Выбрать главу

– Muy mal -dijo él-. Como yo me sentí cuando te fuiste.

– Yo me fui porque tú nos rechazaste a mí y a tu hijo. Dejaste que me fuera porque pensabas lo peor de mí.

– ¿Y qué otra cosa podía hacer? -inquirió él, alzando la voz-. ¿Sabes cómo fue averiguar que me habías traicionado?

– Lo sé perfectamente.

Matt se quedó rígido.

– Es mejor tener razón, ¿verdad? -prosiguió ella-. Es mucho más incómodo ser el malo de la película. No vas a ganar en esto, Matt. No vas a poder convencerme de que no eres un canalla. Usaste todos los medios a tu alcance para que me enamorara de ti. Querías oírlo. En cuanto dije que te quería, llamaste a tu abogado y le dijiste que me entregara los documentos.

– Sí.

– Yo hablaba en serio. Te quería y confiaba en ti, y tú has usado todo eso para destruirme. Me has amenazado con quitarme a mi hijo. Puede que yo no te parezca gran cosa, pero no estoy sola. Haré lo necesario para que Gabe esté a salvo. Tú no vas a ganar. Todos los miembros de mi familia me han ofrecido dinero y voy a aceptarlo. Te aniquilaré en el juicio. No tienes ni idea de a qué te enfrentas.

Al menos, él podría haber fingido que se asustaba. Sin embargo, su expresión se volvió triste.

– Lo siento -le dijo.

Jesse no se esperaba aquella respuesta.

– ¿Y qué? Para mí eso no significa nada.

– Lo sé, pero es cierto. Quería vengarme y preparé la venganza. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando conocí a Gabe y comencé a estar contigo. No me di cuenta de que mi plan tenía un defecto: que iba a perder todo lo que era importante para mí, incluida tú. Si pudiera, lo borraría todo. No sólo lo de que hayas recibido los papeles, sino también haber involucrado a mi abogado.

Lo más patético de todo era lo mucho que ella deseaba creerlo.

– No voy a tragarme eso otra vez -le dijo, pero al hacerlo, notó una punzada de dolor.

– Lo sé. Lo he estropeado todo, Jesse. Lo sé -respondió Matt, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón-. No necesitas un abogado. No voy a intentar quitarte a Gabe. No quiero hacerte daño. Quiero que lo intentemos de nuevo.

Jesse se quedó mirándolo con asombro.

– ¿El qué? ¿Estar juntos? ¿Después de esto? Ni lo sueñes.

Él pasó por alto su respuesta.

– Quiero una relación de verdad contigo. Quiero ser el padre de Gabe. Quiero que seamos una familia.

– Eso es mentira. Alguien que quiere tener una relación no organiza la destrucción emocional de la otra persona. Si yo te importara de verdad, habrías abandonado tu plan, pero no lo hiciste. Después de que yo te dijera que te quería, llamaste a tu abogado. Lo que más te importa es la venganza. Yo no podría estar con alguien como tú.

– No lo dices en serio.

– Sí. Todas y cada una de las palabras.

– No puede ser -murmuró él-. Te quiero, Jesse.

– Tú no quieres a nadie más que a ti mismo. No sabes cómo querer. No sientes lo que ha pasado, sólo lamentas que te hayan pillado.

– No, Jesse. Eso no es cierto. No puedes alejarte de mí.

– Hace cinco años, te rogué que me creyeras cuando te dije que no había hecho nada malo. Sin embargo, tú no me escuchaste. Sólo te importaba el dolor que sentías. Lo más irónico es que yo no había hecho nada malo, pero tú no te molestaste en averiguar la verdad. Ahora he vuelto con la idea de que fuéramos una familia. No sabía que iba a sentir algo por ti. Pensaba que seríamos amigos y que tú serías el padre de Gabe. He hecho todo lo posible por compensarte los años que has perdido con tu hijo, y no he juzgado ninguno de tus actos. Tú sigues siendo el padre de Gabe y no voy a impedir que lo veas, pero lo que teníamos, lo que sentíamos, está muerto. No te voy a perdonar, ni voy a volver a confiar en ti, y si no fuera por el hecho de que tu hijo te echaría de menos, te diría que te fueras al infierno.

Jesse lo apartó de un empujón, entró en su coche y se alejó. Estaba orgullosa de sí misma por no perder el control, hasta que a un par de kilómetros de distancia tuvo que parar porque no veía a través de las lágrimas.

Capítulo Veinte

Jesse comprendió que había cometido un error en cuanto llegó a Starbucks. El establecimiento estaba en Woodinville, junto a Top Foods. Era un lugar cálido y alegre con muchos asientos. Ella nunca había estado en aquél, pero había pasado varias veces en coche por delante. El problema no era el lugar, sino los recuerdos. Matt y ella se habían conocido en un Starbucks. Quizá hubieran pasado cinco años, pero lo recordaba todo perfectamente. El aspecto de Matt, lo que él había dicho, y cómo lo había seguido y se había ofrecido, atrevidamente, a cambiarle la vida. Como si ella tuviera la respuesta mágica a todos los problemas.

Había aprendido mucho desde entonces. Sabía que era muy capaz de cometer un error, de malinterpretar una situación. No había magia, sólo la posibilidad de que alguien le pisoteara el corazón.

– Un poco dramática, ¿no? -murmuró mientras salía del coche y se acercaba al Starbucks. Quizá una forma de pensar un poco más racional fuera de ayuda.

Entró en el local y miró a su alrededor. No vio a Matt al principio, pero sabía que tenía que estar allí. Había visto su coche en el aparcamiento. Lo encontró sentado en una mesa de la terraza. Pidió un té helado y se acercó a él.

Matt alzó la vista y la vio. Tenía unas profundas ojeras, y la tirantez de su expresión hablaba de dolor y tristeza. Ella casi se sintió mal por él, pero «él» era el problema, tenía que seguir recordándoselo. Tenía que recordar cómo se sentía cada minuto del día, al mismo tiempo que se acordaba de lo que había creído que tenía y de lo que había perdido.

– Jesse -dijo él. Se puso en pie y retiró una silla para ella-. Gracias por acceder a reunirte conmigo.

– Tenemos mucho de lo que hablar.

Él esperó hasta que ella estuvo sentada. Siempre había tenido buenos modales, pensó Jesse. Eso era mérito de Paula.

– ¿Te has enterado de que el otro día comí con Gabe? -le preguntó.

– Me lo contó tu madre. Por eso he venido. Tenemos que acordar algún horario de visitas. Gabe disfruta contigo, y es importante que haya coherencia.

– Estoy de acuerdo. Aceptaré el horario que tú quieras. Buscaré tiempo para estar con el niño.

Su mirada parecía más de tristeza que de enfado.

– Jesse, lo siento muchísimo. Tomé lo que me dabas y lo pisoteé. Es lo más estúpido que he hecho en mi vida. Quiero compensaros a Gabe y a ti.

– ¿Cómo? -preguntó ella, que se sentía muy cansada-. No puedes enmendar lo que ha pasado, Matt. Mira, Gabe quiere tener un padre, y tú quieres serlo. Muy bien. Vamos a avanzar desde ahí. Lo verás, y tendrás una relación con él.

– Pero no contigo.

– No. Conmigo no -dijo ella, y agarró con fuerza la taza de té-. Ojalá pudiera ser distinto.

– Puede serlo -Matt se inclinó hacia ella-. Todo puede ser distinto. Recibiste los papeles en los que te notificaba que no voy a presentar la petición de custodia, ¿no? Por favor, dame una oportunidad. Deja que te muestre quién soy.

De repente, a Jesse comenzaron a arderle los ojos, y se puso en pie rápidamente.

– Ya sé quién eres y lo que eres. Ya no puedo confiar en ti, me lo has demostrado del modo más claro posible, así que deja de intentarlo. Dime cuál es el horario que mejor te viene para estar con Gabe y después podemos acordar los detalles de tus visitas.

Él se levantó también.

– Esto no es el final. No voy a rendirme. Te quiero.

– La gente que está enamorada no hace lo que hiciste tú, Matt. Envíame por correo electrónico el horario y te responderé en un par de días.

– Jesse, no. Habla conmigo. Tiene que haber algo más.