Tuvo un miedo terrible. Se levantó. Giró sobre sí misma, llevándose las manos a la cabeza. Luego corrió hacia el callejón gritando. Pedía luz, gente, ayuda divina. Llamaba a Dios en la noche.
Regresó un momento más tarde, seguida por un vecino que traía un quinqué. El hombre inclinó la luz, colocando una mano cerca de la llama para ver mejor. Longina se arrodilló junto al cuerpo inerte.
Menegildo estaba gris, vaciado de sangre, con la yugular cortada por una cuchillada. Su herida se había llenado de hormigas.
43 Menegildo
Salomé lavaba trapos a la sombra del platanal de hojas impermeables. Las lentas carretas que renqueaban camino de la romana, se detenían siempre al pie del viejo tamarindo.
Cerdos negros y huesudos en el batey; auras girando bajo las nubes; tierra roja, caña y sol.
– ¿Y por allá, bien…?
La invariable pregunta surcaba una vez más el aire tibio, oliente a hierbas calientes y a melaza.
¿Pero quién sería la negra harapienta y sucia que entraba con paso tan resuelto en el dominio rectangular de los Cué? Salomé inmovilizó sus manos en el agua de horchata.
– Señoa Salomé… ¡Yo soy la mujer de Menegid’do!
La mujer miraba a Salomé con aire de perro azotado. Estaba encorvada. Tenía la cara cubierta de polvo y grasa. Su vientre abultado le daba una silueta a la vez grotesca y lamentable… La vieja estalló:
– ¡Ah, desgracia! ¡Hija de mala madre! ¡Tú ere la que me salaste a mi hijo! ¡Antonio me lo metió en líos, y tú me lo llevat’te! ¡Desgracia! ¡Sinbelgüenza! ¿Y aónde está mi jijo?
– ¡Lo han matao! ¡Lo han matao! Salomé gritó:
– ¡Ay, Dio mío! ¡Ya sabía yo que le había pasao una desgrasia! ¡Y tó por curpa tuya! ¡Ay, ay! ¡Salación…!
Los hermanitos de Menegildo, sin comprender, hacían un círculo en torno a las dos mujeres, con las manos metidas en la boca. Salomé se deshacía en imprecaciones contra Longina. Y ambas lloraban estrepitosamente, frente a frente, repitiendo absurdamente las mismas palabras… Al fin, Longina, con frases deshilvanadas, narró lo que había pasado la noche del santo. Luego, el velorio, el entierro. Sin un centavo, desesperada, atontada, queriendo cumplir un obscuro deber, había salido de la ciudad, había echado a andar y, tres días más tarde, sin saber cómo, con orientación instintiva de gato perdido, se encontraba aquí, junto a las torres del San Lucio. Tenía hambre. Sólo había comido sobras regaladas en las bodegas del camino. ¡Pero daba lo mismo! ¡Se quería morir!
Salomé la interrumpió duramente:
– ¡Vete a moril a otro lao! ¡No quiero salaciones aquí!
Longina bajó la cabeza. Atravesó el batey sosteniendo su vientre con las dos manos. Cuando tiraba de la talanquera, Salomé la detuvo:
– Entra en el bohío y coge la cazuela con arró que hay en el fogón de la cocina… ¡Y métete en un rincón pa que no te vea má…! ¡No quiero que por mí se muera el jijo de Menegid’do! ¡Sinbelgüenza! ¡Por ti se saló el muchacho! ¡Desgracia!
Longina entró en el bohío. Las gallinas salieron revoloteando, en señal de protesta contra la presencia de aquella intrusa. Agazapada junto a la cazuela, Longina engulló los granos mal cocidos a mano llena… Afuera, Salomé secó los brazos en la hierba:
– Oye. ¡Y pon a sancochal las viandas pal almuerzo! ¡Orita vienen Usebio y Luí…!
Las sombras del humo del Central corrían sobre el suelo como un rebaño de gasas obscuras.
Tres meses después, Menegildo tenía un mes. Era un rorro negro, de ojos saltones y ombligo agresivo. Se retorcía, llorando, en su cama de sacos, bajo las miradas complacidas de Salomé, Longina y el sabio Beruá.
Para preservarlo de daños, una velita de Santa Teresa ardía en su honor ante la cristianísima imagen de San Lázaro-Babayú-Ayé.
Primera versión: Cárcel de La Habana, agosto 19 de 1927.
Versión definitiva: Paris, enero-agosto de 1933.
Glosario
A
Abanecue. Iniciado en los ritos ñáñigos.
Abayuncar. Conquistar, dominar a una mujer.
Accesoria. Habitación con puerta a la calle.
Alegría de coco. Dulce de coco.
Almacigo. Árbol de Cuba.
Amanisón. No iniciado (en ñáñigo).
Amarrar. Asegurarse el amor o la fidelidad de una persona por medio de filtro, sortilegio o brujería. «Atar.»
Anima sola. Alma en pena o del Purgatorio, personificación del dios Eleguá, cuya oración es destinada a las mujeres celosas.
Apapa. Nombre del dialecto ritual ñáñigo.
Arrimarse. Vivir en concubinato.
Arrolao. De arrollar. Suerte de marcha-danza afrocubana.
Auras. Aura tiñosa, especie de buitre.
Arruchar. Llevarse todo, sin escrúpulo.
B
Babayú-Ayé. Divinidad médica afrocubana. Es figurada en los altares por la imagen de San Lázaro.
«Bailar a un muerto.» Práctica de ciertas sectas (los ñáñigos, por ejemplo) consistente en llevar el ataúd en hombros, imprimiéndole un leve balanceo ritual.
Banzo. Instrumento haitiano de percusión.
¡Barín! Expresión de asentimiento: «¡Está bien!»
Barracón. Vivienda destinada a los esclavos rurales, en tiempos de la colonia.
Batey. Espacio ocupado por la fábrica de azúcar, sus dependencias, plazas y patios. En las casas campesinas: espacio cerrado que rodea a la vivienda y bohío.
Bejuco. Planta de tallos muy largos y delgados que corren por el suelo o se arrollan a otros vegetales. Lianas.
Bibijagua. Especie de hormiga grande.
Bocabajo. Castigo de azotes dado a un esclavo.
Bohío. Casa campesina, hecha de tablas y hojas de palma, o sólo de hojas de palma (penca y yagua).
Boniato. Especie de patata de América.
Boniatillo. Dulce de boniato.
Bongó. Tambor afrocubano.
Bronca. Riña, reyerta, escándalo.
Bozal. Negro esclavo, nacido en el país de origen.
C
Cachimbo. Fábrica de azúcar de poca importancia.
Cachucha. Bote de pesca.
Cangrejo ciguato. Cangrejo venenoso que se encuentra en Cuba, en el campo, a grandes distancias de las costas.
Caña Santa. Aguardiente de caña.
Carabalí. Esclavo oriundo de Calabar.
Castillo de Campana-Salomón. Lugar mítico, donde, según los cuentos afrocubanos, ocurren cosas inverosímiles.
Catedrático. Afecto a alardear de cultura. Negro que se expresa con frases rebuscadas.
Central. El ingenio de azúcar.
Chachá. Especie de sonaja, empleada en las orquestas de baile de la provincia de Santiago.
Charada China. Juego-lotería traído a Cuba por los chinos. Prohibido por las autoridades, ese juego se practicaba a gran escala, no obstante, en las clases humildes del pueblo de Cuba.
Charanga. Orquesta popular de pocos instrumentos.
Chévere. Elegante, matón. Personaje de canción popular con estas características.
Chivar. Embromar, fastidiar; hacer víctima a uno de una mala pasada.
Cimarrón. Esclavo fugitivo.
Claves. Instrumento de percusión, consistente en dos palitos que se entrechocan con sonoridad seca e incisiva.
Cocuyo. Insecto fosforescente que despide una luz verde y brillante.
«Compé». «Amigo», en dialecto haitiano. (Del francés: compére.)