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—Un tejido maravilloso —dijo Chani.

—¿Te ha dado Alia algún mensaje?

—Ningún mensaje. Pero el sietch está más calmado ahora que la gente ha empezado a aceptar el milagro de su condición.

¿Por qué continúa ganando tiempo?, se preguntó Chani. Se trata de algo tan urgente como para enviar un tóptero a buscarme. Entonces, ¿por qué todas estas formalidades?

—Debemos usar algo de este tejido para hacerle algunos vestidos al pequeño Leto —dijo Jessica.

—Como quieras, madre —dijo Chani. Bajó los ojos—. ¿Hay noticias de las batallas? —Mantuvo su rostro desprovisto de expresión para que Jessica no comprendiera sus auténticas razones… el hecho de que había formulado aquella pregunta únicamente para saber algo de Muad’Dib.

—Nuevas victorias —dijo Jessica—. Rabban ha hecho algunas cautelosas tentativas acerca de la posibilidad de una tregua. Sus mensajeros le han sido devueltos sin su agua. Rabban ha disminuido incluso las cargas en algunos de los poblados del sink. Pero ya es demasiado tarde. La gente sabe que lo hace porque nos tiene miedo.

—Entonces todo se desarrolla como había previsto Muad’Dib —dijo Chani. Miró fijamente a Jessica, intentando guardar su temor para ella misma. He pronunciado su nombre, pero ella no ha respondido. No puede leerse ninguna emoción en esa piedra helada que ella llama su rostro… pero está demasiado fría. ¿Por qué permanece tan inmóvil? ¿Qué le ha ocurrido a mi Usul?

—Me gustaría que estuviéramos en el sur —dijo Jessica—. Los oasis estaban tan maravillosos cuando nos fuimos. ¿No estás impaciente por ver el día en que todo el paisaje esté lleno de flores?

—El paisaje es hermoso, cierto —dijo Chani—. Pero también está lleno de tristeza.

—La tristeza es el precio de la victoria —dijo Jessica.

¿Me está preparando para la tristeza?, se preguntó Chani.

—Hay tantas mujeres sin hombre —dijo—. Hubo muchos celos cuando fui llamada al norte.

—Yo te he llamado —dijo Jessica.

Chani sintió que el corazón le martilleaba locamente. Hubiera deseado llevarse las manos a los oídos para no oír aquello que Jessica iba a decir. Sin embargo, consiguió decir con voz tranquila:

—El mensaje estaba firmado Muad’Dib.

—Lo firmé en presencia de sus lugartenientes —dijo Jessica —. Era un subterfugio necesario. —Y Jessica pensó: Es una mujer valiente la de mi Paul. Consigue mantener su compostura incluso cuando el terror la está invadiendo. Sí. Ella es la que necesitamos en estos momentos.

Hubo una imperceptible nota de resignación en la voz de Chani cuando dijo:

—Ahora puedes decirme lo que tiene que ser dicho.

—Tu presencia aquí era necesaria para ayudarme a revivir a Paul —dijo Jessica. Y pensó: ¡Ya está dicho! En la forma exactamente correcta. Revivir. Ella sabe así que Paul está vivo, pero al mismo tiempo sabe que hay peligro.

Chani necesitó tan sólo un instante para recuperar su calma.

—¿Qué es lo que debo hacer? —preguntó. Hubiera querido saltar hacia Jessica, sacudirla y gritar: ¡Llévame hasta él! Pero se mantuvo silenciosa, esperando la respuesta.

—Sospecho —dijo Jessica— que los Harkonnen han conseguido infiltrar un agente entre nosotros para envenenar a Paul. Es la única explicación posible. Es un veneno no usual. He examinado su sangre con los medios más sutiles sin conseguir detectarlo.

Chani se arrojó de rodillas.

—¿Veneno? ¿Acaso está sufriendo? Quizá yo…

—Está inconsciente —dijo Jessica—. Sus procesos vitales son tan lentos que solamente pueden ser detectados con las técnicas más refinadas. Tiemblo al pensar en lo que hubiera ocurrido si yo no hubiera estado aquí para descubrirlo. Para alguien no adiestrado parece muerto.

—Hay otras razones aparte de mi condición para que me hicieras llamar —dijo Chani—. Te conozco, Reverenda Madre. ¿Qué es lo que crees que yo puedo hacer y tú no?

Es valiente, encantadora y, ahhh, tan perspicaz, pensó Jessica. Hubiera podido ser una excelente Bene Gesserit.

—Chani —dijo Jessica—, te parecerá difícil de creer, pero no sé exactamente los motivos por los que te he llamado. Ha sido un instinto… una intuición. El pensamiento me ha venido en una forma clara: «Llama a Chani».

Por primera vez, Chani vio tristeza en la expresión de Jessica, un dolor no velado modificando aquella mirada introvertida.

—He hecho todo lo que podía, todo lo que sabía —dijo Jessica—. Todo… y ni siquiera puedes imaginar lo lejos que está este todo de lo que significa usualmente esta palabra. Sin embargo… he fracasado.

—Halleck, el viejo amigo —preguntó Chani—, ¿es posible que sea el traidor?

—Gurney no —dijo Jessica.

Aquellas dos palabras eran como toda una conversación, y Chani percibió como el eco de largas búsquedas; de pruebas… el recuerdo de antiguos fracasos que se ocultaban tras aquella concisa negación.

Chani se levantó, alisando las arrugas de sus ropas manchadas por el desierto.

—Llévame hasta él —dijo.

Jessica se alzó a su vez, dirigiéndose hacia los cortinajes que ocultaban la pared izquierda.

Chani la siguió, penetrando en algo que debía haber sido antes un almacén, cuyas paredes rocosas estaban cubiertas ahora por pesados tapices. Paul yacía sobre un lecho de campaña, junto a la pared opuesta. Un único globo suspendido sobre él iluminaba su rostro. Una manta negra le cubría hasta el pecho, dejando al descubierto sus brazos apoyados a lo largo de su cuerpo. Debajo parecía estar desnudo. La piel descubierta era como cera, rígida. No se apreciaba en él el menor movimiento.

Chani controló su deseo de precipitarse hacia él, de abrazar convulsivamente aquel cuerpo. Sus pensamientos, en cambio, corrieron hacia su hijo… Leto. Y en aquel instante se dio cuenta de que Jessica había vivido ya en otra ocasión una prueba como aquella… con su compañero amenazado de muerte y forzando a su mente a no pensar más que en la salvación de su joven hijo. Aquella revelación creó un fuerte lazo de unión entre ella y la madre de Paul, y Chani tendió su mano y tomó la de Jessica. El apretón fue casi doloroso en su intensidad.

—Está vivo —dijo Jessica—. Te aseguro que está vivo. Pero el hilo de su vida es tan delgado que es muy fácil que escape a cualquier detección. Algunos de los jefes murmuran ya que es la madre quien habla y no la Reverenda Madre, que mi hijo está realmente muerto y que me niego a entregar su agua a la tribu.

—¿Cuánto tiempo hace que está así? —preguntó Chani. Liberó su mano de la de Jessica y avanzó en la estancia.

—Tres semanas —dijo Jessica—. He pasado cerca de una semana intentando revivirlo. Ha habido reuniones, discusiones… investigaciones. Después te he llamado. Los Fedaykin obedecen mis órdenes, de otro modo no hubiera conseguido retrasar el… —se humedeció los labios y calló, observando a Chani mientras ésta se acercaba a Paul.

Chani se detuvo al lado de Paul, contemplando su rostro, la naciente barba, los párpados cerrados, las altas cejas, la afilada nariz… aquellos rasgos tan tranquilos en su rígido reposo.

—¿Cómo se nutre? —preguntó Chani.

—Las necesidades de su carne son tan reducidas que aún no ha necesitado alimentos —dijo Jessica.

—¿Cuánta gente sabe lo que ha ocurrido? —preguntó Chani.

—Sólo los consejeros personales, algunos jefes, los Fedaykin y, por supuesto, aquél que le haya administrado el veneno.

—¿Hay algún indicio de quién ha sido?

—No, y no es porque no lo hayamos investigado —dijo Jessica.

—¿Qué es lo que dicen los Fedaykin? —preguntó Chani.

—Creen que Paul está sumido en un trance sagrado, reuniendo sus santos poderes para las batallas finales. Es algo que yo misma he cultivado.