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El agua comenzó a recolectarse en las depresiones.

Y empezó a hacerse evidente a los Fremen que Kynes no era un hombre totalmente loco, tan sólo estaba lo suficientemente loco como para hacer de él un santo. Pertenecía al umma, la hermandad de los profetas. La sombra de Uliet fue elevada a los sadus, la multitud de los jueces divinos.

Kynes —el directo, el obsesionado Kynes— sabía que la investigación altamente organizada no era capaz de producir nada nuevo. Así que creó pequeñas unidades de experimentación con un regular intercambio de datos a fin de alcanzar rápidamente el efecto Tansley, pero con cada grupo siguiendo su propio camino. Así se acumularon millones de pequeños datos. Kynes se limitó a organizar algunos experimentos aislados y escasamente coordinados, a fin de que cada grupo pudiera evaluar el alcance efectivo de sus dificultades.

Muestras de los estratos profundos fueron extraídas por todo el bled. Fueron establecidos mapas detallados de las largas corrientes de tiempo llamadas climas. Se descubrió que en la inmensa franja delimitada entre los 70 grados de latitud norte y sur, las temperaturas a lo largo de millares de años nunca había oscilado más allá de los 154-332 grados (absolutos), y que en esta franja existían largas estaciones de germinación en las que las temperaturas medias se establecían entre los 284 a 302 grados absolutos: un auténtico paraíso para la vida terrestre… una vez resuelto el problema del agua.

¿Y cuándo será resuelto?, preguntaron los Fremen, ¿cuándo veremos a Arrakis transformado en un paraíso?

Del mismo modo que un maestro enseñando a un niño que le ha preguntado cuanto son 2 más 2, Kynes les respondió:

—Dentro de trescientos a quinientos años.

Un pueblo inferior hubiera gritado su desesperación. Pero los Fremen habían aprendido la paciencia a golpes de látigo. Aquel plazo les pareció más largo de lo que habían esperado, pero todos estaban convencidos de que el bendito día iba a llegar. Se apretaron más sus fajas y volvieron al trabajo. De alguna manera, la decepción había hecho mucho más concreto el concepto del paraíso.

El problema de Arrakis no era el agua, sino la humedad. Los animales domésticos eran casi desconocidos, el ganado raro. Algunos contrabandistas usaban un asno del desierto domesticado, el kulon, pero su precio en agua era elevado, incluso si se conseguía hacerle llevar una versión modificada de destiltraje.

Kynes pensó en instalar plantas reductoras que sintetizaran agua del hidrógeno y oxígeno presentes en las rocas nativas, pero el coste de la energía era demasiado alto. Los casquetes polares (que daban a los pyons una falsa impresión de seguridad acerca de su riqueza en agua) contenían demasiada poca para su proyecto… y Kynes sospechaba ya dónde se encontraba realmente el agua. Había aquel sensible aumento de la humedad a altitudes medias, y en ciertos vientos. Había aquel indicio de fundamental importancia que era la composición del aire: un 23 por ciento de oxígeno, un 75,4 por ciento de nitrógeno, y un 0,023 por ciento de anhídrido carbónico… con huellas de otras gases formando el resto.

Había una rara planta nativa que crecía por encima de los 2.500 metros en las zonas templadas del norte. Un tubo de dos metros de largo que contenía medio litro de agua. Y había las plantas del desierto terrestres: las más resistentes mostraban poder prosperar si eran plantadas en depresiones provistas de precipitadores de rocío.

Entonces, Kynes descubrió el pan de sal.

Su tóptero, volando entre dos estaciones alejadas en el bled, fue obligado a salirse de su curso a causa de una tormenta. Cuando la tormenta hubo pasado, allí estaba el pan: una enorme depresión ovalada extendiéndose a lo largo de casi trescientos kilómetros en su eje mayor… una cegadora sorpresa blanca en el ilimitado desierto. Kynes tomó tierra, y probó la lisa superficie limpiada por la tormenta.

Sal.

Ahora estaba seguro de ello.

Había habido agua a cielo abierto en Arrakis… antes. Comenzó a examinar de nuevo la evidencia de los pozos secos, donde aparecía un hilillo de agua para desvanecerse en seguida, y no volver a aparecer ya más.

Kynes puso inmediatamente al trabajo a sus nuevos limnólogos Fremen recién adiestrados: su indicio más importante, una especie de fragmentos de una materia parecida al cuero que se encontraba a menudo en una masa de especia después de su explosión. En las leyendas Fremen eran atribuidos a una imaginaria «trucha de arena». Los hechos, acumulándose, diseñaban una criatura que podía dar origen a aquellos fragmentos parecidos al cuero… una criatura que nadara en aquella arena aislando el agua en bolsas fértiles en el interior de los estratos porosos más bajos, en los limites inferiores de los 280 grados (absolutos).

Aquellos «ladrones de agua», morían por millones durante una explosión de especia. Una variación de temperatura de más de cinco grados bastaba para matarlos. Los pocos supervivientes entraban entonces en una semidurmiente quiste-hibernación para emerger seis años más tarde como pequeños (alrededor de tres metros de largo) gusanos de arena. Muy pocos de ellos conseguían entonces escapar a sus hermanos mayores y a las bolsas de agua preespecia para alcanzar la madurez como el gigantesco shai-hulud (el agua es venenosa para el shai-hulud, como saben muy bien los Fremen desde hace tiempo ahogando los raros «gusanos enanos» del Erg Menor para producir el narcótico incrementador de la percepción llamado Agua de Vida. El «gusano enano» es una forma primitiva de shai-hulud que alcanza una longitud de unos nueve metros).

Ahora también habían descubierto la relación cíclica: de pequeño hacedor a masa de preespecia; de pequeño hacedor a shai-hulud; el shai-hulud dispersando la especia de la cual se nutren las pequeñas criaturas conocidas como plancton de arena; el plancton de arena, alimento del shai-hulud, creciendo, hundiéndose en las profundidades, convirtiéndose en pequeños hacedores.

Kynes y su gente apartaron entonces su atención de aquellas grandes relaciones y la centraron en la microecología. Primero, el clima: la superficie de la arena alcanzaba a menudo temperaturas de 344 a 350 grados (absolutos). A treinta centímetros de profundidad la temperatura podía ser inferior en 55 grados; a treinta centímetros por encima podía ser inferior en 25 grados. Hojas o una sombra negra podían conseguir un descenso de otros 18 grados. Luego, las sustancias nutritivas: las arenas de Arrakis son principalmente el producto de la digestión de los gusanos; el polvo (el omnipresente problema) es producido por el constante roce de la superficie, por la arena frotándose contra si misma. Los granos más gruesos se hallan en los lados de las dunas no batidos por el viento. Las dunas viejas son amarillas (por la oxidación), mientras que las dunas jóvenes tienen el color de las rocas, generalmente gris.

Los lados no expuestos al viento de las viejas dunas fueron los primeros en ser sembrados. Los Fremen comenzaron con una hierba mutante adaptada a los terrenos áridos y pobres que producía fibras entrelazadas parecidas a turba, con el fin de fijar las dunas y privar al viento de su mejor arma: los granos móviles.

Zonas de adaptación fueron desarrolladas así en el lejano sur, fuera de los observadores Harkonnen. La hierba mutante fue plantada inicialmente en las pendientes no expuestas al viento de las dunas que se hallaban en el camino de los vientos dominantes del oeste. Una vez anclada esta cara, la otra cara de la duna crecía más y más en altura, y la hierba era desplazada hacia esa cara. Sifs gigantes (largas dunas con crestas sinuosas) de más de 1.500 metros de altura fueron producidas de esta forma.

Cuando la barrera de dunas alcanzó una altura suficiente, las caras expuestas al viento fueron plantadas con hierbas largas mucho más resistentes. Cada estructura con una base seis veces más larga que su altura quedaba así anclada, «fijada».