– Como quedarse embarazada a los diecisiete años. Aunque no creo que eso pueda suceder otra vez, de momento.
– ¿Qué quieres decir?
– No vas a salir con Raoul durante un tiempo.
Ella lo atravesó con la mirada.
– No puedes obligarme a romper con él. Es mi novio, y lo quiero.
– Estoy seguro de que sí, pero esto no tiene nada que ver con él. Esto tiene que ver contigo. Te escapaste de casa y te hiciste un carné de identidad falso. Siempre he confiado en ti y te he dado mucha libertad. Es evidente que no eres lo suficientemente madura como para manejarla.
– ¿Qué?
Hawk se puso en pie.
– Estás castigada, Brittany. No vas a salir con nadie durante una temporada. Irás al instituto y después vendrás conmigo a mi oficina, a hacer los deberes, hasta que yo pueda irme.
– Eso es una locura. Me iré a casa en mi coche.
– Voy a confiscarte el coche.
– ¿Qué? ¡No puedes hacer eso! ¡Papá, no!
– Nada de coche durante un mes. Estás castigada seis semanas. Las últimas dos semanas serán para poner a prueba tu capacidad de ser responsable. Si no puedes serlo, perderás el coche completamente hasta que tengas dieciocho años. Por ahora voy a permitir que conserves el teléfono móvil e Internet, pero esos son privilegios. También puedo retirártelos.
Ella lo miró con odio.
– No puedes hacer esto.
– Puedo, y lo he hecho.
– No es justo. No ha sido para tanto.
– Ha sido para tanto y para más. Me preocupé mucho por cómo te sentías después de que muriera tu madre. Quería que las cosas fueran más fáciles para ti, y te las puse demasiado fáciles. Eres una caprichosa, Brittany, y si las cosas no cambian, te vas a convertir en una persona que no le gustará a nadie. No quiero eso. Quiero sentirme orgulloso de ti otra vez.
Ella se echó a llorar de nuevo.
– Papá, no. No puedes hacer esto. No puedes tratarme como a una niña.
– Te estás comportando como tal.
– Es injusto. Te odio.
– En este momento, tú tampoco eres mi persona preferida. Te quiero, Brittany, pero has cruzado todos los límites.
Ella se dio la vuelta y salió corriendo escaleras arriba. Después se oyó el sonido de un portazo. Cuando hubo silencio, él se apoyó contra la mesa y se preguntó cómo demonios iba a superar el mes que se avecinaba. Iba a ser una lucha ardua, pero debería haber hecho aquello años atrás. Si tenía suerte, conseguiría corregir a su hija antes de que echara a perder su futuro.
Entró en su despacho, pero no podía sentarse. Estaba demasiado inquieto. Había algo que todavía estaba mal, y no sabía qué era. Brittany había vuelto y él se había comportado como un padre de verdad. Todo iba a mejor. ¿Qué…?
Nicole, pensó. Tenía que hablar con Nicole. Se habían peleado, y él le había hecho daño. Ella sólo le estaba diciendo la verdad, diciéndole algo que debía oír. Él lo respetaba, y la echaba de menos.
Subió las escaleras, tocó suavemente la puerta de su hija y le dijo que se iba a ver a Nicole.
– ¿Te vas? -preguntó ella a través de la puerta-. ¿Ahora, después de destrozarme la vida?
Era bueno saber que Brittany no había perdido su vena dramática.
– Sólo quería que supieras que me marcho. Me llevo las llaves de tu coche, así que no creas que vas a poder escaparte. Espero que te quedes en tu habitación pensando en todo lo que has hecho mal.
– ¡Te odio! -gritó Brittany.
Hawk no respondió y bajó las escaleras hacia la calle.
Cuando Raoul entró por la puerta, Nicole lo abrazó con fuerza, y después le dio un golpe suave en la nuca con la palma de la mano.
– No vuelvas a escaparte. Me has asustado.
– Lo sé. Lo siento mucho.
– Sheila te ha echado de menos. He tenido que explicarle dónde estabas. No voy a volver a cubrirte.
– No será necesario.
Se sonrieron el uno al otro. Nicole se sentía como si se hubiera quitado un gran peso de encima.
– Ve a deshacer la bolsa. Si tienes suerte, haré la cena más tarde.
– Me encantaría.
Nicole lo observó mientras subía las escaleras. La vida sería mucho más fácil si dejara de salir con Brittany, pero dudaba que su suerte fuera tan buena. Suponía que era cuestión de tiempo que apareciera la hija de Hawk, así que lo mejor sería que cocinara para tres.
Entró a la cocina, pero tuvo que volver al vestíbulo porque sonó el timbre. Esperaba ver a Brittany en el umbral, pero en vez de eso, se encontró frente a Drew.
Esa no era la manera en que quería pasar la tarde.
– Hola, Nicole -dijo él-. ¿Te importaría que pasara un minuto?
Su primera reacción fue decir que no. No estaba de humor para sus rabietas. Sin embargo, seguramente sería más rápido dejar que dijera lo que quisiera y después decirle que se largara.
Se hizo a un lado para dejarlo pasar. Él cerró la puerta y sonrió tímidamente.
– Estás muy guapa -dijo, metiéndose las manos en los bolsillos-. Mejor que guapa. Estupenda, realmente estupenda.
– ¿Es por dinero? -preguntó ella-. ¿Necesitas un préstamo?
– No, no es por dinero. Es por… -Drew la miró a los ojos-. Lo siento. He venido a decirte que me equivoqué en todo. Te hice daño. Tú fuiste muy buena conmigo, Nicole. Nunca te aprecié como debía. Siento lo que ocurrió con Jesse. Yo fui el responsable.
Ella pensó que debía de estar drogado. Después se le ocurrió que algún alienígena lo había abducido.
– No sé qué decir -admitió.
– Entonces deja que hable yo. Todavía te quiero, Nicole. Nunca he dejado de quererte. Sé que insinuarme a Jesse de ese modo estuvo muy mal. Fui un idiota, y estaba muy confundido. Ahora tengo la cabeza clara, y sé lo que quiero. Te quiero a ti. Quiero que volvamos a estar juntos, como antes.
Por fin, una disculpa. Él estaba aceptando la responsabilidad. Aunque ella se lo agradecía, sabía que era demasiado tarde.
– El divorcio será definitivo dentro de dos semanas -dijo ella.
– Podemos casarnos otra vez. Será genial.
Ella lo observó, sus ojos azules, su sonrisa. Una vez, había hecho todo lo posible por convencerse de que era el hombre de su vida.
– ¿Por qué? -preguntó con curiosidad-. ¿Por qué quieres estar conmigo?
Él frunció el ceño.
– Porque te quiero.
– ¿Te gusto?
– Claro.
– ¿Qué es lo que te gusta de mí?
– No lo entiendo.
Nicole se encogió de hombros.
– No tenemos mucho en común. A ti te gusta salir de fiesta, y a mí me gusta quedarme en casa. A ti nunca te gustó que yo trabajara en la pastelería. A mí no me caen bien tus amigos. No tenemos mucho en común, Drew.
Él miró al suelo, y después a ella.
– Cuando estoy contigo es cuando mejor me siento.
Lo cual era amable, y dulce, pero revelaba una personalidad egocéntrica.
– Quizá tengas que intentar estar bien solo.
– Pero…
– Drew, tú en realidad no me quieres. No estoy segura de que te guste tanto. No eras feliz estando casado conmigo, ¿a que no?
Él negó lentamente con la cabeza.
– No estamos enamorados. Se ha terminado. Creo que tienes que buscar a alguien a quien le gusten las mismas cosas que a ti, que te entienda.
– Supongo que sí -dijo él-. Pero me querías, ya sabes, antes, ¿verdad?
– Te quería -mintió. No tenía ningún sentido hacer daño a Drew.
– Bueno, eso es algo -dijo él, y sonrió-. Será mejor que me vaya.
Ella abrió la puerta.
– Adiós, Drew.
Él le dio un beso en la mejilla.
– Adiós, Nicole.
Y después, se fue.
Ella se apoyó contra la puerta. La vida era interesante.
Acababa de llegar al centro del salón cuando volvieron a llamar. Nicole suspiró. Iba a tener que volverse mala. No quería herir a Drew, pero la situación estaba escapando de su control.