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Nicole se echó a reír.

– No nos los vamos a comer todos. Te dejaremos muchos.

Hawk y ella compartieron una de aquellas miradas íntimas de las parejas que se conocían y estaban seguras de su amor, y después, él se marchó.

Nicole y Claire se sentaron a la mesa. Jesse se unió a ellas y abrió la caja.

– Tengo tres clases de brownies -dijo Jesse-. De chocolate, de chocolate con nueces y de chocolate con mantequilla de cacahuete.

– ¿Y son recetas tuyas? -preguntó Nicole.

Jesse tuvo que reprimir el impulso de dar una respuesta airada.

– Sí. Las he desarrollado yo. Tengo anotaciones del proceso, para poder comprobar su evolución.

Detestaba tener que dar explicaciones, que Nicole no confiara en ella, pero así era su hermana. Nicole nunca le perdonaría que hubiera vendido por Internet la famosa tarta de chocolate Keyes, cinco años atrás.

Nicole tomó un brownie de cada clase. Claire hizo lo mismo y se rió.

– No soy ninguna experta -dijo-. ¿Será suficiente si digo que me gustan?

– Para mí sí -dijo Jesse, y contuvo la respiración mientras Nicole mordía el bizcocho.

Nicole masticó y tragó sin decir nada. Se levantó y llenó un vaso de agua, tomó un sorbo, volvió a la mesa y probó de nuevo.

Comió despacio, con atención. Degustó cada uno de los brownies tres veces antes de terminar su vaso de agua. Después se volvió hacia Claire.

– ¿Qué te parecen? -le preguntó.

– Son increíbles. Son dulces y ricos, pero sin llegar a ser empalagosos. Normalmente, a mí no me gusta demasiado la combinación de chocolate y mantequilla de cacahuete, pero incluso esos son deliciosos.

Jesse no se relajó. A Nicole no iba a importarle lo que pensara Claire.

Nicole apartó los brownies.

– Son buenos. Los vendería en la pastelería.

Jesse exhaló.

– ¿Los tres sabores?

Nicole asintió.

El alivio fue instantáneo y dulce.

– Estupendo. ¿Y ahora qué?

Claire se levantó.

– Os dejaré para que habléis de negocios. Estaré en el jardín, con los niños -dijo, y le dio una palmadita a Jesse en el hombro al pasar.

Nicole se apoyó en el respaldo de la silla.

– ¿Qué quieres? El otro día me dijiste que quieres recuperar tu sitio. ¿Es cierto?

– Sí. Quiero trabajar para ti durante seis meses -dijo Jesse, pensándolo mientras hablaba-. Después de eso, hablaremos sobre si nos convertimos en socias. Durante esos seis meses, tendrás la receta de los brownies. Si las cosas no marchan bien, me los llevaré.

– ¿Para venderlos en otro sitio? No. Si te vas, los brownies se quedan, pero te pagaré las recetas.

A Jesse no le gustó aquella idea, pero entendía la preocupación de Nicole. No quería vender algo durante seis meses en la pastelería, para luego dejar de hacerlo y perder clientes.

Antes de que pudiera responder, Nicole dijo:

– También puedo comprarte tu parte del negocio. Ahora tienes más de veinticinco años. Puedo pedir un préstamo y darte el dinero por la mitad de la pastelería.

– No. Quiero que esto funcione -le dijo a su hermana-. Por eso estoy aquí.

– Me cuesta creer eso -admitió Nicole-, pero eres diferente. Es obvio.

– No me importa lo que tenga que hacer en la pastelería. Tú siempre necesitas ayuda extra. Yo te la daré. No quiero decir que tenga que estar a cargo de las cosas, tú sigues siendo la jefa.

– Una idea interesante. Desde que tuve a las gemelas me está resultando difícil ir mucho a la pastelería. Precisamente, necesito a alguien que la dirija. ¿Tienes experiencia en la dirección?

– He estado llevando un bar.

Nicole abrió unos ojos como platos.

– Estás de broma.

– No. Fui ascendiendo desde el puesto de camarera. Atendía las mesas y dirigía el local unas cuantas noches a la semana. He gestionado a los empleados y me las he visto con los clientes borrachos. Supongo que la gente que entre a tomar café y a comprar bollería y pasteles será más fácil. Además, tengo un graduado en empresariales.

– ¿Fuiste a la universidad?

– Por las mañanas. Trabajaba por la noche y hacía los deberes cuando podía.

– ¿Y Gabe?

– También lo he criado.

– Has estado muy ocupada.

Jesse asintió. Sintió un poco de orgullo, y también de satisfacción, al ver que su hermana estaba impresionada. Pese a lo que creyera Nicole, a ella le importaba lo que pensara su hermana. Por eso estaba dispuesta a acabar con aquel momento de conexión, diciendo:

– Tenemos que hablar sobre Drew.

– No, no tenemos por qué -respondió Nicole con tirantez.

– Muy bien. Tú puedes escuchar sólo, si quieres. No me acosté con él. Nunca me acosté con él, ni tuve nada que se pareciera a una relación inapropiada con él -Jesse hablaba rápidamente, por miedo a que Nicole se levantara y se fuera-. Solíamos hablar, nada más. Él escuchaba, y yo tenía mucho que decir. Una noche… -Jesse tomó aire-. Una noche, yo estaba muy alterada. Había encontrado un anillo de compromiso mientras ayudaba a Matt a deshacer su equipaje. Sabía que iba a pedirme que me casara con él. Yo lo quería muchísimo, pero estaba aterrorizada. Tenía mucho miedo de estropearlo todo. Nunca había tenido una relación de verdad, y no sabía si podía tenerla con Matt. Lo deseaba, pero siempre me las había arreglado para estropear todo lo bueno que tenía en la vida. No quería fastidiar las cosas con él.

Nicole hizo amago de ponerse en pie. Jesse le puso una mano en el brazo.

– Tienes que escucharme.

– No quiero oír eso.

– Yo necesito contártelo.

Nicole volvió a sentarse y se cruzó de brazos.

– Continúa.

– Yo estaba llorando. Drew se sentó en la cama y me dijo que no podía cambiar quién era. Que yo nunca podría conformarme con un solo hombre, y que las chicas como yo no podíamos sentar la cabeza.

Jesse tuvo que tragar saliva para intentar aliviar la tensión que sentía en la garganta.

– Yo me quedé aturdida, sin saber si tenía razón. No quería hacerle daño a Matt, y quizá no me lo mereciera.

Cerró los ojos, llena de vergüenza. Sentía vergüenza porque alguien pudiera pensar que valía tan poco.

– Entonces, Drew me besó, y yo le dejé, porque siempre había usado a los hombres para sentirme mejor. ¿Por qué iba a ser aquello distinto? Entonces, él me quitó la camiseta y me acarició, y yo salí de mi estupor. Sabía que no quería a nadie más que a Matt. Que había cambiado. Y comencé a empujarlo. Entonces fue cuando tú entraste en la habitación -susurró-. Drew se levantó de un salto y gritó que yo lo había provocado todo. Yo sabía que tú te lo ibas a creer.

Abrió los ojos. Nicole la estaba mirando, pero Jesse no podía descifrar su expresión. ¿La creía su hermana?, ¿la odiaba todavía?

– No me acosté con él -repitió Jesse-. No ocurrió nada, y no porque nos interrumpieras.

– Quiero creerte -dijo Nicole-. Por muchas razones.

– Pero no me crees.

– No estoy segura.

Jesse no debería sentirse sorprendida.

– No puedo darte ninguna prueba. Algunas veces hay que tener fe. Yo estropeé las cosas muchas veces, Nicole, lo sé. Pero nunca hice nada, deliberadamente, que pudiera hacerte daño.

Nicole la observó sin decir nada.

Jesse lo había intentado, y seguiría intentándolo, pero en aquel momento estaba muy cansada.

– Iré a la pastelería mañana por la mañana -dijo mientras se ponía en pie-. Ya sabes cómo ponerte en contacto conmigo si necesitas algo antes de entonces.

Nicole asintió.

Jesse salió sin mirar atrás.

Había vuelto a casa con grandes esperanzas y muchos sueños. Hasta el momento, ninguno de ellos se había hecho realidad, pero no estaba dispuesta a rendirse. Ya había recorrido mucho camino, e iba a seguir hacia delante hasta que todo se arreglara. Durante los cinco años anteriores había aprendido a ser fuerte, y a luchar por lo que necesitaba. No tenía miedo del trabajo duro ni de los retos. Era una superviviente.