Выбрать главу

Hubo una pausa, y después él la dejó asombrada al decirle:

– ¿Por qué no vienes a mi despacho y despotricas en persona?

– ¿De verdad? ¿Ahora?

– Claro. ¿Dónde estás?

– En la pastelería.

– Ven a la oficina. Pediré que nos traigan la comida. Puedes llamarle a tu hermana todo lo que quieras, y yo estaré de acuerdo.

Pese a todo, ella sonrió.

– Me gustaría.

Treinta minutos después, aparcó y entró en el edificio que albergaba la empresa de Matt. Miró las oficinas, y se dio cuenta de que cuanto más se acercaban hacia el final, más grandes eran. Al fondo del pasillo, torció hacia la izquierda y vio a una mujer de unos cincuenta años sentada en un escritorio.

– Tú debes de ser Jesse -dijo la mujer-. Yo soy Diane. Matt te está esperando.

– Hola -dijo Jesse, preguntándose si aquélla era la mujer que le decía a Matt lo que tenía que hacer.

Diane entró en el despacho de Matt.

– Ha llegado Jesse -anunció.

– Gracias, Diane. Diles que reserven la comida hasta que la pidamos.

Diane sonrió a Jesse, salió del despacho y cerró la puerta.

– Parece que Nicole está haciéndotelo pasar mal -le dijo él, a modo de saludo.

– Debería irme -murmuró Jesse.

– No. Ya estás aquí. Siéntate -dijo Matt, y la guió hasta un sofá junto al gran ventanal con vistas-. Vamos, cuéntame -le pidió, acomodándose al otro lado del sofá y mirándola fijamente.

Ella se echó a reír.

– Eres un hombre, Matt. Tú no hablas. Tú arreglas el problema, conquistas a tus enemigos y te vas a celebrarlo con una gran juerga.

– Soy más evolucionado que eso, y nunca me voy de juerga. Ahora, habla.

– Yo… -comenzó Jesse, y suspiró-. No sé por qué se molestó Nicole en dejar que comenzara a trabajar de nuevo en la pastelería. Sólo está esperando a que fracase. No hace nada por ayudar a lanzar los brownies, y boicotea todo lo que quiero hacer.

– Tú eres propietaria también, ¿no? ¿No puedes obligarla a hacer lo que tú quieres?

Jesse se encogió de hombros.

– Ya he intentado utilizar ese argumento, y a ella no le gustó mucho. No estoy pidiendo que me dé un trato especial, sólo quiero que los brownies tengan una oportunidad. Que ella no espere siempre lo peor. Hace cinco años, pero no ha superado nada de lo que ocurrió. Yo he cambiado, pero ella no se da cuenta.

Entonces miró a Matt, sus ojos oscuros y su boca familiar, que ahora besaba de un modo tan diferente.

– Supongo que los dos tenéis eso en común.

– Yo sé que has cambiado -dijo él.

– Pues no lo parece. Yo no te engañé, Matt. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo, cuántas veces tengo que explicarme? -preguntó y, de repente, se puso en pie-. ¿Sabes una cosa? Estoy cansada de todo esto. Estoy cansada de ella, y de ti, y los dos podéis iros al infierno.

Él se levantó también.

– ¿Te sientes mejor?

– Un poco. Estoy verdaderamente enfadada.

– ¿De veras? No me había enterado, con todo lo que has dicho.

Sin querer, a pesar de todo lo que estaba sucediendo, ella sonrió. Después se echó a reír.

– Demonios, Matt, no estoy de broma.

– Yo tampoco -dijo él, y le señaló el sofá-. ¿Quieres que nos sentemos otra vez?

Ella se sentó.

– Lo siento. Estoy un poco nerviosa.

– Jesse, tú sabías que ibas a volver. Lo supiste durante un tiempo. Has tenido ocasión de hacer planes, de pensarlo todo. Sabes lo que quieres y cómo vas a conseguirlo. Nosotros no tenemos esa ventaja. Apareces aquí sin avisar, y esperas que Nicole y yo nos pongamos tan contentos. Todavía estamos intentando asimilarlo.

Aunque no quisiera, Jesse tuvo que admitir que tenía razón.

– No me gusta que uses la lógica contra mí.

– Lo siento. Es lo único que tengo -dijo, y la miró fijamente-. Estoy muy enfadado por lo de Gabe. Sé que me dijiste que estabas embarazada, pero sabías que yo no te creí. Y ya nunca intentaste ponerte en contacto conmigo otra vez. No te molestaste en avisarme cuando nació. ¿Qué pasa con eso?

¿Y ahora era ella la mala? Jesse se puso en pie de nuevo.

– ¿Y qué pasa con todas las cosas que me dijiste? ¿No me dijiste que no te importaba que el niño fuera tuyo?

Él se levantó.

– Me equivoqué, pero tú también. Sabías que Gabe era mío. Tendrías que haberlo intentado más veces.

– Y tú no me habrías escuchado.

– Nunca podremos saber lo que habría hecho.

Ella lo miró durante un largo instante. Se había quedado avergonzada.

– Matt -susurró, luchando por contener las lágrimas-. Lo siento. Me hiciste tanto daño…

– Lo sé. Lo siento. No sabes cuánto me arrepiento de lo que dije.

Matt la observó. Dios, era muy guapa. Eso no había cambiado, o sí: había mejorado con el tiempo. Era la mujer más sexy que él había conocido en su vida.

Se acercó a ella, y al sentir su vulnerabilidad, fue casi como si pensara de verdad todo lo que había dicho. Aunque no iba a permitirse olvidar lo que ella había hecho.

– Me estás confundiendo -admitió Jesse.

Él le acarició el labio inferior con el pulgar.

– Es parte de mi encanto.

– Siempre fuiste encantador.

– Sólo era un bicho raro, y un loco de los ordenadores que vivía con su madre.

Jesse sonrió.

– Yo nunca te vi así.

Eso era cierto, pensó Matt, al recordar lo fácilmente que lo había ayudado. Jesse lo había cambiado todo y, mientras lo hacía, él se había enamorado de ella. Se había quedado asombrado cuando Jesse había admitido que sentía algo por él. Todavía recordaba aquella sensación de victoria. Había conseguido a la chica, a la única chica que le importaba.

Pero ya no era el mismo tonto de antes. Ya nadie le importaba. Él no se lo permitía.

Y sólo para asegurarse de que no olvidaba, besó a Jesse. La acarició con los labios para comprobar hasta dónde le permitiría llegar. La abrazó y la estrechó contra sí, y le acarició la espalda y las caderas mientras hacía más profundo aquel beso.

A los pocos segundos, estaba excitado y sólo podía pensar en hacer el amor allí mismo, en su despacho. Notaba su boca caliente contra la de él, dócil, generosa. Se dio cuenta de que quería algo más que sexo, de que quería más que hacer el amor. Quería hacerla suya y marcarla, y que ella perdiera el control entre sus brazos. Quería oír aquel suspiro entrecortado de satisfacción perfecta.

La necesidad se hizo insoportable. Deseaba a Jesse como siempre la había deseado, en cuerpo y alma. Para siempre. En aquel momento, supo que podría olvidar su promesa de venganza si…

Se separaron. Matt quería pensar que había sido él quien había interrumpido el beso, pero no estaba seguro. Quizá hubiera sido ella, que se había dado cuenta del peligro de aquel deseo fuera de control. Jesse comenzó a hablar, pero después negó con la cabeza y se dio la vuelta. Unos segundos después se había marchado.

Cuando él se quedó a solas, continuó de pie en el centro del despacho, con la respiración acelerada y el cuerpo ardiendo, como cinco años atrás.

La partida se había puesto interesante. Había una nueva dimensión en aquel juego, una dimensión peligrosa. Se había dado cuenta de que Jesse todavía tenía poder sobre él; iba a tener que ser muy cuidadoso y asegurarse de que no lo averiguara y lo usara nunca contra él.

Lo que no podía admitir, ni siquiera ante sí mismo, era que ya no se trataba de un juego. Quizá fuera otra cosa completamente distinta.

Capítulo Diez

Cinco años atrás…

El vestíbulo del hotel parecía sacado de una película antigua. Al ver la madera oscura que había por todas partes, las antigüedades y el aire de elegancia de aquel espacio, Jesse lamentó no haberse puesto otra cosa que unos vaqueros y un jersey. Se sentía como si hubiera debido llevar vestido y zapatos de tacón. También se sentía demasiado joven, asustada y fuera de lugar.