– Quería hablar contigo desde hace tiempo.
Jesse se estremeció por dentro. Que Paula quisiera hablar con ella no podía ser bueno.
– Esto no va a durar -dijo Paula rotundamente-. Sé que suena duro, pero es cierto, y cuanto antes lo aceptes, mejor para ti.
– Me lo dice porque está muy preocupada por mí.
– Estoy preocupada -reconoció Paula-. Aunque no espero que me creas.
– Oh, claro.
Paula prosiguió:
– Matthew es un hombre muy especial. Estoy segura de que tú te has dado cuenta. Seguro que estás con él por eso, y por su dinero.
Jesse pasó por alto la pulla sobre el dinero. Ella no lo sabía cuando había conocido a Matt, pero de todos modos, no le importaba. Sin embargo, Paula no iba a creerla, así que no era necesario intentar convencerla.
– Es un chico sincero y ve lo mejor en los demás -dijo la otra mujer-. Los ve tal y como quiere que sean, no como son en realidad.
Paula se acercó a la cocina, miró al interior y después se giró de nuevo hacia Jesse.
– Yo era un poco como tú. Tengo un pasado. No te lo voy a contar, pero he pasado por ciertas cosas. Sé lo que eres, Jesse. Estás intentando progresar socialmente, y ves a Matt como un medio para conseguirlo. Seguro que te importa, pero él está completamente fuera de tu alcance, y que se dé cuenta sólo es cuestión de tiempo. Pronto verá que puede aspirar a algo mucho mejor y se marchará. Tú no eres lo suficientemente buena.
Jesse se dijo que Paula estaba enfadada y amargada, y que sus palabras no eran ciertas. Sin embargo, le hacía daño oírlas.
– Está equivocada -dijo con calma-. En todo.
– ¿De veras? No lo creo. No duraréis más de seis meses. Admito que estoy un poco enfadada contigo por haberte llevado a Matt. No me importaría vengarme, pero no voy a tomarme la molestia. ¿Sabes por qué? Porque tú desaparecerás y yo seguiré aquí. Y cuando Matt encuentre a la chica adecuada, se casará con ella.
Paula sonrió con tirantez y se marchó.
Jesse se dejó caer sobre el sofá e hizo todo lo posible por no echarse a llorar.
– Vieja estúpida -murmuró.
Paula estaba intentando alejarla de Matt. Estaba intentando que ella dudara de él para que hiciera algo estúpido. Pero eso no iba a suceder. Ella era fuerte, más fuerte de lo que Paula podía imaginar. Matt y ella no iban a romper. Se querían, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por proteger su relación.
Una vez decidido aquello, subió las escaleras para deshacer las cajas que Matt había llevado de casa de su madre. Comenzó a colocar la ropa en los armarios. Durante todo el tiempo que estuvo trabajando, intentó no pensar en lo que le había dicho Paula. Aquello no tenía importancia.
Sin embargo, estaba asustada porque la madre de Matt había dicho algo que era cierto. Matt estaba muy por encima de sus posibilidades. Estar con alguien como él, bueno, cariñoso y considerado, la aterrorizaba. Lo quería tanto que estaba desesperada por no cometer ningún error. Ojalá pudiera quitarse de encima aquella sensación de que iba a estropearlo todo.
Acercó otra de las cajas de Matt al armario. Estaba llena de camisas. Al sacarlas para colgarlas en las perchas, algo cayó al suelo. Jesse se inclinó para recogerlo, y se quedó asombrada al ver una cajita azul claro. Era una cajita de Tiffany's.
Se le aceleró el corazón. Se quedó inmóvil, pero de repente le fallaron las rodillas y tuvo que sentarse en la alfombra.
Tal vez fueran unos pendientes. Quizá fueran un regalo de agradecimiento por haberlo ayudado en la mudanza. También podía ser algo para su madre, aunque lo dudaba. Matt estaba en malas relaciones con Paula desde hacía semanas. O podía ser otra cosa. Un anillo de compromiso.
Debería guardar la caja de nuevo y dejar de colgar aquellas camisas. Debería fingir que no había encontrado nada y limitarse a ver qué iba a ocurrir, pero no podía. Tenía que saberlo.
Con dedos temblorosos, tomó la cajita y la abrió. Dentro, sobre el raso blanco, había un anillo con un brillante maravilloso; era la joya más bonita que ella había visto en su vida. El anillo de compromiso perfecto.
Matt quería casarse con ella.
La quería. La quería de verdad. Creía en ella, y confiaba en ella, y quería pasar su vida con ella. ¿Cómo era posible?
– Me quiere -susurró mientras cerraba la cajita-. Me quiere.
Lo maravilloso de aquel momento le cortó la respiración. Sintió esperanza y vio un futuro lleno de posibilidades. Siempre y cuando Matt creyera en ella, ella podía creer en sí misma. Quizá pudiera volver a la universidad y conseguir su graduado en Ciencias Empresariales. Quizá consiguiera que el trabajo en la pastelería, con Nicole, fuera bien. Quizá su vida dejara de apestar. Quizá su pasado fuera perdonado.
Se puso en pie y, cuidadosamente, dejó la cajita entre las camisas. Después metió la caja de vuelta con las demás en el armario, cerró la puerta y bajó las escaleras. Colocaría el resto de la casa, pero iba a dejar el dormitorio intacto. No quería que él supiera que había encontrado el anillo. Iba a esperar a que se lo diera, y entonces le diría que sí.
Jesse estaba sentada en su cama, en casa de Nicole. Suspiró.
– Estoy muy asustada -le dijo a Drew, el marido de Nicole-. Matt me quiere de verdad.
– Eso es lo que tú querías.
– Ya lo sé, pero es difícil de explicar. Creo que no soy lo suficientemente buena para él. Tengo mucho miedo a estropearlo todo.
Jesse nunca había entendido por qué habían empezado a salir Nicole y Drew, y mucho menos por qué se habían casado, pero había sucedido. Aunque Drew no era muy listo, siempre estaba dispuesto a escuchar, cosa que ella agradecía. Aparte de Matt, no tenía a nadie más con quien hablar. No podía hablar con Nicole, que siempre se estaba quejando de ella.
– Él sabe todo lo peor de mí -continuó-. Sabe la verdad, pero no le importa. Increíble, pero cierto.
– Pues sé feliz -dijo Drew.
Aquéllas eran las palabras más adecuadas, pero él tenía algo extraño. Su lenguaje corporal, o quizá la intensidad de su expresión.
Jesse lo miró fijamente.
– ¿Qué te pasa esta noche? Te estás comportando de un modo raro. Inconexo.
Él se levantó de la silla y se acercó a la cama.
– Quiero alegrarme por ti, Jess, pero…, vamos, ¿tú con un solo tipo? Te aburrirías en una semana. A ti te gusta la variedad, la conquista.
Aquellas palabras la sorprendieron.
– No me gusta eso. Yo quiero a Matt.
– O al menos, la idea que tienes de él.
– ¿Qué? No. Te equivocas. Lo quiero.
– No creo -dijo Drew, y se acercó más.
Se acercó demasiado, pensó Jesse, apartándose. Drew llevaba meses entrando a su habitación para hablar, pero aquélla era la primera vez que ella se sentía incómoda.
– Quizá deberías… eh… ir a ver qué hace Nicole -dijo, intentando sonreír. ¿Qué le ocurría? Drew se sentó en su cama. Era Drew. Eran amigos. Sin embargo, tenía algo en los ojos…
– Eres muy guapa. ¿Te lo había dicho alguna vez?
Jesse se quedó paralizada. Apenas podía respirar. ¿Estaba borracho? Que ella supiera, Drew no tomaba drogas, pero quizá eso hubiera cambiado. Se acercó a ella y le puso la mano en el brazo.
– Muy guapa. Te pareces mucho a Nicole. Con el pelo largo y rubio, y los ojos azules. Pero tú eres más suave, más accesible. Eres el tipo de chica del que se enamoran los hombres. Vamos, admítelo. A ti te gusta que te presten atención.
¿Tenía razón? Claro, ella había usado el sexo y a los hombres para sentirse bien consigo misma, pero ya no. Tenía a Matt, que la quería y deseaba casarse con ella.
– ¿El mismo tipo para siempre? -le preguntó Drew mientras se inclinaba y la besaba-. De ninguna manera. Sería una pérdida.
La mente de Jesse explotó en un grito agudo, pero ella no pudo emitir el sonido. Era como si hubiera salido de su cuerpo y estuviera observándolo todo desde fuera. Se veía cada vez más rígida mientras él la besaba. Quizá tuviera razón. Quizá ella no pudiera ser fiel. Quizá…