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– Me he distraído -susurró. Durante cinco años-. Pero ya estoy aquí.

– Eso es lo que importa. Y para que lo sepas, no pienso separarme de ti.

– ¿Me lo prometes?

– Sí, y puedes tomarme la palabra.

– Lo haré.

Él le estrechó la mano, y ambos se volvieron hacia el altar.

SUSAN MALLERY

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