizo un gesto a Brittany para que entrara al estudio, pero no apartó la vista del monitor. Estaba pensando en si debía darle una sorpresa a Nicole o avisarla primero de sus planes.
– Papá, ¿estás escuchando?
– ¿Qué? Claro, cariño. Dime.
Se obligó a apartar la vista del ordenador y miró a su hija. Brittany estaba en la puerta del despacho.
– He estado pensando mucho en mamá, y en lo que os pasó a los dos.
¿Qué? ¿Cuándo?
– Mmm.
– Tuvisteis una relación muy especial -continuó Brittany.
– Los dos te queríamos mucho. Y tú lo sabes, ¿verdad?
– Claro. Siempre me he sentido especial, papá. Como si fuera parte de algo muy importante.
– Bien -dijo él, y volvió a fijarse en la pantalla.
– Por eso estoy tan emocionada de poder seguir vuestros pasos.
¿Pasos? Hawk hizo clic en un enlace.
– Ya sabes. Tener un bebé… y todo lo demás.
¿Bebé?
Hawk enfocó la mirada en un único punto de luz. Oyó un zumbido, y después los latidos atronadores de su corazón. Era como si de repente, pesara mil toneladas. Apenas podía mover la cabeza. Consiguió volverse para mirar a su hija.
– ¿Bebé?
Ella hizo una pausa y se humedeció los labios.
– Sí -dijo, con una sonrisa temblorosa-. ¿Estás contento, papá? Yo estoy muy emocionada y Raoul también. Ahora deja que te lo explique todo. Lo hemos planeado muy bien. Haremos lo que hicisteis mamá y tú. Raoul conseguirá una beca para la universidad y yo me iré a vivir con él. Será estupendo. Estoy muy contenta de ser madre. Un poco asustada, pero emocionada. Raoul está muy feliz. Y va a elegir una buena universidad. Una que me guste a mí también.
– ¿Estás embarazada? -preguntó Hawk poniéndose lentamente en pie, embargado por la ira y por el sentimiento de traición.
Ella dio un paso atrás.
– Papá, no te enfades. No es para tanto.
– ¿Que no es para tanto? Me dijiste que Raoul y tú no teníais relaciones sexuales.
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.
– Sí, bueno. Sí las teníamos. Más o menos.
– ¿Más o menos? Si estás embarazada, es que habéis llegado hasta el final. Dios santo, Brittany, ¿cómo has podido hacer esto?
Brittany lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
– Papá, no me grites.
– ¿Y qué voy a hacer? ¿Darte la enhorabuena? Sólo tienes diecisiete años, estás en el instituto. Se supone que eres más lista que esto. Me mentiste. Has estado haciendo cosas a mis espaldas.
– ¿Como tú cuando te acostabas con mamá?
Hawk no quería hablar de eso.
– Estamos hablando de ti, no de mí. No puedo creerlo. Y aunque tú hayas sido tan boba, no puedo creer que Raoul te hiciera caso.
– ¿Y por qué no? Nos queremos. Vamos a casarnos.
– Y un cuerno. Eres menor de edad. No vas a hacer nada más que subir a tu habitación.
Ella se echó a llorar.
– Papá, no. ¿Por qué no lo entiendes? Esto es lo que nosotros queremos.
– Eres demasiado joven como para saber lo que quieres, y parece que no tienes sentido común. Esperaba más de ti, Brittany.
– Yo también de ti. Eres horrible.
– Vete a tu habitación y quédate allí. No vas a hablar con Raoul, ni a verlo, ni a mandarte mensajes por teléfono con él. No tendréis contacto. Sólo vas a salir de casa cuando yo te lleve al instituto. Tampoco vas a ver a tus amigos.
Ella le lanzó una mirada asesina.
– Con encerrarme no vas a conseguir que esté menos embarazada. Te odio.
– Tú tampoco eres mi ídola en estos momentos.
– Nicole no reaccionó así -le gritó Brittany mientras subía las escaleras-. Ella no gritó ni nada parecido.
Todo se volvió frío y oscuro. Hawk tuvo que contenerse para no dar un puñetazo en la pared.
– ¿Nicole lo sabe?
– ¡Sí!
– ¿Desde cuándo?
– Una semana -respondió Brittany mirándolo con todo el odio que podía generar una adolescente. Entró en su habitación y cerró de un portazo.
¿Una semana? ¿Nicole lo sabía desde hacía una semana y no le había dicho nada? ¿Había ido a aquella cena, le había escuchado decir que quería salir con ella en serio y durante todo aquel tiempo había sabido que su hija estaba embarazada y no le había dicho nada?
La noche era fresca y despejada. Nicole estaba sentada en los escalones del porche, mirando las estrellas. Estaba inquieta, y sabía cuál era la causa. Jesse. Echaba de menos a su hermana.
Raoul salió al porche.
– ¿Estás bien? -se interesó-. Llevas mucho tiempo aquí fuera.
Ella sonrió.
– Yo soy la adulta. Yo soy la que debe preocuparse por ti.
– Últimamente estás muy callada.
– Estoy pensando en Jesse.
Raoul sabía, a grandes rasgos, lo ocurrido.
– ¿Sigues sin tener noticias suyas?
– Ni una palabra. No va a ponerse en contacto conmigo, ¿por qué iba a hacerlo? Le dejé bien claro que quería que se marchara.
– ¿Y no querías?
– No sé lo que quería. Supongo que quería que fuera distinta.
– ¿Por qué no vas a buscarla?
– He pensado en ello, pero no sé qué hacer. Creo que estaría bien que viera lo que es la vida por sí misma, pero después me acuerdo de que es mi hermana pequeña y está embarazada, y que quizá sea demasiado duro para ella.