Tom señaló el cielo.
—Luna llena —dijo—. No es buen momento para abrir la tumba de Drácula.
Trató de sonreír para demostrar que estaba bromeando. Judy se puso súbitamente en guardia y se asomó al agujero. Tom y yo nos acercamos al borde y nos asomamos también.
Sepp y Gus estaban de pie a un lado mientras Heinrich sondeaba la tierra con un palustre. Había algo liso y brillante que asomaba. Pálido. No blanco hueso, sino amarillo y marrón. Heinrich excavó alrededor y lo sacó, con tierra y todo. Luego se sentó en el suelo y lo rozó con un cuchillo romo, limpiándolo; su propio rostro estaba tan inmóvil como sí estuviera tallado en piedra.
«Lo sabe», pensé.
Una cara emergió gradualmente del abrazo de la tierra. Gus se quedó boquiabierto y dejó caer la pala. Se persignó rápidamente tres veces. Sepp permaneció tranquilo, observándolo todo con los ojos entornados. Asintió solemnemente, como si siempre hubiera sabido que el suelo de Eifelheim produciría frutos de otra tierra.
Era un cráneo, y no era un cráneo, y nunca había habido dentro ninguna mente terrestre. La química del suelo había actuado sobre él, pero nuestros gusanos y bacterias no lo habían encontrado apetitoso. Los ojos habían desaparecido, naturalmente, y dos enormes cuencas a cada lado de la cabeza miraban sin ver; pero lo que le había servido de piel, fuera lo que fuese, había permanecido en buena parte intacto. Era la cabeza de una momia.
Heinrich la alzó y Judy la recogió torpemente. Tom se colocó tras ella y la inspeccionó por encima de su hombro. Heinrich salió del agujero y se sentó en el borde, con los píes colgando hacia dentro. Se sacó la pipa del bolsillo y la encendió; advertí que sus manos temblaban un poco con la cerilla.
—Bien, Anton. ¿Me dirás ahora en qué me he metido? Tengo la sensación de que al obispo Arni no va a gustarle.
Así que se lo dije. Tom y Judy añadieron los detalles. El misterio. Las leyendas populares. Los atisbos y pruebas fragmentarías. Heinrich asintió mientras escuchaba. Hacía alguna pregunta ocasional. La explicación que dio Tom de la física del hipoespacio lo confundió, creo; pero la obtenía de segunda mano, claro. Creo que Tom también estaba algo confundido. Sharon vivía en un mundo diferente al nuestro, un mundo austero y extrañamente hermoso, pero cuya belleza apenas entreveíamos a duras penas. Sharon había visto el parecido con un circuito en la iluminación de un manuscrito. Dejémoslo en eso. Su capacidad de reflexión le había dado a Tom el valor para poner a prueba su intuición, y su intuición la había hecho seguir a tientas un camino que algún día podría darnos las estrellas. Sin duda, Dios actúa de formas misteriosas.
Heinrich lo aceptó todo tranquilamente. ¿Cómo podía dudar cuando había tenido el cráneo en sus propias manos? Contempló el bosque que nos rodeaba.
—Quedarán los restos del esqueleto, naturalmente —dijo, señalando la tumba con la caña de la pipa—. Y de otros también. ¿Dicen que había varios de esos seres? ¿Y por aquí? —La pipa barrió la Selva Negra—. Y por ahí, ¿qué? Fragmentos de metal o plástico, podrido o descompuesto bajo el suelo. —Suspiró—. Hay mucho trabajo por hacer. Y no olviden las acusaciones de fraude o engaño que surgirán. Tendremos que traer a otra gente, decírselo al obispo Arni y a la gente de la universidad.
—¡No!
Todos miramos sorprendidos a Judy. Todavía tenía en las manos el cráneo de Johann, y Gus, superado su temor inicial, lo miraba con curiosidad, la mirada clavada en las cuencas vacías. Me sentí orgulloso por la manera en que habían reaccionado los dos obreros. Fuera lo que fuese que iba a pasar con todo esto, era un buen presagio.
—Saben lo que harán, ¿verdad? —dijo Judy—. Lo sacarán de ahí y lo ensamblaran y lo colocarán detrás de un plástico a prueba de balas para que los turistas pueden mirarlo y los niños hagan chistes desagradables y se rían. No está bien. No lo está. —Cuando negó con la cabeza, todo su cuerpo se estremeció.
—Eso no es cierto, Judy —dijo Tom, colocándole amablemente las manos sobre los hombros. Ella giró la cabeza y lo miró—. Déjalos que miren y hagan bromas. Nosotros tomaremos medidas y holografías y tomaremos muestras de células para que los biólogos las estudien. Eso es lo que él hubiese querido. Luego haremos moldes de escayola y los colgaremos. Pero a él, lo mantendremos a salvo de todo daño y algún día, cuando el trabajo de Sharon esté terminado, algún día descubriremos de dónde vino y lo llevaremos a casa. O lo harán los hijos de nuestros hijos.
Heinrich asintió, y su pipa envió al cielo filigranas de humo. Sepp todavía estaba dentro del agujero, con su pala. Tenía las manos apoyadas en el borde y contemplaba las estrellas que brillaban a través del dosel de los árboles; su cara era una mezcla de asombro y expectación como nunca he visto.
Oh feliz posteridad que no experimentará tan abismal asombro y considerará nuestro testimonio una fábula.
Apuntes históricos
He intentado describir el panorama de Rhineland de mediados del siglo XIV lo más adecuadamente posible, pero si ya es bastante difícil hacerlo de la América de principios del siglo XXI, no digamos de un lugar y una época en que la visión del mundo era tan distinta de nuestras propias categorías de pensamiento.
Para empezar, se tomaban el cristianismo en serio; en muchos aspectos, más en serio que muchos integristas modernos. Al mismo tiempo, le daban menos importancia. Empezaban a sentirse las primeras sacudidas del nacionalismo que acabaría por destruir la cristiandad. En Crécy y en todas partes había empezado a importar a qué nación o raza pertenecías.
Los filósofos estudiaban la naturaleza virtualmente sin ninguna intrusión de los teólogos, que eran filósofos naturales. La filosofía natural formaba parte del currículo básico del estudiante universitario, junto con la lógica y las «ciencias exactas»: matemáticas, astronomía, óptica y música. No se impartía arte ni humanidades. Los doctores en teología, medicina y leyes tenían primero que dominar este currículo. Nunca, ni antes ni después, ha habido una proporción tan grande de la población educada de manera tan exclusiva en lógica, razón y ciencia.
La clave era el concepto de la causa secundaria: Dios había dotado los cuerpos materiales con la habilidad de actuar unos sobre otros por su propia naturaleza. De ahí las «leyes naturales». Si Dios creó el mundo entero, entonces invocar a Dios para explicar el arco iris o el magnetismo o el movimiento rectilíneo no añadía nada al saber humano. Los filósofos, por tanto, buscaban explicaciones naturales a fenómenos naturales. Que un siglo más tarde se invocara la religión por un asunto trivial como el movimiento de la Tierra posiblemente los hubiera sorprendido.
Con dos notables excepciones, los acontecimientos y personajes mencionados en el texto fueron como se describen. El aspecto físico de Margaret Maultasch, la Duquesa Fea del Tirol, fue utilizado para retratar a la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. El duque Friedrich mencionado en el texto fue Federico III, que gobernó en Baden, no su primo, Federico IV, que gobernó al mismo tiempo en Pforzheim. Los meses en que la Peste Negra golpeó varias ciudades y regiones fueron recogidos por Peter Ravn Rasmussen en un atlas en www.scholiast.org/history/blackdeath/index.html.
El mariscal Villars en efecto se negó a atravesar Höllenthal con su ejército usando la excusa citada. El derrocamiento del Consejo de la ciudad de Estrasburgo y la masacre de los judíos el Viernes 13 se describen en las Crónicas de Estrasburgo. El duque Albert y el rey Casimiro ofrecieron sus remos como santuario para los judíos, y las milicias de los gremios se reunieron y defendieron el barrio judío de Regensburgo. Como en cualquier época, había hombres buenos y malos. La historia del Demonio de Feldberg pertenece a los Anales de San Blasien. El argumento de los derechos naturales del pueblo contra su príncipe fue propuesto por Guillermo de Ockham en su Opus nonaginta dierum (y antes, por santo Tomás en Sobre los reyes). Ockham determinó e inceptó, pero nunca llegó a doctorarse. Lo último que se supo de él fue que salió de Munich, el 10 de marzo de 1349, para hacer las paces con el Papa. La fecha que consta en su Denkmal en Munich es incorrecta, pues sabemos por algunos documentos que estaba vivo después de ese punto.