Выбрать главу

Al entrar en el salón, el corazón le latía con fuerza en el pecho. Vio a Leandro al lado de la ventana. Estaba tan elegantemente vestido como siempre. Cuando él notó la presencia de Molly, se giró para mirarla.

– Tu hermano se negó a decirme dónde estabas -dijo. Su voz estaba teñida con la amenaza de un tigre que se está afilando las garras.

– ¿De verdad? -replicó ella, muy tensa-. No lo sabía.

– Primero, me puse en contacto con él por teléfono cuando él te traía de vuelta a Londres el mismo día que te marchaste de España, hace ya una semana. Me dijo que no querías hablar conmigo.

Molly se sintió furiosa por el hecho de que Nikolai hubiera tomado aquella decisión en su nombre. Le molestó que su hermano se inmiscuyera en su matrimonio.

– No debería haberlo hecho, pero probablemente estaba tratando de protegerme.

– Te debo una sincera disculpa por haber pensado que estabas teniendo una aventura con Fernando Santos. Julia me contó la verdad…

– Oh… -susurró ella. Aquella inmediata disculpa le sorprendió. Le resultó imposible concentrarse-. No he hablado con ella desde que me marché. ¿Se encuentra bien?

– Está muy disgustada por lo que ha ocurrido entre nosotros y ha roto con Santos. Descubrió que ella no era la única mujer en su vida. Creo que, dadas las circunstancias, deberías haberme dicho la vedad.

– ¡No me habrías creído! Desde el primer momento en el que me viste hablando con Fernando, sospechaste de nosotros…

– Estaba celoso -admitió él, muy a su pesar-. Noté inmediatamente su ansia por impresionarte, la admiración que sentía por ti.

– Por mí y por no sé cuántas más mujeres -replicó ella. Se sentía algo más contenta por aquella inesperada confesión de celos-. Creía que no te ponías celoso.

– Creía que eso era la verdad cuando te lo dije. No quise reconocer que los celos se habían apoderado de mi mente, por lo que comencé a malinterpretar todo lo que ocurría para que encajara con mis más… profundos temores. Por supuesto, tenías razón cuando me dijiste que debería haber confiado en ti. Sin embargo, eres una mujer muy hermosa y sensual… ¿Por qué no iban a sentirse otros hombres hechizados por tu belleza como me había ocurrido a mí?

La toalla se le había ido deslizando, dejando al descubierto el escote del bikini que llevaba debajo. Al ver que Leandro centraba su atención en las copas que con tanto esfuerzo contenían los abundantes senos, Molly enrojeció y volvió a subirse la toalla. Aun así, su traicionero cuerpo comenzó a despertar ante el interés de Leandro.

– ¿Cómo pudiste marcharte?

– Muy fácil. Sentía que yo era la única persona que se esforzaba en nuestra relación. Tú jamás estabas y me obligabas a vivir con tu madre, que me odia.

– No me di cuenta hasta que me dijo ciertas cosas sobre ti cuando tú ya te habías ido. Ha regresado a su casa de Sevilla y es plenamente consciente de que no es bienvenida en mi castillo a menos que te trate con el respeto que te mereces por ser mi esposa. ¿Por qué he tenido que esperar a que mi madre pierda los estribos para descubrir cómo te estaba tratando? ¿Por qué no me lo dijiste tú?

– No sabía de qué lado te ibas a poner y no quería que tuvieras que enfrentarte a esa situación. Sinceramente, creí que, tarde o temprano, doña María se cansaría de meterse conmigo y terminaría por aceptarme.

– Tú te merecías un trato mejor que ése en tu propia casa. Naturalmente, yo me habría puesto de tu lado. Sé perfectamente cómo puede ser mi madre…

– Creo que ella estaba detrás de la oferta que me hicieron antes de casarme contigo.

– ¿De qué oferta estás hablando?

Cuando Molly le dio los detalles, Leandro se quedó completamente atónito. Le pidió que le diera el nombre del bufete en cuestión. Lo reconoció inmediatamente.

– Ese bufete trabajó para nosotros en el pasado. Es muy probable que mi madre estuviera detrás de esa oferta. No tenía ni idea de que fuera capaz de llegar a tal extremo o de que se atreviera a inmiscuirse en mi vida hasta ese punto…

– A ella no le parezco suficientemente buena para ti.

La ira que Leandro sentía era palpable.

– Dios mío… ¿Fuiste capaz de rechazar dos millones de libras por casarte conmigo?

– Sí. Habría hecho mejor en aceptar el dinero, ¿no te parece? -susurró ella, aludiendo al estado de su relación.

Leandro dio un paso al frente.

– Pues yo te agradezco mucho que no lo hicieras y que accedieras a casarte conmigo.

– Tú sólo querías casarte conmigo por el bien de nuestro hijo, pero, desgraciadamente, yo no soy tan fría como tú. Yo no podría vivir así durante el resto de mi vida.

– ¿Por qué no me dijiste lo que sentías? ¿No se te ocurrió pensar que precisamente el día en el que yo creía que habías pasado la noche con un amante no era el momento adecuado para echarme en cara mis defectos como marido?

– No. Como no había estado con ningún amante, no se me ocurrió.

– Me había pasado toda la noche preocupándome por ti. Una vez más, es todo culpa mía. Tu hermano Nikolai no me ha dejado duda alguna al respecto. Si hubieras tenido guardaespaldas, esos paparazzi no se te habrían acercado nunca y yo habría sabido dónde estabas esa noche.

– No necesito guardaespaldas. Nikolai se preocupa demasiado por la seguridad.

Leandro le tomó las manos, que ella no había dejado de retorcerse durante toda la conversación, y se las apretó con fuerza. Entonces, la miró con los ojos llenos de ansiedad.

– Quiero que regreses, amor mío. Te lo habría dicho hace una semana si tu hermano hubiera querido decirme dónde estabas.

Molly se tensó. La esperanza y las dudas se enfrentaban en el interior de su cabeza en una pelea a muerte.

– Estoy segura de que tu intención es buena, pero, para mí, el matrimonio tiene que ser mucho más que el hecho de hacer lo correcto con la mujer que lleva en sus entrañas el hijo de uno. Yo jamás intentaría apartarte de nuestro hijo.

– ¿Cómo puedo convencerte de que ahora será diferente? -insistió Leandro sin soltarle las manos-. No se trata de hacer lo correcto. Te estoy pidiendo que me des la oportunidad de demostrar lo mucho que valoro tu presencia en mi vida.

Las lágrimas llenaban los ojos de Molly. Aquél era el hombre al que amaba, al que había echado de menos cada hora del día y que, una vez más, le estaba ofreciendo lo que ella más ansiaba. Sin embargo, en esa ocasión, era mucho menos ingenua.

– Tú no me valoraste cuando yo estaba a tu lado. Ni venías a cenar, ni me llamabas ni mostrabas la más pequeña señal de que me echaras de menos cuando estabas lejos de mí.

Leandro estaba muy pálido. Su rostro denotaba una profunda tensión.

– Jamás me ha resultado fácil mostrar mis sentimientos. No me habría permitido necesitarte demasiado. Lo veía como una debilidad y a mí me gusta tener el control absoluto de las cosas.

– Por el contrario, yo lo muestro todo y digo y hago lo que siento. Hacemos mala pareja, Leandro. Yo me sentía sola y triste contigo y no quiero regresar a eso. Ahora que hemos roto, todo debería resultarnos más fácil.

– ¡No me gusta mi vida sin ti! -exclamó él de repente. Molly jamás le había oído gritar de aquel modo tan violento.

– Creo que deberías marcharte.

– ¡No puedo alejarme de ti ni de mi hijo!

– Tienes que hacerlo, si eso es lo que ella quiere -dijo la voz de otro hombre desde la puerta.

Molly giró la cabeza para ver a sus dos hermanos, el adoptivo y el biológico, en la puerta. Ninguno de los dos parecía tener un gesto muy amable en el rostro.

– Nikolai, no te metas en esto, por favor -Leandro contempló a los dos nombres y sintió la rotunda oposición hacia él que había en los rostros de ambos.

– Lysander, ¿estás con Nikolai en esto? -le preguntó.

– No. No creo en lo de inmiscuirse en los matrimonios de otras personas -contestó el guapo griego con tranquilidad-. Sin embargo, si sigues haciendo sufrir a mi hermana, te juro que te haré pedazos.